martes, 29 de enero de 2008

Los muchachos de la Magnum




Se han recuperado en México 3.000 fotografías de la Guerra Civil española tomadas por dos de los fundadores de la Magnum: David Seymour "Chim" y Robert Capa. Y por Gerda Taro. Una judía hermosa que murió arrollada por un tanque durante los días de la Batalla de Brunete.

Taro fue también novia de Capa, un tipo con una vida de película. Jugador, mujeriego y pendenciero, como los periodistas de verdad. Y es que Capa ha sido el mejor fotógrafo de guerra que ha habido.
La fotografía más emblemática de aquella guerra es Muerte de un miliciano (en el Cerro Muriano, Córdoba). Hay quien dice que es un montaje. Que Capa convenció al republicano de que simulara su caída tras un tiro, o así. Pero tengo entendido que no, que Capa estaba agazapado tras un montículo de arena y piedras, que cuando vio llegar al soldado asediado por los disparos nacionales levantó la cámara con el brazo en alto y disparó a ojo. Demasiadas balas.
Así que yo sí me creo esa foto. No tengo narices para negar la autenticidad de una imagen captada por un tipo que tuvo las agallas de desembarcar en Normandía con las tropas gringas, con un par de Leicas como único parapeto.

Podría escribir unos cuantos párrafos más sobre Capa; pero la crónica perfecta la escribió el domingo Arturo San Agustín en El Periódico:


La creadora de una leyenda

La verdadera historia la sufren los ciudadanos, la escriben los periodistas, la inventan los historiadores, la interpretan los políticos y son los fotógrafos, algunos fotógrafos, quienes mejor la cuentan.

Donde mejor se leen, por ejemplo, algunos capítulos de la guerra española es en determinadas fotografías de Robert Capa, seudónimo de Endre Ernö Friedman, un húngaro que nació el 22 de octubre de 1913 con tanto pelo que ya parecía que había estudiado el bachillerato.

La guerra española fueron muchas cosas, pero Robert Capa, armado solo con su Leica, fue capaz de explicarla con una sola fotografía: aquella en la que un miliciano es abatido en el cerro Muriano, en el frente de Córdoba, el 5 de septiembre de 1936. O con aquella otra, menos conocida, en la que un triste soldado barcelonés, calzado con tristes zapatillas de cuadros muy usadas, le habla quizá del futuro a su novia en un banco del paseo de Gràcia.

Todos los fotógrafos de mi generación, también Agustí Carbonell, querían ser Robert Capa, que además era alto, atractivo, y por eso podía encelar incluso a Ingrid Bergman. Tengo muy estudiado que las maneras oblicuas y un tanto canallas de mirar y fumar que usaba Humphrey Bogart en sus películas las copió de Robert Capa. Por eso triunfó el amigo del pianista.

Cuando hablamos de Robert Capa todos nos olvidamos de alguien que fue decisivo en su vida y probablemente también en su fama. Nos olvidamos de Gerda Taro, su compañera y amante, una atractiva y audaz judía alemana que sabía llevar las boinas y amanecer tierna incluso en tiempo de bombas. Nadie, ay, ha fotografiado mejor el amor con pijama que Robert Capa. Sin ella, sin la mujer vestida con pijama de hombre, sin Gerda Taro, quizá nuestro protagonista solo hubiese sido un húngaro desaliñado. Gerda Taro, que en realidad se llamaba Gerta Pohorylle, le echó imaginación al asunto de la fotografía y decidió convertir a Endre, su amor húngaro, en el reportero estadounidense Robert Capa. Y fue así, con este nombre y apellido, más publicitarios, más artísticos que los verdaderos, como comenzó todo.

Una noche en GranadaGerda Taro fue la primera fotógrafa de guerra que murió en un frente de batalla. Murió en Brunete, tras ser aplastada por un tanque. Robert Capa murió en otra guerra, en la de Indochina (ahora Vietnam), al pisar una mina.Una noche, en Granada, el poeta Rafael Alberti me habló de Gerda Taro, aquella alemana que al llegar a España adoptó muy pronto el mono y las alpargatas de muchos milicianos españoles. Y a su lado, otro poeta, Jose Agustín Goytisolo, volvía a revivir aquel bombardeo sobre Barcelona que acabó con la vida de su madre en plena calle.
Quizá algunas de las fotografías inéditas de Robert Capa que se acaban de encontrar, las que muestran los horrores de una Barcelona asediada, nos enseñen a leer mejor, mucho mejor, todo lo mucho y malo que sufrió nuestra ciudad en aquellos tiempos de bombas, aquellos tiempos en los que Gerda Taro amanecía tierna y con pijama.

viernes, 25 de enero de 2008

¿Quién está detrás de Mariano Rajoy?


Es el cartel electoral del Partit Socialista de Catalunya (PSC). Me resulta tan acertado como brillante, no me lo negarán... ni siquiera los seguidores del PP... apuesto que no...

martes, 22 de enero de 2008

jueves, 17 de enero de 2008

miércoles, 9 de enero de 2008

Declaración de principios

Aves de paso por el maestro Sabina

A las peligrosas rubias de bote
que en relicario de sus escotes
perfumaron mi juventud.

Al milagro de los besos robados
que en el diccionario de mis pecados
guardaron su pétalo azul.

A la impúdica niñera madura
que en el mapamundi de su cintura
al niño que fuí espabiló.

A la flor de lis de las peluqueras
que me trajo el tren de la primavera
y el trendel invierno me arrebató.

A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.

Damas de noche
que en asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.

Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.

A la misteriosa viuda de luto
que sudó conmigo un minuto
tres pisos en ascensor.

A la intrépida “cholula” argentina
que en el corazón con tinta china
me tatuó “peor para el sol”.

A las casquivanas novias de nadie
que coleccionaban canas al aire
burlón de la nit de Sant Joan.

A la reina de los bares del puerto
que una noche depués de un concierto
me abrió
su almacén de besos con sal.

A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.

Damas de noche
que en asiento de atrás de un coche
no preguntabansi las querías.

Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.

A Justine, a Marylin, a Jimena,
a la Mata-Hari, a la Magdalena,
a Fátima y a Salomé.

A los ojos verdes como aceitunas
que robaban la luz de la luna de mielde un cuarto de hotel, dulce hotel.

A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.

Damas de noche
que en asiento de atrás de un coche
no preguntaban si las querías.

Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.

¿Predicción...?

... Y disculpen, ustedes, la macarrada; pero estos tipos me caen simpáticos. Qué quieren, uno es de barrio.