Acceder y entrevistar a personas de esta pasta te reconcilian con el oficio. Un gusto.
"Las redes de pederastia en México alcanzan al poder político y judicial"
La periodista Lydia Cacho (México D.F., 1963) publicó en 2005 el libro Los demonios del Edén (Grijalbo) donde destapó una red de pederastia en Cancún, en la que estaban implicados empresarios, políticos y jueces.
Fue amenazada de muerte y secuestrada por la policía del estado de Puebla. Allí fue juzgada y encarcelada por difamación. Lo cuenta en Memorias de una infamia (Debate).
Colabora en varios diarios mexicanos donde, a pesar de todo, sigue denunciando la corrupción gubernamental y los casos de pedofilia y prostitución. Por ello, ha recibido el Premio Casa América Cataluña por la Libertad de Expresión.
Es usted valiente.
(Sonríe) Esa fuerza es fruto de mi historia, de mi educación y hasta de mis genes: antepasados portugueses, árabes... Sobre todo se debe a que hay que hacer algo ante atrocidades como las que reflejo en mi libro.
La red de pederastia y prostitución que usted destapó es sólo la punta del iceberg.
Es una gran red de redes que va más allá de México. Opera en países como Inglaterra o España. Lo que ocurre es que uno de los pocos que es reticente a que se investiguen a nivel internacional es México.
¿Por qué?
Porque estas redes alcanzan al poder político y judicial. Si no fuera así, no funcionarían con tanta impunidad.
Pero, ¿nadie las investiga?
En España, por ejemplo, cuando sucede algo así, se pone en marcha una investigación para atrapar a los culpables. En mi país, se pone en marcha un mecanismo para proteger a los implicados.
¿Cuál es el modus operandi de estas mafias?
En ocasiones, actúan en Venezuela. Se mueven por los barrios humildes buscando menores. Les ofrecen ser modelo o actriz en México y, claro, el ser actriz de telenovela mexicana es un sueño para las niñas venezolanas. En México, les quitan el pasaporte y las prostituyen bajo amenaza de llamar a la Policía de Inmigración.
¿En México, lo hacen igual?
Normalmente actúan en barriadas aunque, por ejemplo, el pederasta que denuncié en mi libro, el empresario Jean Succar Kuri, acudía a la salida de escuelas primarias. Invitaba a golosinas a las niñas, las llevaba a su casa y nadaban en su piscina. En ocasiones, ¡hasta conocía a sus padres!
¿Cómo?
Sí. La mujer de Succar Kuri estaba al corriente de todo. Se presentaban a los padres y les decían que ellos tenían hijos a quienes les encantaría conocer a sus hijas. Imagínese que es para una familia humilde que un millonario como Succar Kuri quisiera ser el padrino de las niñas.
¿Y luego?
Luego, como le decía, las llevaban a su casa, a la piscina. Y cuando se habían ganado su confianza las violaban y las grababan en vídeo. Les enseñaban las imágenes y les decían "ahora son putas y como me denuncien nadie les va a creer, yo tengo estos vídeos, si me denuncian , los muestro".
Disculpe que insista. Pero no entiendo que nadie en el poder tire de la manta.
Es que estas redes llegan hasta muy arriba y la pornografía infantil es hoy un gran negocio. No todos los políticos implicados son pederastas. Me explico: hay cabezas de estas redes de pederastas que, además de traficar con mujeres, lavan dinero. Y parte de ese dinero es de políticos corruptos, que quizá no son pederastas; pero impiden que se desmantele cierta red pedófila para que no salga a la luz su caso. Una gran red de redes que se protegen.
Corrupción y machismo hay en casi toda Latinoamérica. ¿Por qué casos así son tan frecuentes en México?
Porque nuestra corrupción es endémica y fruto de 70 años del Partido Revolucionario Institucional al poder. Una dictadura encubierta. Y en todo subyace un poder judicial en el que nueve de cada 10 delitos no se persiguen y sólo dos de cada 100 delincuentes van a la cárcel.