Los balances anuales los realizo en agosto. Durante los últimos años ha sido ese mi mes de vacaciones y cuando he echado la vista atrás para analizar el último periodo profesional. El hecho de que sea en ese la fecha de mi nacimiento hace que ese análisis sea extensivo también a lo personal. ADN nos ha adelantado las vacaciones una semana. Empezamos mañana. Así que por ese y otros motivos, yo también adelanto el balance. Supongo que a nadie le interesará demasiado; pero como esto es un blog y, en su definición, un ejercicio de egocentrismo y exhibicionismo emocional, ahí queda:
Lecciones de profesionalidad y brillantez en Medellín. Viajo como vivo, solo o en pareja. La convulsa relación con la entrañable Chica de Ipanema. No es oro todo lo que reluce en ADN. Reencontrarme con Kapuscinski y el periodismo en Burkina Faso. También ahí, con lo complicado que es fotografiar África, esas gentes, esa maldita luz. Las cenas con mi familia en el Diez (incluida la del 24, tras mi "desaparición"). Nochevieja en Jerusalén rodeado de hermosas hebreas. Trabajar de nuevo con mi carnal Gabriel y plantarnos en un
checkpoint israelí a las cinco de la mañana para retratar la maldita vida real. Malabares nocturnos para llegar a fin de mes. La fotografía cayó en el olvido. Bodas de amigos. Partos de amigas. La sospecha con fundamento de que mis viejos no serán jamás abuelos por la parte que me corresponde. Planes de futuro: periodismo y vuelta al mundo en un año y América Latina a pie en otro. Intermón Oxfam. Regresar a los 16 en La Romareda el 12 de octubre. El Tiempo. El maravilloso descubrimiento de Cati y Nati. La residencia de mi abuela. La lejanía de los otros. Corto Maltés y Neruda. Ana y el cosquilleo en el estómago.