lunes, 7 de diciembre de 2009

Reglas de juego

Recogidas por Ramón Lobo en su bitácora En la boca del lobo.

THE ECONOMIST (G. Orwell)
1. Nunca utilice una metáfora, símil u otra figura retórica que esté acostumbrado a leerla impresa.
2. Nunca utilice una palabra larga cuando sirve una corta.
3. Si es posible suprimir una palabra, suprímala.
4. Nunca use el pasivo donde pueda usar la voz activa.
5. Nunca emplee una palabra extranjera, científica o de jerga si puede encontrar una equivalente en su idioma.

FRONTERA D (A. Armada)
1. Siempre piensa en el lector.
2. Antes de escribir, piensa.
3. Engancha al lector.
4. No lo sueltes.
5. Termina de forma brillante.
6. Cuida la técnica.
7. Cuida la revisión.
8. Estos siete puntos vuelven al inicio: piensa siempre en el lector.

viernes, 16 de octubre de 2009

martes, 6 de octubre de 2009

Otra aventura

No hace aún una semana que dejé Barcelona no sé hasta cuando y vine a Madrid. La excusa: un puesto de trabajo en una organización internacional no gubernamental. Los motivos, muchos otros, a parte del trabajo más cercano a lo que soñé cuando empecé a estudiar que me han ofrecido en este tiempo. Me da que sí, que caso con esta ciudad, con las costumbres y caracteres. Pero permítanme que sea este el primer post que subo en desde la capital:

sábado, 19 de septiembre de 2009

Ivancho en el Congo (y XVI): Aunque no les importe demasiado (y II)

El post anterior no es más que una mera licencia que me he permitido tomar. Es pura anécdota, episodios sin importancia que pueden suceder en cualquier viaje, escenas que uno recordará siempre y cuya única función es arrancar alguna que otra sonrisa. Pero esto es un blog y los que lo visitan son por lo general pocos, amigos y familia, así que creo que la entrada, a pesar de su ínfima relevancia informativa, tiene cabida.

Sí es cierto que la República Democrática del Congo es el lugar más complicado en el que he trabajado. Nada aquí es puro trámite, todo es lento, difícil y caro. Siempre es necesario un plan B, otro C y hasta uno D. El contratiempo es rutina, la desgana deporte nacional y los tiempos mucho más dilatados que en el resto de África. Al menos, que en los países que conozco, entre ellos Sierra Leona. El contexto es especialmente hostil para el trabajo de periodista, más de lo esperado y calculado. Siempre se carece de uno de los permisos necesarios o siempre hace falta unos pocos francos de más, nunca es posible reportar sin antes informar a un departamento gubernamental más, el alquiler de un 4X4 son 100 dólares al día; pero hay que llenar el depósito, 40 dólares, y pagar al conductor, 20 más, que no va a llevarte a ningún lugar más allá de las cinco de la tarde porque empieza a anochecer y “dicen que por esta zona hay mucha guerrilla”. Es duro, sí, pero esto es África y no podría ser de otro modo.

El escenario más complicado en el que he trabajado, les repito; pero el más apasionante. El más complejo, el más interesante, el que más retos ha supuesto y del que me llevo más historias recogidas en el cuaderno. El trabajo duro y peligroso de los mineros de los Kivu congoleños, a menudo aún niños, jugándose el pellejo en las minas, a 70 metros bajo tierra, sin sujeciones, sin estructura que evite un derrumbe, ganando unos pocos francos al día para que sean otros los que ganen de verdad. El gobierno ruandés, por ejemplo, la guerrilla del FDLR, militares congoleños convertidos en tiranos corruptos y alcaldes de zonas mineras que envían minerales a la frontera ruandesa a través del lago Kivu, evitando tasas e impuestos y llenando su bolsillo.

El valor, o quizá el hastío, de aquellos que están ahora abandonando los campos de desplazados donde han malvivido los últimos años para regresar a sus poblados, a pesar de que los combates entre las Fuerzas Armadas de la RDC y el Frente Democrático para la Liberación de Ruanda siguen provocando dramas en los que los protagonistas son campesinos muertos, mujeres violadas e infancias maltrechas. Regresan y saben que deberán dormir en el bosque para que no los maten cuando entren a saquear sus casas, independientemente de quien las saquee, guerrilla o ejército.

O la pátina de indeleble tristeza y confusión en los ojos de Sifa, de 18 años, cuando me contaba como fue secuestrada por un batallón del FDLR y convertida en esclava sexual. Como la liberaron dos semanas después, tras ser violadas por “muchos hombres diferentes, un día uno, otro día otro…” Como emprendió la huida, escondida cuando los disparos sonaban cerca y corriendo hacia ningún lugar cuando éstos cesaban. Y como se topó poco después con otro frente del FDLR que la volvió a secuestrar, que la volvió a violar y que la ataron como a un animal para tirar de ella en las marchas más duras, cuando las FARDC les pisaban los talones y las balas silbaban cerca.

Sifa que te dice que pese a todo, lo único que le preocupa es poder seguir estudiando, que de ninguna manera puede quedarse sólo en secundaria. Pero claro, que no puede hacerlo si no encuentra a su abuela -ojalá siga viva- que es la única que puede hacerse cargo del pequeño que Sifa lleva en el vientre, fruto de una de esas violaciones y que está a punto de nacer.

Releo, releemos -creo que puedo hablar por los dos-, estas páginas de papel o mentales y sé regresaríamos sin dudarlo si volviéramos un mes atrás. A pesar de lo duro, de las fiebres, de los dolores de huesos y de los escalofríos… Al fin y al cabo, nuestro billete tiene la vuelta fijada.

Tomaríamos de nuevo ese avión a pesar de que nadie nos haya encargado el reportaje, a pesar de que sabemos que en las páginas de los dominicales ceden más espacio hoy a moda y ocio que a periodismo, a pesar de que lo invertido sea el triple de lo que nos ingresen en las cuentas del banco, si es que hay ingreso. Pisaríamos Goma sin dudarlo a pesar de que la situación de todos aquellos con los que nos hemos cruzamos en este corto mes nada vaya a cambiar, a pesar de que sólo unos pocos valoren el esfuerzo y a casi nadie -jefes de redacción incluidos- les importe demasiado el conflicto en el este del Congo, la violación, no ya como arma de guerra, sino como algo cotidiano o las personas a quienes les han quemado la casa y su vida.

Volveríamos porque este es nuestro modo de pelear, nuestro pequeño cuadrado en este infame y gran tablero de ajedrez. Porque lo único que nos mueve el piso es estar allí donde suceden las cosas, en las páginas de Internacional de la época que nos tocó vivir. Regresaríamos, sí. Y también porque alguien tiene que contar la historia de Sifa. Y eso, contar historias, es lo único que sabemos hacer.

Ivancho en el Congo (XV): Aunque no les importe demasiado (I)

El viaje termina y podría resumirlo perfectamente robándole a J.D. Salinger una de sus frases, o mejor dicho, robándosela a uno de sus personajes, a Holden Caulfield: el Congo me deja sin habla.
El Congo nos ha dejado sin habla (y todo eso) cuando no nos han aceptado los dólares fechados antes de 2000 (temían que fueran falsos), cuando nos han vuelto a rechazar dólares posteriores a 2000 debido a una imperceptible doblez o un pequeño orificio o grieta en una de sus esquinas, cuando, a su vez, nos han dado el cambio en francos congoleños que de pura mugre no veíamos de qué importe eran y que de no ser por el celo hubieran caído hecho pedazos sobre el mostrador. Cuando un café con leche ha tardado en llegar 40 minutos a la mesa y cuando ha llegado ha sido en forma de jarra con agua hirviendo, sobre de café soluble y tarro de leche en polvo.

También cuando a pesar de que aquí el gobierno es inexistente y cuando es, es pura corrupción, nos hemos visto obligados a proporcionar nuestros nombres, direcciones en España, lugares de trabajo, edades, nacionalidades… en dos departamentos de inteligencia, dos delegaciones del Ministerio de Información y una División de Minas para que fueran apuntados a lápiz y en un cuaderno de colegio con el fin de que pudiéramos trabajar como periodistas en Congo, previo pago, evidentemente, de 740 euros entre los dos (tenemos permisos para empapelar todas y cada una de las sedes de los lugares citados).

Sin habla nos hemos quedado al descubrir en un país donde nada funciona y donde cada cual campa a sus anchas, para ir de Kivu norte a Kivu sur, o viceversa, hay que pasar por un control de inmigración, mostrar pasaportes, permisos, reserva de hotel, nombre de soltera de tu madre, etcétera... Igual que si les pidieran el pasaporte al llegar al aeropuerto de Bilbao llegando de Madrid, aunque quizá eso pronto no sea del todo descabellado.

Pero mi escena favorita, con la que enmudezco solamente mentarla, sucedió en la misión Don Bosco de los Padres Salesianos en Goma. Domingo, once de la mañana, salón comedor y sala de televisión. Guillem y el que les escribe sentados en un viejo sofá de tela y madera atentos a las noticias de la CNN y comiendo cacahuetes. Llegan los religiosos: el director de la misión, unos 45 años; el cura más veterano, alrededor de los 60; dos jóvenes seminaristas, y la chica de la cocina y su novio. Estos últimos vestidos de domingo. Impecables y horteras.

No sé como sucedió; pero empezaron a servir cerveza -la hora del vermú, pensamos- y se apoderaron del mando a distancia del televisor sin que ninguno de los dos nos percatáramos. Así que sin entender aún cómo, acabamos con los curas de cerveceo en la misión y, por decisión unánime de la curia pontificia, viendo de principio a fin el campeonato europeo de gimnasia rítmica. Saquen ustedes las conclusiones que quieran sobre la programación televisiva del clero, yo sólo les diré que a mi Bulgaria me dejó sin habla.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Ivancho en el Congo (XIV): Cartelera de Bulengo


Como ya expliqué unas cuantas entradas más abajo, en los campos de desplazados de Goma hemos encontrado casi cualquier cosa, incluso un cine, un cine Congo's style, claro.
En la imagen, el Cinevideo Djrona. Dos de las películas que proyectan son Jacki Kunfu y Mafia Ninja, desconocemos el director. Si se fijan, pueden ver afuera el generador que mantiene con energía el proyector y, si afinan más la vista, los cables empalmados y sin la cubierta de goma con los que cualquiera puede tropezar. Repito, Congo's style.

Ivancho en el Congo (XIV): Crónica de un regreso

Junto al tronco de uno de los árboles de la entrada al campo de desplazados de Bulengo, a las afueras de Goma, se apilan varías garrafas de agua amarillas y vacías, una pequeña banqueta de madera, una radio de onda corta, una maleta de tela mugrienta con cuadros escoceses rojos y azules, una puerta fabricada con el metal de las latas de aceite vegetal enviadas por la agencia estadounidense USAID y el palo de un paraguas reconvertido en bastón.

Los enseres aguardan a alguno de los desplazados que preparan su vuelta a casa o la ida al campo de Mugunga III. No todos se atreven a regresar de donde huyeron aterrorizados por los hombres del general Nkunda, “detenido” ahora en Ruanda y recibiendo tratamiento contra el VIH, o por la sanguinaria guerrilla del FDLR.

El campo de desplazados de Bulengo es probable que se haya desmantelado del todo cuando este artículo vea la luz. Hace unos días quedaban tan sólo unas pocas tiendas en pie, desperdigadas entre cenizas aún humeantes y plásticos de colores sucios y rotos. Y la mayoría de personas que vivían allí habían salido ya hacia sus hogares o estaban en ello.

A lo largo del camino que lleva a una de las carreteras principales de la ciudad se suceden mujeres, ancianos, niños y algún que otro hombre con enormes hatos a cuestas en los que llevan mantas, ropa, maderas, cubos, plásticos y lonas del ACNUR. Retales de dos años de vida en tierra de nadie, sin modo de ganarse la vida, sin nada que llevarse a la boca y con las pocas esperanzas de todo ello hechas trizas.

“Me voy. Regreso a mi pueblo, Rugari, en Rutshuru, porque no quiero morirme de hambre en este campo. Ni yo ni mi marido ni mis siete hijos”, dice Esperance Batyakulere. “Sé que la situación no es segura, que siguen habiendo enfrentamientos y que las milicias siguen allí saqueando y violando. ¿Pero qué quiere que haga? Tenemos hambre y aquí no hay qué cultivar. Prefiero estar en Rugari, aunque tengamos que dormir en el bosque para evitar estar en casa si la saquean al anochecer. Prefiero eso que seguir viviendo en este campo”, añade mientras ata concienzudamente una gruesa pila de ramas de un metro y medio de largo con un pedazo de tela. “La ida será larga. Mi pueblo está a 40 kilómetros y tenemos que ir a pie, el camino nos llevará al menos dos días”, explica. Y mejor llevar la leña a cuestas que salir a buscarla monte adentro. Esa es la situación donde se dan gran parte de las violaciones a mujeres.

Un grupo de niñas de no más de seis o siete años ríen divertidas de la ocurrencia de una de ellas. Todas cargan un pequeño bidón naranja repleto de agua. Lo llevan sujeto con una tira de tela, los dos extremos de ésta atados al asa de la garrafa y la parte central apoyada en la frente. De ese modo reparten el peso entre la cabeza y el cuello y la parte baja de la espalda donde descansa la garrafa.

Boniface Tegemaso, de 52 años, tiene aspecto de profesor universitario de literatura. Luce una perilla cana bien recortada, una camisa blanca a cuadros impoluta y unos vaqueros limpios y desgastados hasta la saciedad. Habla pausado, con un inglés casi perfecto y con la mirada cansada. “Llevo aquí demasiado tiempo. Tanto mi mujer y yo sabemos que la situación en Masisi no es segura, que la guerra continúa en esa zona, pero allí está nuestro hogar, nuestros campos que cultivar… aquí no tenemos nada. La vida es muy complicada sin trabajo, sin nada y con un dolor inmenso en el corazón… ¡Es que somos desplazados!”, lamenta.

Pero no todos regresan a casa. Un buen puñado de ellos va a ser transferido al campo de Mugunga III en dos viejos camiones militares propiedad del ACNUR. Reconvertidos por la agencia en vehículos de carga. Una cincuentena de personas se agolpa junto a sus remolque. La mayoría de ellas porta una pulsera blanca de identificación. Esperan a que se les llame para subir a los vehículos, mientras reordenan nerviosos sus pocas pertenencias: cubos, ropas, maderas… Todo marcado con una etiqueta blanca y un número rojo. Un crío rompe el murmullo jugueteando con un gallo al que lleva atado de una de sus patas con un cordel rojo.

De los seis campos abiertos alrededor de Goma, tan sólo el de Mugunga III se prevé que quede en pie. Y eso sucederá esta misma semana. Los responsables de la MONUC, la misión militar de Naciones Unidas en Congo, se jacta de ello. La ofensiva conjunta con las corruptas Fuerzas Armadas de la RDC (pues sus soldados son los mayores perpetradores de violaciones, agresiones sexuales y saqueos del país, según HRW) contra la guerrilla ruandesa del FDLR ha propiciado que 300.000 desplazados (retornados, les llaman) regresen a sus casas, dicen.

Retornados como Boniface o Esperance que vuelven no porque sus poblados sean hoy más seguros tras el inicio de la operación Kimia II (kimia significa paz en swahili), sino porque simplemente tienen hambre. “Además, lo que no cuentan en la MONUC es que si bien es cierto que hay 300.000 retornados y que los campos en Goma están cerrando, desde enero, desde el inicio de la ofensiva militar, ha habido 800.000 desplazados más en el este de Congo. Y eso son cifras de OCHA, de la Agencia de Naciones Unidas para los Asuntos Humanitarios…”, señalan desde las altas esferas de la ONG internacional Oxfam.

Y es que como apuntaba un cooperante español recientemente, “la situación dentro de Naciones Unidas es esperpéntica. Mientras la MONUC apoya a ejército congoleño, OCHA recoge los destrozos”.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Ivancho en el Congo (XIII): La manera más estúpida de morirse



El primer consejo que nos dieron al llegar hace ahora casi un mes a Goma fue: “si estáis en un bar y veis entrar a un soldado borracho, corred.” El consejo venía de uno de los responsables de prensa del ACNUR, así que, a pesar de ser un periodista, me pareció un consejo útil. “El año pasado me vi de bruces en el suelo mientras un militar se dedicaba a tirotear el techo de este mismo local”, añadió. Justo dos días después en un garito llamado Doga, tomando un café e intentando enganchar la línea wi-fi, nos topamos con un milico de cerveza hasta las cejas que nos reclamó varios billetes de dólar. “Vengo de la guerra”, decía el cabrón, mamado sin remedio. No portaba arma, quizá la había perdido, el muy imbécil, tres bares más allá, así que la cosa no pasó a mayores.

El caso es que les podría decir que lo que más he temido en este viaje (en pocos días se acaba) ha sido (episodio del bastión del FDLR aparte) cruzarse con un grupo de soldados con boina y gafas oscuras. Les podría decir que prefiero toparme con un frente de la guerrilla ruandesa en pleno monte al anochecer que con uno de estos tipos borrachos jugando con su AK-47. Quizá porque están mal entrenados y son indisciplinados hasta la médula, porque no cobran y cuando lo hacen no ingresan más de 30 dólares mensuales, etcétera. Eso explica muchas cosas.
Les podría decir todo eso, pero les mentiría. Pues lo que de verdad me tiene atemorizado hasta el tuétano son las temibles “moto taxi”. Motocicletas de 125 centímetros cúbicos de fabricación india, chasis plástico y multicolor y de estabilidad nula. Los taxistas suelen ser muchachos jóvenes, sin licencia -“es más barato pagar la mordida al poli”, le decían a Guillem hoy- y sin idea de conducir, ya saben, un taxista al uso.

Las avenidas de Goma tienen un carril sentido ida, uno sentido vuelta y un tercero, el carril multi sentido. Justo entre el de ida y el de vuelta. En ese convergen sobre todo motos, bicicletas y algún peatón despistado y cargado de sacos de grano o bidones amarillos llenos de agua. Además, el taxista de las moto taxi tiene especial tendencia a tomar ese carril deviniendo todo en un zigzagueo permanente con el fin de evitar llevarse por delante a otra moto, a una bicicleta o al bendito peatón. Todo eso sin casco y a la máxima velocidad posible. A los cabrones les va la marcha.

El moto taxista también es propenso a invertir el orden del acelerón y el frenazo. Es decir, uno va detrás, de paquete, a 70 kilómetros por hora, con lluvia, sin casco y de noche (que ya hay que ser estúpido) y mira acongojado sobre el hombro del conductor para ver como un mono volumen accede al arcén mojado, ves también que te separan diez metros del vehículo y sientes el acelerón espontáneo del piloto previo pitido del claxon. A eso también son propensos estos tipos. Lo mismo ocurre cuando un peatón cruza la carretera.

Guillem y el que les escribe nos vemos obligados a tomar una media de cuatro veces al día este modo de transporte. Así que hemos conseguido relativizar el peligro… y el valor de nuestro propio pellejo. Me explico, al principio apretábamos fuerte las piernas contra el chasis de la moto a cada giro de manillar, mientras camiones y 4X4 pasaban veloces a pocos centímetros de nuestras rodillas. Nos asíamos con toda nuestra alma a las agarraderas de la parte trasera de la moto cuando ésta se tambaleaba a cada profundo socavón de las calles de Goma, cerrando los ojos y esperando estamparte a un poste de una farola fundida o una caseta de recargas de teléfonos móviles de chapa oxidada, no sería el primero en palmar de esa infección aquí este mes. El caso es que ahora todo eso, ese peligro, es relativo. Si nos chocamos con otra moto, pensamos, todo bien. Los vehículos están en igualdad de condiciones y en cuanto a los que vamos montados en ellos, creo que Guillem y yo llevamos las de ganar en el impacto. Ellos son bastante flaquitos y poca cosa.

Si el golpe es contra un automóvil, la cosa no puede ir más allá de unas magulladuras, los socavones no dan lugar a que suela circularse a una velocidad demasiado elevada. Así que, si uno está alerta y tiene reflejos, puede salvar la dentadura sin demasiados problemas. Si el otro implicado en el siniestro es un 4X4... Esa posibilidad la descartamos, suelen ser de ONG internacionales y tenemos fe que el que va al volante sí tiene carné de conducir y frenará al tiempo (eso es si es fe y no lo de los católicos).

Están también los camiones. Mi teoría nos deja a salvo, o casi. Todo va bien si lo golpeamos por detrás. El primero en comérselo es el conductor de la moto. Nosotros, a lo sumo, nos comeríamos su casco y, créanme, tiene más resistencia un orinal. Pero claro, el camión puede venir de frente (la mayoría de las veces es así). Camiones cargados más de la cuenta, con el remolque de un lado a otro de la calzada debido precisamente a ese peso. Con los neumáticos más que gastados, frenos (apuesto) que sin revisión alguna, a velocidad excesiva…. Entonces, entonces sí, sería la manera más estúpida de morirse.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Ivancho en el Congo (XII): Las gemelas Chito y Chikuro

“Los hombres que vienen aquí no deberían tener entrañas”
Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas

Las gemelas Chito y Chikuro tienen seis años. Son congoleñas, despiertas, de risa fácil y además guapísimas. A simple vista nadie diría que recuerdan a menudo a su madre, quien las abandonó hace algo más de un año porque ellas, Chito y Chikuro, nacieron nueve meses después de una violación.

Un soldado de las Fuerzas Armadas de la RDC violó a Nindja, la madre de las pequeñas, cuando ésta tenía poco más de 14 años. Cómo sucedió todo pueden imaginarlo si leen unas cuantas entradas más abajo. El sistema siempre es el mismo, independientemente de quien cometa la violación, si un soldado, un guerrillero de las FDLR o un militante desmovilizado del CNDP. Noche cerrada, aldea en el monte, patada en la puerta, golpes, gritos ahogados y todo lo demás.

Violada y además embarazada, ahí empezaba el verdadero drama para Nindja. “La sociedad, la comunidad en la que vives y hasta tu familia te estigmatiza en este país si te han violado. En lugar de verte como a una víctima, te señalan, te acusan… ¿Qué por qué? Porque si te violan, como mujer, ya no vales para nada, ya nadie se quiere acostar contigo, nadie quiere casarse contigo, ni mucho menos tener descendencia contigo… y claro, eso implica que tu familia, entre otras cosas, se queda sin la dote que iba a ofrecer por ti tu futuro pretendiente. Son muchos los años de machismo en este país”, me decía hace unos días la coordinadora de los programas de género de una ONG internacional.

Los padres de Nindja la echaron de casa. Acudió entonces al militar que la había agredido y tampoco éste quiso saber nada de ella. Así que decidió viajar hasta la capital de Kivu sur, Bukavu. “Tras una violación, muchas mujeres se quedan solas, indefensas sin círculo social ni familiar. La mayoría de las veces terminan prostituyéndose o vuelven a ser agredidas sexualmente precisamente por eso, por esa falta de protección que te ofrece la familia y la comunidad en la que vives”, apuntan varios cooperantes de MSF.

Desconozco si a Nindja le sucedió algo así en Bukavu. Lo que sí sé es que nueve meses después llegó el parto y fueron gemelas. Que Nindja se las arregló durante cinco años para alimentar dos bocas más que la suya en una ciudad sucia, corrupta, agresiva e ingrata hasta que el año pasado tomó la decisión. “Las trajo una mañana. No podía hacerse cargo más tiempo de ellas, no en esas condiciones, me dijo. Así que nos cedió la custodia y firmó un documento legal conforme jamás regresaría a buscarlas”, confesaba la otra mañana el Padre Adrien, uno de los javerianos responsables de la casa de acogida Tumzi de Bukavu, mientras Chito o Chikuro, me resultó imposible distinguirlas, me tiraba sorprendida y concienzudamente del bello de mi antebrazo derecho mientras fruncía su pequeña nariz.

Tumzi: tumaini ni uzima. Esperanza es igual a vida, en swahili.

Ivancho en el Congo (XI): Anécdota en el bastión del FDLR

Como suelo decirles: imaginen la escena. Vehículo 4X4 cubierto de polvo naranja, carretera entre montañas infinitas y verdes, muchas hojas de palma, cielo abierto, azul, sin nubes y sin otro ruido que el del motor de nuestro coche y sin otra presencia a miles de metros a la redonda que la nuestra. Fixer, conductor, equipos de fotografía, etc. En busca de las minas del Rey Salomón, o casi.

Jean Pierre, nuestro fixer, el tipo con más paciencia del mundo, aprovecha uno de los pocos tramos sin socavones en la pista para volverse a nosotros y comentarnos como quien te dice “hola buenos días”, que la zona por la que estamos circulando es uno de los últimos bastiones del FDLR, las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda, la guerrilla hutu ruandesa (cuyos fundadores fueron algunas de las cabezas pensantes del genocidio del 94 en el país vecino) que sigue activa en Congo, y que es un lugar poco recomendable, pero que tranquilos, muchachos, que ya casi estamos llegando a la mina, y todo eso.

De pronto escuchamos un serpenteo fuera y acto seguido un impacto seco en la parte posterior izquierda del coche, justo donde va sentado Guillem. Zzzzzzassss… Pac!!! A los que les han disparado alguna vez saben de lo que hablo. (Aprecie el lector la voluntaria e impagable “perezreverteada” que este cronista acaba de marcarse). No obstante, tras unos segundos de desconcierto (y de mucho acojone), descubrimos que por fortuna no había sido un disparo.

Pueden comprobarlo ustedes mismos.





Ivancho en el Congo (X): Periodismo empírico


El autorretrato lo tomé en el interior de la mina de oro de Ntondo, en Mubumbano. Transcribo a continuación las notas telegráficas que tomé en el cuaderno de viaje un segundo después de salir al exterior. La cara de circunstancias (pura congoja, les confieso) no es gratuita.

“Nos metemos dentro, apenas cabemos en cuclillas, las paredes del túnel son frías y húmedas. Una capa de barro o lodo las recubre, si rascas saltan piedrecillas, da la sensación de ser muy frágil, de no ser piedra sino barro, un barro que va a desvanecerse de un momento a otro. Evidentemente oscuro, los focos tipo casco no alumbran, huele a humedad, asfixiante, agobiante, caminas a gatas -a gatas o en cuclillas- te cuesta caminar porque tu cuerpo topa con las paredes a cada pequeño paso, te cuesta andar, te atascas. También puedes avanzar arrastrándote al más puro estilo militar, pero hay minas que penetran casi en vertical hacia bajo. 60, 70, 75 metros de profundidad. Sin ningún tipo de pilares, de estructura que sujete la masa de tierra, fango y piedras. Tampoco sin sujeciones al exterior.”

domingo, 6 de septiembre de 2009

Ivancho en el Congo (IX): Eufemismos y princesas (II)


Niños congoleños jugando en el campo de desplazados Mugunga I. Ivan M. García

Esperance tiene 25 años, lleva viviendo en Mugunga desde hace dos y su resumen de lo que supone el día a día de los desplazados no deja resquicios para la duda:. “la vida aquí es solamente sufrir”, sentencia. Aunque lo hace de manera tímida, con cierta desconfianza por tener a un muzungu sentado dentro de su tienda. Vive con su marido y los hijos de ambos. Un niño y una niña de cinco y dos años, respectivamente. “No hay comida, la recibimos una sola vez al mes. Ese es el problema, pues a veces no hay para todos los desplazados que estamos aquí”, añade.

No obstante, desde varias organizaciones humanitarias internacionales apuntan que el problema, en realidad, no es que escasee el sustento, sino que al reparto mensual de alimento acuden personas que están registradas en varios campos al mismo tiempo para conseguir más raciones de las que debieran. Muchas de ellas para revenderlas a cuenta propia.

“No nos dan mantas con las que cobijarnos, ni colchones. Mire (levanta la tela sobre la que estoy sentado). Piedras. Y es ahí donde tenemos que dormir. Imagine en qué condiciones deben hacerlo nuestros hijos”. Mira hacia arriba y toca con la yema de los dedos la lona del ACNUR. “Está llenas de agujeros. Nos dieron esta hace dos años y no han vuelto a repartir más. La estación de lluvias está al caer. ¿Se imagina lo que es pasar la noche aquí cuando llueve?”

Ante tal panorama a Esperance, como a muchos otros desplazados, no le queda otra que buscarse y rebuscarse la vida para sacar unos pocos francos mensuales con los que llevar algo a la boca de sus dos pequeños. Ella y su esposo venden musururu. Un mejunje a base de agua, maíz, sorgo y azúcar, aunque su sabor es extremadamente agrio. El de Esperance es además aguado y con grandes grumos de grano. “Vendiéndolo podemos sacar unos 800 francos al día”. Poco menos de un dólar.

Por ello, por el rebusque, no es extraño toparse en los campos con mostradores improvisados con maderas donde se exponen pequeñas bolsas de plástico transparentes con dosis diminutas (las únicas que pueden pagarse ahí dentro) de sal, harina, azúcar y hasta de detergente. Bolígrafos, polvos colorantes para que los niños endulcen el agua, pilas, tabaco, etcétera. Hay campos incluso con mercado central. Además, nunca faltan casetas de dos por dos metros, de madera y techo de lata que bien pueden ser restaurantes -Chez Doniz, se llamaba uno- como un peculiar salón de coiffeur -una peluquería- donde el corte siempre es el mismo: rapado al cero con una vieja máquina manual.

“Si tienes dinero, compras, por ejemplo, plátanos y puedes venderlos aquí dentro. Si no tienes dinero puedes recoger agua para la gente que vive aquí, ganarte unos francos con ello o conseguir comida a cambio del favor. También puedes lograr dinero vendiendo madera. Puedes salir del campo, ir al monte y cortar leña para venderla, la gente la necesita para cocinar. Pero eso es peligroso. Si eres mujer, en el bosque te pueden violar, y si eres hombres te pueden secuestrar los grupos armados, sobre todo el FDLR, para que les cargues los equipos. Si te niegas, te disparan”, explica Zawadi, de 29 años.

Más allá, me topo con una peculiar imagen. Una joven vestida de traje negro -chaqueta y falda- con listas verticales y de pelo alisado baña a su hija, un bebé de apenas un año, en media garrafa de agua abierta por uno de sus costados. Cerca de esta escena, unos críos juegan con una pelota hecha de tiras de plástico de bolsas ya inservibles, bajo la atenta mirada de una niña de ojos oscuros, con la cabellera rapada y dos enormes aros plateados luciendo en sus lóbulos. Lleva un vestido amarillo claro, de princesa. Un vestido hecho jirones, raído y polvoriento; pero que sigue siendo el vestido de una princesa

Ivancho en el Congo (VIII): Eufemismos y princesas (I)

Las regiones de Kivu norte y Kivu sur suman más de dos millones de IDP, por emplear los anglicismos de las ONG. Internal displaced people. Población interna desplazada podría ser una buena traducción. Población porque se refiere a personas, familias, viudas, huérfanos, mutilados, etcétera. Interna porque son parias en su propio país, víctimas de un conflicto que atañe al menos a tres naciones de la región de los Grandes Lagos y donde llevan pagando los mismos demasiados años. Y desplazada porque han debido abandonar sus hogares, sus pequeñas parcelas de tierras, sus ínfimas posesiones y, en ocasiones, sus familias para huir de una guerra librada hasta hace bien poco por tres guerrillas, el destartalado ejército congoleño y el ruandés.
Imaginen el efecto en poblados perdidos en el monte -bush lo llaman aquí-, incomunicados o si no lo están, conectados por caminos que devienen en puros lodazales en la época de lluvias. Con casas de madera, en el mejor de los casos, de barro y paja o mantenidas en pie a duras penas con lonas del UNHCR compradas de segunda o tercera mano. Ya saben, el África de Informe Semanal pero en vivo y en directo. De verdad.

Tras su huida, los desplazados se asientan y levantan chozas y barracas a las afueras de las grandes ciudades, en las zonas menos ricas del país (donde escasea la casiterita y el coltán) o junto a las grandes vías de comunicación. Allí donde no llega la guerra. A las afueras de Goma, encorsetado entre el volcán Nyiaragongo y la carretera, cuyas cunetas están trufadas de palma, se encuentra el campo Mugunga I, gestionado por el UNHCR y donde parecen trabajar todas las ONG del mundo.

Un cartel de prohibido portar armas -un Kalashnikov dentro de un círculo rojo y bajo una X del mismo color- preside la entrada del campo. Más allá, un par de carteles de organizaciones humanitarias, uno de ellos previniendo del abuso sexual por parte de cooperantes, también una decena de vehículos todo terreno, una pequeña y destartalada caserna de policía y una improvisada sala de maternidad financiada por UNICEF y el WFP, ambos organismos de Naciones Unidas. Afuera de ésta, una treintena de mujeres y sus treinta hijos guardan turno para entrar. Cuando lo hacen, los pequeños son pesados en una báscula de gancho por dos rollizas enfermeras que, tras anotar el peso del vástago en una libreta, lo hacen también en el antebrazo de la madre.

Alrededor de este peculiar centro materno filial, otras mujeres esperan sentadas en el suelo con los críos en brazos. Muchos de ellos con mechones de cabellos casi rubios. Claro síntoma de desnutrición. Van descalzos, algunos, con chanclas de goma desgastadas, otros. Todos, llenos de mocos y de polvo. Curiosamente sólo uno de ellos llora. El resto de madres permanece en silencio y la que de veras alborota es una oronda enfermera que demanda unos billetes a este cronista. Muzungu aquí es sinónimo de dinero fácil.

El interior del campo es una cuadrícula infinita donde cada cuadro es una choza de unos cuatro metros de largo por uno y medio de alto y ancho. Están hechas de ramas de árboles, maderas, pedazos de troncos, hojarasca, piedras volcánicas y de las sempiternas lonas del UNHCR. A algunas de ellas les han añadido una puerta fabricada de latas de aceite de la agencia USAID. Unas latas plateadas en las que está escrito en letras azules y rojas: USA. Refined vegetable oil. Vitamin A fortified. USAID. Entre estas tiendas, donde en ocasiones cohabitan hasta diez miembros de una familia, y a cada cierta distancia, se hallan las letrinas levantadas por varias ONG, en su mayoría por Oxfam International, para evitar el cólera en los campos.

El terreno es irregular, duro, pues la lava procedente de la ultima erupción del volcán aún permanece cubriendo el suelo de esta zona. “Si tuviésemos una nueva erupción, los desplazados serían los primeros en morir. A los primeros a quien alcanzaría la lava”, comenta un trabajador del ACNUR.

Una mujer pasa con un niño atado a su espalda con una enorme tela de flores. Porta un paraguas de colorines, sucio, para protegerse del sol. Se cruza con un hombre que, altavoz en mano, convoca a gritos a la población del campo para el comité de higiene. Allí se realiza la sensibilización para usar debidamente las letrinas, para lavarse las manos antes de cocinar y antes de comer, para saber qué agua emplear en las comidas y cómo. Y sobre todo, los peligros de preparar el sustento dentro de las tiendas. Los incendios de éstas son frecuentes en los campos.

lunes, 31 de agosto de 2009

Ivancho en el Congo (VII): Aviso a madres

No es ego (bueno, quizá sólo un poco), es para que sendas madres respiren un día más tranquilas. Seguimos sanos y salvos, con horarios y cánones religiosos, esos sí (los de los misioneros, Padres Blancos, que caritativamente nos han acogido en Bukavu), pero trabajando y en ruta. Para muestra, unas instantáneas de nuestras "oficinas" congoleñas.







domingo, 30 de agosto de 2009

Ivancho en el Congo (VI): Una travesía en el Mugote

El Mugote es uno de los barcos que cruzan unas tres o cuatro veces a la semana (según carga y pasaje) el lago Kivu, de Goma a Bukavu y viceversa. En concreto es el slow boat. Tarda unas cinco horas en realizar el trayecto, el speed boat lo cubre en apenas dos. Por ello es también el más barato: 15 dólares segunda clase, 25 primera. Eso sí, te ofrecen bocadillo de queso y gaseosa cortesía de la casa. Nosotros fuimos en primera; pero no por el bocadillo, sino porque eso permite sentarte en la proa del barco, en cubierta, que se agradece cuando al queso de tu sanduche le falta nevera y empieza a darte guerra en el estómago.

El viaje empieza a ser realmente hermoso cuando se han cubierto las dos primeras horas. El lago se estrecha y se suceden varias islas de bosque y tierra verde y fértil. Casi desiertas. El buque, una carraca vieja y oxidada que sorprende que se tenga a flote, se cruza con cayucos de pescadores que recuerdan mucho a los que llegan a las islas Canarias.

El pasaje se sucede en cubierta: militares, hombres de negocio con trajes de solapas anchas, un par de tallas más de lo adecuado y combinados con corbatas cortas y de colores chillones, niños vestidos de domingo, mujeres con pañuelos de colores en la cabeza, jóvenes de camisetas viejas y sucias y la tripulación del Mugote. Entre ella, el capitán del buque: un tipo de unos cuarenta largos, alto, flaco y con un traje militar azul marino, raído, con galones dorados y una gorra blanca. Nos recordó mucho a "Vacaciones en el mar".

De pronto el buque aminoró la marcha y viró unos grados. Me asomé por la amura de babor y vi que estábamos a muy poca distancia de un pequeño islote. Árido y, si hubiéramos estado a unas pocas millas, hubiera jurado que desierto; pero no. Una cincuentena de personas se agolpaban en un estrecho muelle de madera bajo el letrero: Puerto de Ruhundu. Hombres, mujeres, jóvenes, niños. Todos gritaban. El buque se colocó a unos pocos metros en paralelo al dique y vimos que eran vendedores.

Lanzaron un par de cabos a tierra para ayudar en la maniobra hasta que el costado del barco tocó el muelle. Pensamos que dejaría pasaje y recogería a otras personas que se dirigían a Bukavu, pero no. Las compuertas no se abrieron. Los que estaban en cubierta se avalanzaron a babor billetes en mano. La mujer del pañuelo de colores consiguió cuatro enormes piñas por 1.000 francos, el joven callado con pantalón de punto y aspecto de estudiante de derecho se hizo con cinco cajas repletas de pilas tipo transistor y la joven escotada con camiseta de leopardo compró unas rosquillas casi a ultima hora, cuando el buque empezaba a navegar. Pero la mejor compra fue la de un fulano bajito, con un traje oscuro y de listas blancas. El tipo, que parecía un vendedor de biblias a domicilio, compró, además de unas cuantas piñas, un pavo enorme que no se inmutó en todo el trayecto.

Me quedé absorto, sin entender muy bien la maniobra del buque y qué hacía aquella gente allí esperando. La escena me recordó a las novelas de Márquez. Confundido estaba hasta que Guillem, lúcido, me lo aclaró todo: "esto debe ser el área de servicio".

jueves, 27 de agosto de 2009

Ivancho en el Congo (V): Florence

Florence es menuda, casi frágil. Se sienta delante de mí y apenas me mira cuando lo hace. Agacha la cabeza y se arregla el pañuelo largo, de gasa verde, que lleva cubriéndole la cabeza. Asiente con ella a las palabras en swahili que casi le susurra al oído el traductor mientras busca a ciegas una de las puntas del pañuelo para hacerle un nudo.

Me llamo Florence. Florence Simpeze y tengo catorce años, añade antes de quedarse con la mirada fija en el suelo.

Florence vivía en Rutshuru. Aquella noche cenaba en su casa acompañada de su padre, su tía y su abuelo. Escucharon un golpe. Al volverse sólo les dio tiempo de ver la puerta abierta y a dos hombres uniformados entrando en la casa. Luego todo fue muy rápido.

Mataron a mi padre. Empezaron a golpear a mi abuelo… le partieron un brazo -cuenta Florence mientras aprieta nerviosa el nudo de su pañuelo. Luego me violaron. Me violaron delante de mi abuelo y del cadáver de mi padre. Aquellos dos hombres me violaron mientras el resto de la milicia atacaba mi pueblo y sólo se fueron cuando mi tía empezó a gritarles. Histérica. Llorando. Florence tenía once años cuando eso ocurrió.

Ella no sabe si fueron los hombres de Laurent Nkunda, la guerrilla tutsi del CNDP (Congreso Nacional de Defensa del Pueblo), cuyos hombres forman parte hoy del ejército congoleño, o miembros de las fuerzas armadas del Congo. O tal vez también pudieron milicianos del FDLR (Frente Democrático para la Liberación de Ruanda), grupo rebelde formado por los hutus que orquestaron el genocidio ruandés del 94. Poco importa ya.

La menuda Florence tampoco sabe que la organización Human Right Watch (HRW) (piedra en el zapato para mandatarios como Uribe, Chávez y el propio Kabila) señaló a la República Democrática del Congo como “el lugar más peligroso del mundo para las mujeres y los niños”. Precisamente por la violencia sexual. Y es que, según la misma entidad, durante los últimos seis años, 40.000 mujeres han sido violadas en Congo o lo que es lo mismo: 27cada día.

Florence también desconoce que la práctica totalidad de agresores queda impune. Libre. Bien por falta de jueces (están modificando el sistema judicial en este momento y no hay magistrados que se puedan hacer cargo de los detenidos), bien porque la justicia militar es débil y corrupta. Aún no se ha encarcelado a ningún mando militar por violación. Nada de eso sabe Florence y me temo que le importa relativamente poco.

Quiero aprender a coser. Así podré ganar algo de dinero y ayudar a mi tía y a mi abuelo. Eso es lo único que me preocupa. Eso y que la gente deje de señalarme y de reírse de mí. Lo hacen porque me han violado… y yo tengo que quedarme callada… ¿Qué más puedo hacer?

martes, 25 de agosto de 2009

Ivancho en el Congo (IV): Goma, in the middle of nowhere (y II)

Pero por si no fuera poco. A lado y lado de la calle, a menudo más un lodazal de intenso negro que otra cosa, se apostan mujeres sentadas en el suelo sobre mantas para vender frutas y hortalizas con mil moscas revoloteando alrededor. Otras se sientan sobre una pequeña caja de manera, con un cartón con el que abanicarse, ante otra caja un poco mayor donde ofrecen el pescado del día: grandes, pequeños, diminutos, fresco, ahumados, secados al sol, en salazón... La basura se acumula entre estos improvisados tenderetes y en los portales de las casas. Hay tramos en los que el olor se instala en las fosas nasales y ya no sale de allí hasta cuatro calles más allá.

Fotocopiadoras y generadores. A lado y lado de la calzada uno se topa con mesas de madera donde descansan fotocopiadoras conectadas a un generador de electricidad a gasolina. Una fotocopia 30 francos, 60 si es en color. Y pequeños quioscos destartalados de madera donde reparan, recargan y liberan celulares. Cualquier oportunidad es buena para ganarse unos francos… incluso hay niños que no levantan un palmo del suelo dirigiendo el tráfico con silbatos de plástico y colores pastel.

Es una lástima, tot plegat, como dicen en casa. Pues Goma tiene el privilegio de estar cercana a uno de los parques naturales históricos en el mundo, el de Virunga, y se ubica a orillas del inmenso, infinito y espectacular lago Kivu. Podría ser el paraíso: un lago inmenso en el que nadar y al que tienen vista los mejores hoteles de la ciudad (aunque hoy algunos carezcan de comodidades tan simples como una lámpara de noche o se corte la luz a cada rato), el parque de Virunga a un tiro de piedra, rutas de trekking con unos parajes increíbles, fauna, flora. Ya en la propia ciudad espacios para edificar, mano de obra dondequiera que se mire… y si me apuran, hasta garitos con onda poseen, lástima que hoy estén repletos de prostitutas y de tipos que manejan más dinero del que pueden asimilar.

Llegamos a Ishango. “Merci beaucoup”, le digo con un acento horrendo al motorista. Doy dos pasos y se me cuelgan dos mocosos del pantalón al grito de muzungu, muzungu (hombre blanco en lengua swahili). Sonrío y me digo “¿qué me hubiera pasado a mi si yo hubiese hecho lo mismo y me hubiera agarrado a las perneras un turista gringo de dos por dos en las Ramblas al grito de negro, negro?”… Y sí, también me hago una gracia tremenda.

Ivancho en el Congo (III): Goma, in the middle of nowhere (I)

Goma es el lugar más inhóspito que jamás me he echado a la cara. Llegamos a ella a través del paso fronterizo con Ruanda, desde una ciudad llamada Giseny. Un paso a nivel y apenas dos casetas de policías congoleños mal encarados. Pasando los controles se llega a un extremo de la avenida más grande de la ciudad: dos carriles, uno de ida y otro de venida, jalonados por enormes rotondas cada 200 o 300 metros.

El arcén está levantado en casi toda la pista, las piedras del subsuelo se confunden con la lava sólida de la última erupción del volcán Nyiaragongo, a unos pocos kilómetros de la ciudad, aún activo y en alerta amarilla (peligro). Y un molesto polvillo negro procedente de la geología volcánica lo cubre todo y se te mete por los orificios de la nariz hasta llegar a la garganta. También se adhiere molestamente a la piel y penetra en los ojos. Al final del día parece que uno tiene la línea del párpado inferior marcada con lápiz de maquillar…esta tarde ante el espejo del baño, entre el maquillaje volcánico y la barba de una semana me recordé a Aladino. Me hice mucha gracia.

Como les digo, esa es la mayor avenida de Goma. En el extremo donde nos encontrábamos se agolpaban los cambistas de dinero, los recargadores de tarjetas de teléfonos celulares, todos ellos bajo sombrillas de hierro oxidado y tela negra y mugrienta, vendedores de tabaco, buscavidas y la estación improvisada bajo un árbol de moto taxis, cuyos pilotos cazan cooperantes y periodistas a base de gritos y ademanes para que uno se aproxime. Lo malo es que uno se aproxima. “Hotel Ishango”, digo. “1.000 francs”, dice él. “D’acord”. El tipo se coloca mi bolsa con varios libros adentro y mi enorme portátil en su pecho, me dice que me siente con calma, pues es complicado hacerlo en una pequeña 125c.c. de marca desconocida con una mochila que ocupa casi lo mismo que uno a la espalda, y empezamos el trayecto.

Arrancamos y un enorme avión comercial pasa por encima de nuestras cabezas dispuesto a aterrizar en el aeropuerto de Goma, el ruido lo copa todo, se levanta una nube oscura de polvo, pues hace mucho viento, y nos cruzamos con un camión de la MONUC, la misión militar de la ONU, tras esquivar a un crío en chanclas de goma carcomida montando una bicicleta de manera, ruedas también de madera. “Esto es Saigón en el 67”, bromeo para mis adentros sin entender muy bien que tiene que ver el Congo con Saigón; pero qué quieren, también me hice mucha gracia.

Paralelas y en perpendicular a la gran avenida de Goma hay otras similares. No obstante, la ciudad se cuece en la maraña de calles sin asfaltar y casas, barracas, de madera que se encuentran entre esas grandes vías. La moto circula a trompicones. Las calles no tienen dirección definida y uno debe sortear al resto de moto taxis, deben haber unas 150 por metro cuadrado, a los todo terreno de las mil y una agencias humanitarias y de los hombre de negocios (hay muchos minerales por aquí) que hay en la ciudad, así como a mujeres (sordas a los cláxones, inmunes a los insultos) que caminan con hermosos vestidos y pañuelos de colores portando grandes cestas con la compra sobre su cabeza y enanos mocosos y sucios en las bicicletas de madera. También a policías de tráfico que, inmóviles en medio de la calzada, hacen cualquier cosa menos dirigir el tráfico, policías nacionales que hacen cualquier cosa menos proteger a los ciudadanos y soldados que hacen cualquier cosa (sobre todo emborracharse) menos cobrar su salario.

sábado, 22 de agosto de 2009

Ivancho en el Congo (II): La leche

Llevamos dos días en Goma. Mañana les explicaré cómo es Goma, la capital de Kivu Norte, al noroeste de la RD del Congo, pues hoy no hay tiempo, la conexión va a caer de inmediato. Así que sólo este peculiar episodio, dado que es fin de semana y hasta el lunes no empezamos a trabajar.

Imaginen la escena. Pub Soleil en la avenida principal de Goma. Antro de madera, caña y bambú. Mucho humo, traqueteo musical, una gran pantalla con un partido del Arsenal y un número demasiado elevado de fulanos con cara de pocos amigos. Entramos Guillem, el firmante y nuestro intérprete de swahili y linga. El tipo curtido y bragado, pues se ha comido los últimos años más complicados del conflicto congoleño. También bajito y barrigón. Entra seguro en la sala, con la cabeza alta y paso firme. Saluda a una currante de la noche y agarra por la cintura a otra a quien le ordena que nos tome nota.

Ella tarda. Nos atrincheramos en una mesa alta y ponemos a salvo nuestros equipos. Me da tiempo a dar un segundo vistazo rápido alrededor, ya saben, para saber por donde van a venir las sillas y las mesas si la noche se calienta. Billar americano con tres tipos como tres armarios roperos, dos prostitutas menores de veinte apurando sendos zumos, al final de la barra un fulano con aspecto de negociar con minerales para nuevas tecnologías y junto a nosotros un tipo de casi dos metros, flaco, con un sombrero de piel marrón, bufanda de lana (lo juro) roja al cuello y unos grandes lentes de pasta.

- Se parece a Nkunda, le digo a Guillem. Y reímos sin que nadie se percate.

El ambiente es tenso. Los tipos nos miran. Somos los dos únicos blancos y Guillem, el cabrón, lleva cola hasta media espalda. Así que pedimos la bebida mirando a la camarera fijamente, sin pestañear cuando se acercan las meretrices. Como muy duros, ya saben, a lo John Wayne... que tiene narices ir de John Wayne en el Congo.

-Una cerveza Primus para mi, digo.
-Sólo tenemos grandes, me dice la tipa. De casi un litro, añade.
-Esa es la quiero, le contesto como si me bebiera cada mañana una para almorzar.

Guillem pide lo suyo y nuestro intérprete, sin dejar de consultar su agenda electrónica, le dice a la pájara: "yo tomaré un vaso de leche, de los grandes... y que no esté demasiado fría, por favor".

Bienvenidos a Congo.

Ivancho en el Congo (I): La iglesia de Kigali

Disuclpen la contrariedad: Congo y Kigali. Kigali es la capital de Ruanda y yo, durante algo más de un mes, les hablaré de la República Democrática del Congo, antes Zaire. Aquí acabo de llegar, vía Ruanda (de ahí la incongruencia), con el fotógrafo Guillem Valle para realizar un reportaje sobre coltán, casiterita, tráfico ilícito, menores trabajando en minas, desplazados internos y mujeres violadas por miembros de las diferentes guerrillas y también del ejército congoleño.

No obstante, en esta bitácora no quisiera hablar sólo de eso. Por un lado, arruinaría la venta del reportaje y, por otro, permítanme que esto sea una vía de escape al mismo tiempo que les cuento y les dibujo escenas del día a día de la regiones de Kivu norte y Kivu sur. Aún así, empezaré con Ruanda.

Imagino que se acuerdan de Ruanda. Año 1994, casi un millón de tutsis y hutus pasados por el machete por la milicia hutu interhamwe tras el accidente o derribo del avión presidencial y las arengas de Radio Mil Colinas. Hombres, niños, mujeres, ancianos. Ruanda vio morir a mucha gente mientras la Comunidad Internacional miraba a quién sabe dónde. Todo eso lo recordé de golpe hace dos días en el Kigali Memorial Center.

La exposición permanente que alberga (ellos tienen claro que este tipo de episodios, en lugar de enterrase, deben permanecer en el recuerdo, al menos, para que no sucedan de nuevo) da un repaso a la historia de Ruanda. A como la colonia belga buscó y estableció diferencias físicas entre hutus y tutsis con medios que recordaban a la manera nazi de medir la fisionomía aria y hebrea, como Bélgica dio un trato de favor a una minoría perteneciente a la etnia tutsi, como les inculcó un catolicismo extremo y como defendió en ocasiones principios radicales y racistas que fueron usados más tarde por los hutus frente a los tutsis.

La exposición continuó. Llegamos a los paneles y fotografías del 94. Cuerpos macheteados, hinchados en ríos, quemados en las cunetas, mutilados en las morgues, etc. Y una fotografía de una iglesia, la de la Sainte Famille. Me resultó familiar. Se lo comenté a Guillem y caímos los dos en cuenta en que era la misma iglesia que está al lado del pequeño hostal donde nos hospedábamos en Kigali por cinco dólares la noche.

Leímos el texto que la acompañaba. Decía algo así como que los tutsis, aterrados por la crueldad de los interhamwe y por lo que creían ya inevitable decidían a menudo como última esperanza refugiarse en las iglesias. La de la Sainte Famille fue una de ellas. Su párroco, el Padre Wenceslao, de etnia hutu, abrió una mañana las puertas del recinto para un centenar de tutsis. Pero murieron allí quemados y macheteados después de que el propio cura diera la voz de aviso a la milicia hutu. No fue un episodio aislado.

Al salir del centro me fijé en la placa de agradecimientos por el apoyo a la construcción del edificio. Entre las instituciones que había destacaban la Fundación William Jefferson Clinton y el Gobierno de Bélgica. Recordé entonces el excelente reportaje de la PBS sobre el genocidio y las imágenes del General Romeo Dallaire, el responsable en terreno de la misión militar de la ONU para Ruanda, la UNAMIR, pidiendo unos pocos de miles de hombres más para detener aquello.

No hubo respuesta de la ONU, tampoco del ejército más poderoso del planeta, el de los Estados Unidos cuyo presidente era entonces Clinton. Su gobierno reconoció más tarde que no lo hizo porque tenía miedo de asistir un episodio similar al sucedido en Somalia hacía relativamente poco tiempo: el Black Hawk derribado y, luego, el cuerpo carbonizado de un marine arrastrado por una muchedumbre encolerizada por las calles de Mogadiscio. El gobierno belga también se mantuvo al margen.

Finalmente, la UNAMIR recibió 5.000 hombres más, pero su única misión allí fue evacuar al personal humanitario y diplomático, tanto europeo como norteamericano, y a parte del anterior gobierno hutu, incluso a algunos de los que idearon de la matanza. Si la ONU y su secretario general en aquellos días, Kofi Annan (el secretario teflón, le llamaban, porque todo le resbalaba), hubieran enviado ese contingente días antes, el genocidio se hubiera evitado, ha apuntado alguna vez Dallaire.

lunes, 10 de agosto de 2009

Agosto 2008 - agosto 2009

Señores, lo de cada año. Toca balance.

Living the crisis. Overcoming the crisis. Reuniones, reuniones y más reuniones... si no, no seria IO. Excelente y gratificante aprendizaje de lo que es un gabinete y una ONG por Fuhrmann & Contreras. De nuevo, la calle Olesa. Adiós a las cosquillas del estómago. Hola a la pequeña y singular Lunalú. Una noche en el calabozo. Barcelona en bicicleta. Pensamientos varios de mapas, rutas y dos años en el camino. Mind the gap, mind the gap, mind the gap... La trágica muerte de Dani. Lo poco que nos afectó. El Born o la eterna oficina. El skype (escape, via de) con mi compi. Más bodas de amigos y familiares menores que yo. Lessons of conversation. El último adiós a nuestro hombre en Bunga Raya. Se nos casó el gordo. Lo mucho que nos alegramos. Living the crisis again and overcoming it in Democratic Republic of Congo. Una nueva aventura profesional en África. Volver a los orígenes soltando lastres. Una noche de vino y rock and roll en el Liceu. Noches de Argelia. Ya tenemos cirujano en la familia.

viernes, 31 de julio de 2009

Historias del Congo

Me cuentan que en la República Democrática del Congo (RDC), como en muchos otros lugares de África, no quieren saber nada en absoluto de los euros. Allí, lo que se maneja son los dólares. Pero no todos. Al parecer, los tipos que los cambian por la moneda local en las calles de Goma o Bukavu, por poner dos ciudades al azar, sólo cogen los billetes impresos en los últimos años. Los bancos tampoco quieren saber nada de los que no hayan salido de fábrica a partir de 2000.

Al parecer, la razón se remonta a 1986. Ese año entró en la RDC una partida vastísima de dólares falsos de la que no se dieron cuenta hasta muchos años después. Si pasó en el 86, deben pensar, ¿por qué no pudo pasar durante los años siguientes?. Así que para curarse en salud sólo aceptan dólares recién estampados.

Ya puestos, los que manejan el negocio han decidido darle exquisitez al asunto y tampoco aceptan que los billetes tengan dobleces muy marcadas, pequeñas grietas u orificios. "Si así es, te tienes que comer tus dólares hasta que regreses a Europa. Y piensa que en toda Kinshasa sólo hay dos cajeros. Yo terminé comprándome una cartera exclusivamente para los billetes", apunta mi fuente.

Diálogos playeros (II)

Daza, me acordé de tu comentario al escuchar la conversación esta mañana, así que para vos, quienquiera que seas, aunque me lo huelo. Abrazo.

Situense, playa de Montgat (les juro que pensé que no hallaría esa fauna amante del piercing y el tatuaje facilón), viernes mediodía. Él: bañador ancho y blanco, con la pernera bajo la rodilla, tachuela en la ceja izquierda y cabello a lo CR9. Ella, rubia oxigenada, ojos claros, clarísimos, moreno de UVA y un minúsculo tanga (tipo seda dental, lo llaman) rojo con topos blancos. Veintipocos los dos.

- Bueno, cari, tu tampoco es que seas tan de buen paladar, ¿saes?, dice ella. Quiero decir que tus comidas, las que te comes, ¿saes?, no son tan, tan... tan elaboradas. Añade, como explicándose, ¿saen?, y marcando cada una de las sílabas de "elaboradas".

Él asiente. Sentado sobre una toalla de Ron Bacardí y mirando fijamente a la arena de la playa.

- A ver, ¿qué es lo que te gusta?, contraataca la pájara. ¿La pasta? La pasta te gusta, ¿no?
- Sssí, la pasta me gusta. Responde él.
- Pues guay, ¡porque a mi la pasta me sale de puta madre, cari!

Ríen los dos. El ambiente se distensiona y el chavón se arranca.

- Saej que pasa, que a mi lo que me gustan son las comidas que no den complicaciones... Un frankfurt por ejemplo. Un frankfurt me gusta... Dice antes de quedarse pensando en sus debilidades culinarias.
- Los frankfurt, dice ella mirando fijamente a la línea del horizonte. Los frankfurt...
- ¡Y los sanjacobo!, remata el tipo. Pero los sanjacobo los pillo congelados, claro.

Repito: qué país, qué gente. Impagable.

domingo, 19 de julio de 2009

Normalización, criminales y el jubilado justiciero

Normalizar cualquier actividad en este país es ponerle la etiqueta de criminal a quien la lleva, más o menos con asiduidad, a cabo. Me explico: legislaron la venta y consumo de tabaco (lo cual me parece más que razonable) y nos convirtieron a los fumadores en poco menos que en tipos fuera de la ley. Les aseguro que desde entonces cuando prendo un cigarrillo me siento como un cabrón despiadado responsable de tumores ajenos y bronquitis crónicas varias. Si no y si fuman, observen las mesas aledañas a la suya cuando enciendan un pitillo en un restaurante. Aunque este disponga de zona de no fumadores o, mejor aún, cuando es un local en el que se puede fumar en toda su superficie.

Han normalizado también el uso de la bicicleta en mi ciudad. Debes circular casi siempre de manera obligatoria por un carril bici, más o menos satisfactorio, y jamás hacerlo escuchando música, eso ya me parece más incomprensible... o quizá las personas sordas tampoco pueden montar en bici... ¿y si uno tiene el brazo escayolado?, en fin...

El caso es que hace unos días recogía mi bicicleta de uno de los incómodos aparcabicis que hay junto a mi oficina. Me disponía a tomar la calzada hacia la playa cuando, a tres metros del "aparcamiento" y tras casi caerme de la bicicleta porque un fulano despistado se me cruzo sin mirar (gracias a que mi velocidad no superaba el kilómetro por hora), un tipo de unos ochenta años malhumorado y que desconocía que si no hay carril bici y la cera es medianamente ancha, uno puede montar por ella, se paró junto a mi y empezó a increparme.

"Casi le das al señor en la pierna", me decía. "Si me llegas a dar a mi no sé lo qué te hago, pues tengo la pierna mala". "¿No te da vergüenza?", añadía. A cada frase el volumen y el temblor de su voz aumentaba y a mi eso me resultaba desconcertantemente cómico. Intentando calmarle, le dije "¿ha leído usted la normativa sobre bicicletas?". Ahora el desconcertado era él. "Pues esta cera es suficientemente ancha para que yo pueda montar mi bici, además, como ve, no hay carril bicicleta". Miró hacia la derecha y luego a la izquierda. "¡Naaaadaaaa!", gritó. "Eres un sinvergüenza. ¿De dónde eres?, ¡eh?", me preguntó golpeándome el antebrazo con muy mala leche y poca fuerza. Volvía a ser yo el desconcertado. "¿De dónde eres te digo? Seguro que en tu país no haces esto, seguro que allí te portas mejor..."

Y qué quieren, seguí mi camino y lo hice con la absoluta certeza de que el problema del jubilado no tenía nada que ver con mi bicicleta.

miércoles, 8 de julio de 2009

¿Sabías que más de 75.000 niños morirán durante la cumbre del G8?


Los líderes del G8 que se reúnen en L’Aquila no están haciendo lo suficiente para salvar las vidas de los 9,2 millones de niños que mueren cada año a causa de enfermedades fácilmente prevenibles. Tan sólo un 3% de la ayuda que los países ricos destinan al mundo en desarrollo va a sanidad materno-infantil. La contribución total es de tan sólo 3.500 millones de dólares al año, la mitad de lo necesario.

Desde Save the Children creen que si los líderes del G8 y otros donantes no doblan esa cifra hasta alcanzar al menos 7.000 millones de dólares para 2012, no se logrará cumplir el objetivo de reducir la mortalidad infantil en dos tercios para 2015. Con las tasas de progreso actuales este objetivo tan sólo será alcanzado para 2045.

“Anteriores líderes del G8 han hecho promesas que, a menudo, no se han cumplido. Este año tendrán que demostrar que están comprometidos con las vidas de los niños doblando la ayuda destinada a servicios sanitarios para madres, niños y recién nacidos”, señala Julio Alonso, portavoz de Save the Children.

Los líderes del G8 tampoco han conseguido cumplir la promesa que hicieron en Gleneagles: que el G8 y otros líderes mundiales darían 50 mil millones de dólares extra en ayuda al desarrollo para 2010, un total de 130 mil millones de dólares.

Nuevas cifras proporcionadas por Save the Children muestran que las contribuciones de los miembros del G8 tienen un déficit de 20 mil millones de dólares, cifra que, si no se producen cambios, se incrementará a 25 mil millones el año que viene.

Sencillamente, cada dólar que el G8 retiene significa que la vida de otro niño o niña está en peligro y que más niños morirán.

Save the Children urge a los líderes del G8 en Roma a:
1) Incrementar drásticamente los fondos para alcanzar las promesas de ayuda realizadas en Gleneagles.
2) Doblar la ayuda para sanidad materno-infantil de 3.5 mil millones de dólares (2006) a 7 mil millones de dólares para 2012 y ponerse al día para reducir la mortalidad infantil en dos tercios.
3) Priorizar la ayuda para los países con las tasas más elevadas de mortalidad infantil y mortalidad de menores de cinco años.

lunes, 6 de julio de 2009

Diálogos playeros

Escuchado en una calita entre Sant Pol de Mar y Calella, en la costa catalana.

- Nena, ¿ese bikini es nuevo?
- ¿Este?, nooooo... es de los chinos... y tengo otro de tigre....
- Miiiiiira que modenna, la tía...

Qué país, qué gente. Impagable.

jueves, 2 de julio de 2009

¡Extra, extra!

El director del CNI ha dimitido por un escándalo en la prensa relacionado con malversación de fondos públicos (http://www.elmundo.es/elmundo/2009/07/02/espana/1246532633.html).

Es inaudito. ¡Una dimisión de un cargo público en mi país!

I can't believe it, que diría mi ticher.

lunes, 29 de junio de 2009

Las chicas de las Ramblas

Imaginen la escena. Domingo tres de la madrugada, Ramblas a la altura de la Plaza Real, Barcelona. Cuatro prostitutas subsaharianas esbeltas y feas rodean a un turista joven. Por su acento y su borrachera, juraría que inglés. Camiseta del Manchester United, pantalón beige de algodón por encima de las rodillas, pantorrillas rojizas y chanclas. Total guiri, my dear.

Las chicas lo rodeaban, como digo, haciendo aspavientos, riendo a carcajadas alguna y las otras gritándole al oído cosas tipo dadycamtumi tumeiklaf, o así. Los gestos de las cuatro meretrices y sus gritos no hacían más que aturdir a llamémosle William, que no sabía ya si agarrar el pecho de una, las nalgas de otra o todo a la vez, que la noche es joven y en Barcelona barata.

Finalmente, logró abarcar con sendos brazos las cinturas de las dos muchachas menos feas y empezó a subir las Ramblas con media sonrisa entre estúpida y orgullosa en el rostro. "Ahí va Will", me dije. "Todo un conquistador". Y me quedé pensando que esa misma escena podría haberla visto en el barrio de Pat Pong, en Bangkok, en el L.A. Café de Manila o en el club Paddy's de Freetown, Sierra Leona.

La prensa local lleva meses alertando del aumento de prostitutas africanas en las Ramblas. A mi que la prostitución lo único que me parece (redes de trata de blancas aparte) es un trabajo duro y, a menudo, mal pagado, me importó más bien poco la alerta de los rotativos y las televisiones catalanes. Pero sí, es cierto, la otra noche lo corroboré, ha aumentado sobremanera. Y eso a muchos vecinos del Raval les molesta. Aunque quizá lo que debería molestarnos y hacer que nos revolviéramos incómodos en nuestros asientos son los motivos que traen a estas chicas a ejercer la prostitución en nuestras ciudades. Pero claro, eso sería mirar más allá de nuestro propio ombligo y, queridos, estamos en España.

¡Como si todas esas chicas se murieran por hacerle una mamada al borracho de Willy!.

Sólo un apunte sobre Irán




El país no ha salido a la calle. Sólo lo ha hecho la clase media y alta. Universitarios, personas con cultura, conocedores de la historia y con información más allá de las fronteras persas. Personalmente, me parece un gran paso adelante. Pero lamentablemente, no suponen la mayoría del país.

La mayoría de la población iraní, el 90% si no recuerdo mal, se halla en el ámbito rural. Y es ahí donde Ahmadineyad encuentra su voto. Lamentablemente, este tirano hubiera ganado las elecciones sin fraude. Debemos ser conscientes de ello. Aunque también, que ese pucherazo electoral responde al miedo por parte de la clase dirigente a una nueva revolución en Irán. "Si les aplastamos en las urnas", debieron pensar, "jamás se les ocurrirá salir a la calle". Pero se equivocaron.

lunes, 2 de marzo de 2009

Citas (literarias)

"Aunque sentía la cicatriz de ciertos besos, ejercía resuelta el aplomo de su hermosura."

"La naturaleza es un lugar despiadado, al que le traen sin cuidado las esperanzas y anhelos de los viajeros."

"McCandless se sentía lleno de ilusión por encontrarse ya camino del norte, pero también aliviado; aliviado por haber vuelto a sortear la amenaza inminente de establecer unos lazos de amistad demasiado estrechos, demasiado íntimos, con toda la complicada carga emocional que ello conlleva."

"Al fondo la recámara del licenciado Bruno Canizales, el hombre de su vida, que es al único que una mujer decente tiene derecho a matar sin remordimientos."

"Cómo te atreves a pedirme calma cuando has estado cogiendo con esta piruja, y tú reza, pinche puta arrabalera, porque vas a saber lo que es canela, y ella como en otra dimensión, mirándome, ¿qué se metería?, no creo que esa frialdad hay sido normal, parecía estatua la desgraciada."

"Renuncié a la iglesia y me convertí en ateo. Decidí que no podía seguir creyendo en un dios que había permitido que algo tan horrible le sucediera a un chico como Alex."

"El mar de noche es el pasado remoto, discernió, inescrutable pero móvil, lleno de portugueses capitaneados por Fernando de Magallanes dando la vuelta al día en ochenta mundos. El mar es un buen lugar para ser hombre y no morir en el intento."

"Fiel a Pietro Beretta, masculló, no somos más que una pinche raza de sentimentales."

"El comportamiento de un cadáver en el mar es imprevisible."

"Maldijo la vida, el amor y las chicas de pelo corto."

"Por consejo del doctor Parra, pasó unos días en Mazatlán donde conoció a una morena que tenía un ojo verde y otro miel, que también era zurda, pero esa es otra historia."

"-Creo que soy demasiado mayor para esto, Ross.
-Y yo que tengo las tetas demasiado caídas para hacer piruetas en una barra metálica. Aún así allí estoy cada noche, moviendo el culo frente a tipos tripones y con olor a rancio. Borrachos. Que acuden allí tras besar a su hija en la frente antes de meterla en la cama... No me jodas, Marco, no me jodas, por favor..."

No todo está perdido

"Las fuentes de información todavía están en la prensa tradicional. Internet te da más variedad de opiniones, pero si relamente quieres saber los hechos, qué es lo que está pasando en los sitios, las opciones siguen siendo las mismas."


Noam Chomsky en la entrevista de El País del 2 de marzo de 2009

martes, 3 de febrero de 2009

Obituario


en Efe

El diseñador alemán Hans Beck, inventor de los muñequitos de plástico Playmobil, falleció el 30 de enero a los 79 años de edad.

La empresa fabricante de los famosos 'clicks', Geobra-Brandstätter, ha comunicado la muerte de Beck, quien logró vender 2.200 millones de ejemplares desde que se inició su producción en serie a principios de los setenta.

El padre de Playmobil falleció tras una larga enfermedad en su casa a orillas del lago de Constanza, fronterizo entre Suiza, Alemania y Austria.

El diseñador industrial escribió "una importante página en la historia de la juguetería" con el desarrollo de unos versátiles muñecos de plástico que desde que salieron a la venta, en 1974, han llegado a las habitaciones infantiles de todo el mundo, destacó la empresa.

Nacido en 1929, en el estado alemán de Turingia, Beck se formó en la ciudad de Zirndorf, donde aprendió el oficio de carpintero y se especializó en la producción de juguetes, principalmente automóviles y aviones. Empezó a trabajar en la empresa Geobra en 1958, para concentrarse inicialmente en maquetas aviones, maquinaria y vehículos industriales.

Trece años después de iniciar su carrera, la empresa le destinó al departamento de juguetería, con el encargo de desarrollar una nueva gama de productos para niños, de automóviles a modelos humanos. Su primera figurita medía 7,5 centímetros, era fácilmente manejable por una mano infantil y movía brazos y piernas. De este diseño surgió la idea de convertir ese prototipo en una criatura dotada para adaptarse a cualquier situación y profesión, fueran piratas, indios o guardias de un fuerte confederado, a pesar de que la movilidad de sus articulaciones era escasa.

Aunque la idea inicial era que fuera un juguete para niños de hasta cuatro años, los clicks de Playmobil dejaron de ser un producto exclusivamente infantil, en el sentido literal de la palabra, para fascinar a coleccionistas adultos de todo el planeta.

viernes, 16 de enero de 2009

Hoy, la opinión sí es mía


La ministra de Exteriores de Israel, Tzipi Livni, probablemente declare mañana un alto el fuego y el fin de la operación militar sobre Gaza, Plomo Fundido. Para tomar la decisión, Livni ha necesitado, además de la mediación de EE UU, más de mil muertos, sólo 13 de ellos israelíes (tres civiles), 5.000 heridos, 90.000 desplazados internos en la Franja, el bombardeo de una escuela gestionada por la ONU que dejó 40 civiles palestinos muertos, el bombardeo de la sede de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, donde en uno de sus almacenes se guardaba la poca ayuda humanitaria que Israel ha permitido que entre en Gaza, otro bombardeo más a un centro de prensa internacional y unos 800 cohetes Kassam y Katyuska que ha seguido lanzando Hamas.

Las cifras de Naciones Unidas señalan que el 40% de los muertos son mujeres y niños. Si al porcentaje se le suma el número de hombres muertos por fuego hebreo que nada tienen que ver con el movimiento islámico, terrorista y político de Hamas, hagan cuentas. La cifra es infame.

Es que Hamas ha roto la tregua, dicen. Hamas no ha roto ninguna tregua. Hamas declaró una tregua unilateral de seis meses con el fin de que Israel desbloqueara Gaza, que lleva casi dos años con los accesos cerrados, y permitiera el libre tránsito de palestinos en Palestina, la entrada de bienes básicos de consumo y la ayuda humanitaria. Israel no lo hizo. El periodo declarado de tregua expiró sin resultados y Hamas volvió a lanzar cohetes. Por lo tanto, los cohetes de Hamas no es la causa del conflicto actual en Gaza, lo es el bloqueo de esta zona, ¡pero que país del mundo se atrevería a obstaculizar la entrada de ayuda humanitaria de la ONU!

Pero es que Hamas lleva ocho años lanzando cohetes a Israel. Y el estado de Israel lleva ocupando territorio palestino desde hace 60. Y lleva otros tanto ignorando la resolución de la ONU 242 que le obliga a retroceder a la Línea Verde, las fronteras de 1967, ¡del 67! ¿Que se desmanteló Gaza? sí, pero sólo porque el gasto militar que suponía la seguridad de los pocos colonos que allí vivían era demasiado elevado, no compensaba y ahorrándoselo en la Franja podía invertirlo en Cisjordania, donde siguen habiendo asentamientos ilegales.

¿Que la ocupación se justifica por la legítima defensa del estado de Israel? Supongamos que sí, que los atentados de Hamas así lo requieren. Según el Derecho Internacional Humanitario, un estado ocupante debe hacerse cargo de los ocupados en el sentido de garantizar sus Derechos Humanos. Cisjordania y Gaza están trufadas de checkpoints militares que coartan el libre movimiento de los palestinos en su propio país, esos mismos checkpoints que se cierran y se abren al antojo castrense hebreo impidiendo que los menores acudan a sus escuelas con regularidad y, de ese modo, que no tengan acceso a la educación, impidiendo a trabajadores viajar a sus lugares de trabajo en las localidades aledañas o en el propio Jerusalén. Por no hablar de convoyes humanitarios y ambulancias, algunas con enfermos dentro, retenidas en los controles militares.

Pero es que Hamas es un grupo terrorista. Hamas tiene un brazo armado que, en efecto, practica un terrorismo cobarde y despreciable. Pero si ponemos en el lado de una balanza los muertos civiles fruto del lanzamiento de cohetes caseros y en el otro los que se cobra el ejército de Israel en cada incursión militar en Palestina, los muertos civiles palestinos son infinitamente muchísimo más numerosos. Si no, lean, investiguen y comparen hacia donde se decanta la balanza. Así que a mi modo, el estado, y con estado me refiero a la pérfida clase política, de Israel y su maquinaria militar son mucho más culpables de terrorismo que los enajenados, fanáticos y egoístas líderes de Hamas.


miércoles, 14 de enero de 2009

Citas (literarias) de enero

"Guerras en las que sólo un bando cuenta los muertos (mayormente civiles) mientras el otro contempla el espectáculo desde la pantalla del televisor."

"Periodistas que van y vuelven desbordados de imágenes y heridas."

"La primera baja en una guerra es la verdad."

"No le digas a mi madre que soy periodista... ¡Ella cree que soy pianista en un burdel!"

"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo."

"- No me chingues, Teo.
- Mis hijas."

"Bebía como un profesional: solo, despacio y en silencio."

"¿En virtud de qué cálculos inhumanos el ejército de Israel, utilizando 50 tanques, 250 lanzamientos de misiles al día, y docenas de incursiones de los F - 16, asedia durante más de una semana el campo de refugiados de Yenin, una zona de un kilómetro cuadrado de chozas que albergan a 15.000 refugiados y unas pocas docenas de hombres armados con rifles automáticos y sin ninguna defensa en absoluto, sin líderes, sin misiles, sin tanques, sin nada, y califican dicho asedio de respuesta a la violencia terrorista y a la amenaza a la supervivencia de Israel?"

"En 1948 los palestinos perdieron el 78% de Palestina. En 1967 perdieron el 22% restante. Las dos veces a manos de Israel. Ahora la comunidad internacional debe asignar a Israel la obligación de aceptar el principio de una partición verdadera -y no ficticia-, y de aceptar el principio de limitar las insostenibles reclamaciones extraterritoriales israelíes, esas absurdas pretensiones basadas en la Biblia."

sábado, 10 de enero de 2009

Pa' que te digo que no, si sí

Un insulto para los israelíes

Sami Naïr para El País

El Gobierno israelí practica el cinismo político, intentando convertir al pueblo palestino en el chivo expiatorio de sus problemas políticos internos. Ya que esta guerra emprendida de modo tan desproporcionado contra el pueblo palestino obedece a sórdidos motivos electorales, en la base de los cuales está la idea de que el partido político que mate a más palestinos ganará las próximas elecciones en Israel. Esto es un insulto para los israelíes por parte de sus cínicos dirigentes. ¿Se quiere hacer creer que el pueblo israelí está ávido de muerte, él que ha escapado a la muerte? ¿Se quiere confirmar la idea de que estaría sediento de sangre palestina? El método consiste luego en hacer pagar colectivamente a los civiles palestinos los actos de un partido político concreto, no menos irresponsable, como es en este caso Hamás. El principio de la responsabilidad colectiva está prohibido por el derecho de la guerra. Con la liquidación de los Acuerdos de Oslo y la continuación de los "asesinatos selectivos" de los dirigentes de Hamás, ¿cabía esperar que los islamistas se quedasen de brazos cruzados? (...)

(...) La intención, por último, de hacer creer que actuando de esta manera el Estado israelí combate el integrismo. Qué justificación tan lamentable y pobre. ¿Por qué este régimen israelí, que ha organizado la democracia dentro de sus fronteras, salvo, todo hay que decirlo, para los árabes israelíes que son tratados como ciudadanos de segunda, rechaza esta misma democracia cuando es practicada por los palestinos? Fue el pueblo palestino en su mayoría el que eligió democráticamente bajo supervisión internacional a Hamás. Y estas elecciones, ¿no eran una de las exigencias de la Hoja de Ruta apoyadas por las potencias internacionales, entre ellas Europa? (...)

(...)El enviado especial de la ONU para los derechos humanos en Palestina, Richard Falk, ha declarado que lo que está haciendo Israel al millón y medio de palestinos de Gaza es "un crimen contra la humanidad". Ha dicho que el castigo colectivo infligido a este pueblo es una flagrante violación del artículo 33 de la cuarta Convención de Ginebra. Ha pedido que se constituya urgentemente una corte criminal internacional para averiguar y determinar las responsabilidades de los dirigentes civiles y militares israelíes, y juzgarlos.

Richard Falk es judío, judío americano. Para nosotros Richard Falk representa el honor de los judíos porque defiende, ante lo intolerable, a la humanidad en su conjunto.
Fotografía: AP