lunes, 22 de septiembre de 2008

Robert Capa


Jamás debe dudarse de un tipo que desembarcó en Normandía escudado solamente con una vieja Leica.


Disparando a la verdad
Ángel Casaña (El Mundo)
La manipulación fotográfica es anterior al advenimiento de lo digital. Aunque el pixel ha contribuido a facilitar la falsificación y hacerla común en algunos ámbitos, particularmente en la prensa de color y de moda, en periodismo gráfico es rechazada unánimemente. De hecho, en prensa diaria la manipulación con Photoshop es más mito que realidad.

Una de las grandes leyendas señalaba a la famosa imagen del soldado republicano abatido por una bala como manipulación. La imagen tomada por Robert Capa el 5 de septiembre de 1936, es una de las fotografías de guerra más publicadas en todo el mundo.

Según los escépticos, la caída limpia del miliciano, que en una investigación reciente fue identificado como Federico Borrell García, de 24 años, hacía sospechar que el disparo tenía trampa. El pie de foto no ayudó a despejar dudas. Capa había enviado el carrete sin revelar ni identificar y en París acabaron de liar una madeja de confusión.

Quienes defendieron la veracidad de la imagen, ahora se han visto secundados por una investigación que demuestra que la imagen es real. Esta teoría indicaba lo absurdo que sería que Robert Capa, el gran reportero de guerra, hubiera manipulado una situación, cuando contaba con fotos mucho mejores que esa. Ocurre que el famoso icono tantas veces utilizado para simbolizar la Guerra Civil española se hizo famoso por circunstancias diversas.

Según publicó 'The Sunday Times', el Barbican Centre de Londres exhibirá 40 fotografías tomadas el mismo día que muestran la secuencia de los hechos. Capa y su novia, Gerda Taro, se encontraban fotografiando a un grupo de milicianos republicanos. Mientras bajaban por una pendiente, una ametralladora apostada enfrente comenzó a disparar y acabó con la vida de Borrell.

Una de las imágenes muestra al soldado en una imagen posterior, así como a uno de sus compañeros heridos. La escena tiene lugar en Cerro Muriano, Córdoba. De hecho, existe controversia incluso por la presencia o no del gran fotógrafo en este enclave. Mientras el periodista Phillip Knightley, autor del libro 'The First Casualty' [La primera víctima], indicaba la presencia de Capa aquel día en Hendaya, su biógrafo Richard Whelan le situaba en este punto de Andalucía.

Robert Capa, que era acusado de simpatía con la causa republicana, murió en Vietnam en 1954 al pisar una mina mientras cubría la guerra de Indochina.

martes, 16 de septiembre de 2008

Alberto Montt

Alberto Montt es un ilustrador-humorista chileno. Las viñetas, extraídas de http://www.dosisdiarias.com/, no tienen desperdicio. Sobran las palabras, ahí les dejo las imágenes.















lunes, 15 de septiembre de 2008

El dorso de la mano

Me topé con ellos hace unas semanas en una terraza de Las Negras, junto al Mediterráneo, en Almería. Tendrían unos 65. Alto, de peno cano y una leve cojera, uno; bajito, flaco, calvo y resuelto, el otro. El más alto bebía vino rosado, frío. El otro una cerveza sin alcohol; pero fumaba un pitillo tras otro. A ciertas edades, pensé, hay que optar por un vicio u otro si se quiere llegar a viejo.

Hablaban de manera pausada. Fijando la vista entre frase y frase en algún punto del mar oscuro que teníamos delante. Se sonreían con miradas cómplices, unas veces, y con sorna, otras. Hacían ademán de tocarse el brazo, la mano, pero nunca llegaba a producirse contacto alguno.

Imaginé sus personalidades. Posesivo, celoso, a menudo malhumorado y tremendamente trágico, el más bajo. Tranquilo, paciente y con alguna infidelidad a sus espaldas, el otro. No sé por qué, pero los imaginé viviendo en Barcelona hace 30 o 40 años. El Paralelo, El Molino y aquel barrio canalla que fue El Raval, antes El Chino. Y también imaginé cuántas veces les habrían partido la cara. Cuántos insultos y vejaciones habrían tenido que engullir. También cuanto miedo en un país donde hace años podrían detenerte sólo por tu aspecto echando mano de la Ley de vagos y maleantes, creo que así se llamaba.

Al menos están ahí, disfrutando del vino, del pescado y del mar, me dije. Al menos se les ve felices. Y esbocé una sonrisa agridulce. Pero siguen sin atreverse a acariciarse el dorso de la mano, concluí.

martes, 2 de septiembre de 2008

Citas (literarias) de septiembre

(Los autores, los ahorro. Supongo que ustedes ya los conocerán.)

"Nos enseñó una botella que llevaba en el bolsillo: Venetiène se llamaba, si no recuerdo mal. El remedio de los marineros para las purgaciones".

"Por eso te amo cuando no te amo y por eso te amo cuando te amo."

"Sus gustos eran simples: comida, bebida, mujeres y libros."

"Tal vez no ser, es ser sin que tu seas."

"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo".

"Todo dejó de ser menos tus ojos."

"Todo consiste en morir, Dios mediante, cuando uno quiera y no cuando Él lo disponga".

"Y la noche cerró su celeste cerrojo."

"Me moriré besando tu loca boca fría
abrazando el racimo perdido de tu cuerpo
y buscando la luz de tus ojos cerrados"

"Yo la quise, y a veces ella también me quiso."

"Puede que estemos condenados, que no haya esperanza para nosotros, para ninguno de nosotros, pero, si es así, ¡lancemos un último alarido agónico, espeluznante, un chillido de desafío, de grito de guerra!"

"Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido."

"¿Has oído alguna vez el quejido de un muerto? -me preguntó a mí.
-No, doña Eduviges.
-Más te vale".

"Y el verso cae al alma como al pasto el rocío."

"La noche en que Gildardo Tuberquia conjuró a los espíritus que yacían cansados en el monte más alto de Colima para que Matilde Arcángel Valencia le concediera su amor eterno, él ya sabía que lo iban a matar".

Neruda, soneto LXXXIX

Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:
quiero la luz y el trigo de tus manos amadas
pasar una vez más sobre mí su frescura:
sentir la suavidad que cambió mi destino.

Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,
quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,
que huelas el aroma del mar que amamos juntos
y que sigas pisando la arena que pisamos.

Quiero que lo que amo siga vivo y a ti te amé
y canté sobre todas las cosas,
por eso sigue tú floreciendo, florida,

para que alcances todo lo que mi amor te ordena,
para que se pasee mi sombra por tu pelo,
para que así conozcan la razón de mi canto.