martes, 27 de febrero de 2007

Lo


"Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-li-ta."


Vladimir Nabokov, Lolita

jueves, 22 de febrero de 2007

miércoles, 21 de febrero de 2007

El cantante y el misionero

Reportaje de los de ahora en uno de los dominicales a los que soy asiduo: Bisbal y su novia, juntos en Sierra Leona -ahí queda eso- para conocer el excelente trabajo de reinserción, educación y alfabetización que realiza en Madina (al norte del país, justo en la frontera con Guinea Conakry) el misionero javeriano Chema Caballero, 45 tacos, 15 en el terreno, extremeño, amable, inteligente y con un peculiar estilo en la vestimenta: pantalones repletos de colorines, camisetas y llamativas pulseras y vistosos collares por doquier.

El sabor es agridulce. Por un lado, reencuentro en las fotografías caras de viejos conocidos. Abu y Gbessie dos ex niños soldado que nos guiaron -al redactor y a mí- en las tres semanas que estuvimos trabajando en el país. Poco tiempo, casi nada, para lo que da de sí ese lugar. Dos chavales que fueron nuestros ojos y nuestra sombra. Recuerdo una noche a altas horas de la madrugada en un antro infame de Freetown, Paddy's -un enorme bar a pie de playa en el que se dan cita traficantes de marihuana, prostitutas (casi todas menores) y fauna varia: periodistas, voluntarios, etc.- , mamado de cerveza Star hasta las cejas junto al responsable de Cruz Roja en la ciudad. Miré hacia un lado y encontre a unos veinte metros de mí, agazapado entre la muchedumbre a Abu mirándome. Ojos abiertos como platos. Alerta. Vigilando, vigilándome, para que llegara esa noche sano y salvo a casa.


Por otro lado, veo a Bisbal, vestido de maniquí de Zara, e imagino a su novia, Elena Tablada, que no sale en las fotos; pero sí en el texto. "Esto me ha cambiado la vida. Conocía América Latina; pero esto... esto es otra cosa", dice la pájara. O algo por el estilo.

El texto no es del todo malo; pero, claro, con las impresiones de Bisbal y su prójima de por medio hay cosas que a la periodista se le quedan en el tintero. Me falta, pues, el terrible problema de las niñas que fueron secuestradas por el RUF. Se desconoce cuántas, ya que callaron avergonzadas tras el fin del conflicto. Avergonzadas por haber sido violadas y por tener un hijo de esa violación. Tan avergonzadas que prefirieron callar para no ser llevadas otra vez con sus familias por gente como los javerianos. Mujeres jóvenes, solas y perdidas en un país cada vez más islámico y siempre machista.

Me falta el terrible problema de la prostitución de menores en Freetown. En patéticos burdeles como Paddy's o Atlantic, donde todas dicen tener 21 y casi ninguna supera los 18. Crías amables y alegres, a pesar de su desesperación. Crías, al fin y al cabo. Un problema que no hace más que acrecentar el de un sida galopante.

Me falta la corrupción gubernamenteal que, entre otras cosas, tras pingüe soborno, deviene en vista gorda para que empresas del primer mundo sigan sacando diamantes declarando sólo la mitad.

Me falta la certeza de ese pueblo de que las causas que realmente les hicieron coger un AK-47 a sus gentes -la pobreza, la miseria y la corrupción- siguen latentes en Sierra Leona. Que sólo hace falta un cacique como Foday Sankoh que agite a las masas más vulnerables para meter al penúltimo país más pobre del mundo en otra guerra absurda.

Me falta el brutal crecimiento de un radicalizado islam y la construcción de escuelas coránicas que dejan a un lado la ciencia y la literatura en pro de un extremismo aterrador.

Me falta el trabajo de Chema para evitar eso, como se saca escuelas de la manga para alfabetizar a los muchachos sin pedirles en ningún momento que acudan a su iglesia. Recuerdo como nos contó que financió una mezquita sólo para que los musulmanes de Tonko Limba se dieran cuenta de que su escuela no era tan mala.

Me faltan las excelentes notas académicas de Justice, secuestrado por el RUF, y de sus ganas de viajar a Londres para estudiar Medicina.

Me faltan los ojos de Gbessie, 19 años, cuando coge en brazos a su preciosa hija.

Me falta el trabajo como mecánico de Abu, antes General Abu, y como, con sólo 19 años, se compró un taxi a plazos y pudo emplear a uno de sus amigos. Un muchacho que nos hizo de chófer las tres breves semanas que allí pasamos.

Me faltan también las heroicas hermanas clarisas de Lunsar, que tras ser secuestradas y obligadas a caminar por la selva durante horas en la noche, con el acero del Kalashnikov golpeándoles la espalada a cada paso, siguen peleando cada día en esa tierra dura y ardua que es África.

Me falta todo eso y mil cosas más. Pero sobre todo me sobran fragmentos de texto. Declaraciones. Estupideces. Sandeces. Ñoñerías. "¿Sabes que mi profesora de diseño en Miami no sabía qué era eso de los niños soldado?", dice la Tablada. "¿Pero de dónde lo sacas?, me decía. ¡Si es una película!"

Un película, dice... hay que joderse.

martes, 20 de febrero de 2007

miércoles, 14 de febrero de 2007

Posible respuesta a un guardia urbano

¡Qué pasa?, ¿que en la Academia de Superhéroes no te enseñaron modales?

Movilidad en Barcelona ciudad

Desde que tengo moto, he creado un odio visceral hacia el colectivo de los taxistas y la Guardia Urbana.

Gracias, maestro

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar, Rayuela

jueves, 8 de febrero de 2007

Babel

Dicen de Alejandro González Iñárritu que siempre filma la misma película, que cuenta las mismas historias y del mismo modo. Eso es tan cierto como que De Niro interpreta siempre a De Niro, De Palma emplea siempre los mismos códigos y que John Le Carré escribió siempre la misma novela de espías. Sin embargo, a mí, ese tipo con aspecto de haberse educado en los mejores internados de la vieja Europa me sigue perturbando.

Me refiero al fragmento de Babel en el que Cate Blanchett recibe un balazo mientras está recostada sobre una de las ventanas del autobús, repleto de turistas infames, en el que atraviesa el Atlas marroquí. Antes, había acariciado la mano de su esposo, interpretado por Brad Pitt, tras cruzarse con un grupo de mujeres con el rostro oculto por un litham negro, vestidas de ese mismo color hasta los tobillos y descalzas. Acariciaba la mano reconfortada. Sabiéndose poseedora de una vida cómoda y desahogada. Feliz, o casi. Y de pronto, zas, la bala, el vidrio roto y sangre. Mucha sangre.

El desconcierto se apodera del pasaje, la mayoría gringos con cámaras digitales al cuello y vestidos como experimentados exploradores. Tripones y absurdos en medio del desierto. Gritos, jadeos histéricos, confusión. Un caos. Mientras, el vehículo se adentra en la aldea de uno de los guías. Un lugar donde las casas están hechas de barro, los hombres montan en asno y las mujeres cargan agua en cubos sobre la cabeza.

El rostro de Pitt basculaba entre el pánico y la incredulidad. "¿Pero cómo puede estar pasándome esto a mí?" parecía decirse. Entretanto, el resto de turistas pálidos y de carnes flojas miraban perplejos y aterrados al otro lado de las ventanas. Afuera del autobús. Afuera de la burbuja de cristal en la que siempre vivieron. Miraban con nerviosismo atento una sucesión de críos arapientos, caras ajadas, perros flacos y viejos en sandalias con pies callosos. El maldito mundo real. "¿Por qué me está pasando esto?", continuaba denotando la expresión de Pitt.

El primer mundo vive refugiado en la sociedad que ha creado para sí. En préstamos bancarios, hogares confortables, trabajos de ocho horas por lo general y con una salud a menudo férrea o con fármacos al alcance del bolsillo, si no es así. Se desconoce, por puro pavor, a veces; falta de interés, otras, y, a menudo, una combinación de ambas, que la mayoría de la población de este planeta vive entre la pobreza y la penuria. Que la mayor parte de los humanos malvive sin seguridad social, que aún hay personas que mueren de vulgares gripes, que hay muchachos en Palestina que sólo conocen su tierra en guerra, que madres parturientas mueren a puñados en África y que el sida hace estragos en ese continente y empieza a alcanzar cotas elevadísimas y preocupantes en Europa del Este. Aquí al lado.

Ese mismo mundo que aún hoy rie las gracias a perfectos hijos de perra como Chaves o Castro también desconoce que los refugiados no son sólo los de nuestra guerra civil. Que hay poblaciones de indígenas que cruzan a pie la frontera entre Colombia y Panamá perseguidos por guerrillas y paramilitares, que la vida de los que huyeron de Sudán a Chad aún sigue en peligro porque las milicias janjaweed cruzan también esa frontera para cometer terribles masacres, que el sudeste asiático está repleto de burdeles con menores trabajando dentro, que el sector textil chino hacina a trabajadores en las fábricas durante 15 o 16 horas diarias, sin seguro médico y con míseros sueldos que apenas son suficientes para un par de comidas al día.

El primer mundo desconoce que la vida, además de apasionante y maravillosa, también puede ser una hija de la gran puta. Por ello, a esa gente se le queda cara de estúpida cuando le diagnostican un cáncer, el sida, cuando un desgraciado le arranca la vida al volante de un automóvil o cuando un grupo de majaderos integristas le revienta las Gemelas en sus propias narices. Pero que diablos, eso siempre le sucede a otro, ¿verdad?.

lunes, 5 de febrero de 2007

¡Venceremos!




(www.liladowns.com)

La punta de oeste carga
Gente de cualquier nación
De China hasta Puerto Rico
Cargamos el mismo patrón

Pisando la tierra firme
Se suelta la bestia al cañón
Que emana ese fuego eterno
Que busca revolución

Somos una sangre,
Una sangre somos
Polvo de la tierra
Sentada a la mesa
De nuestra ilusión

Somos una sangre,
Sólamente sangre
Con el alma en la boca
Y la sangre caliente
En el corazón

El hijo duerme tranquilo
Su sueño cuidado está

Su madre le dio este mundo
Porque ella no pudo volar

Bailamos todos al ritmo
Al ritmo de humanidad
Que sangre del polvo al polvo
De tierra se vuelve mar

Fragmento tomado de "Ensayos y Crónicas" de Jose Martí.
Edición de José Olivio Jiménez , Madrid.
Inspirada por los versos de Don Arcadio Hidalgo y la cumbia Nordina de Chile.