martes, 24 de abril de 2007

A deshora

Llego tarde y a deshora, como casi siempre. No obstante, hoy quisiera enviar un saludo, el día después del Día del Libro.

Un saludo a todos aquellos que embarcaron hace años en La Española en busca del tesoro, mucho antes de enrolarse en el Pequod en busca de la Ballena, con mayúscula. Aquellos que se enamoraron de Lo y enloquecieron, tiempo después, con Amaranta. Y hablando de Lo, también a los pedófilos que murieron en Venecia. Y a "nuestro hombre" en Costaguana. A aquellos a los que exasperó Oliveira y sintieron compasión, una y mil veces, por la denostada Maga. A los que ofrecen instrucciones para subir un escalón y besar.

A los que pelearon por tomar Ilión y a los que resistieron, primero, y murieron, después, en una chabola de Casas Viejas. A Edmundo Dantés. También a los que saben que el comportamiento de un cadáver en el agua es imprevisible y a los que con todo esto encienden la chimenea cada noche al llegar a casa.

lunes, 23 de abril de 2007

Hotel Neri

La plaza de Sant Felip Neri era, hasta hace muy poco, uno de mis lugares favoritos de la ciudad en la que vivo. Ubicada en lo que fue un cementerio medieval era un pequeño y agradable rincón de piedra, antiguo y con mucha historia. Así lo acredita la iglesia del XVIII que se encuentra allí y los huecos de su pared exterior provocados por la metralla de un fatídico bombardeo durante la Guerra Civil Española. Del 36 al 39, para el que no termine de ubicarla. El 30 de enero de 1938, las sirenas sonaron en Barcelona alertando a la población de un bombardeo de las tropas franquistas. De las personas que tomaron la iglesia como refugio murieron 42, 38 fueron niños.

El fin de semana pasado decidí visitarla de nuevo. A pesar de que hacía tiempo que no me acercaba a esa parte de la ciudad, conocía de la construcción, relativamente reciente, de un hotel de lujo. Lo que desconocía era que éste tenía también una terraza que ocupa un cuarto de esa pequeña plaza. Para más escarnio, el sábado se estaba celebrando el aperitivo de una boda (o algo similar) ostentosa y hortera.

Los trajes de colores pastel entallados en enormes caderas de señoronas de alto postín contrastaban con los dos o tres mendigos que frecuentan, cartón de vino barato en mano, los aledaños de la iglesia dedicada al santo italiano. El jolgorio de los invitados había terminado con el silencio que caracterizaba a ese lugar. Miré alrededor y vi colgados varios carteles de pisos en la zona que estaban en venta o en alquiler. Todos, o casi todos, en inglés. Me acerqué a la fuente del centro de la plaza. Estaba seca, sin agua y con dos críos clonados jugando dentro. A juzgar por sus mocasines, también pertenecían al rebaño de invitados al enlace.

Eché luego, antes de dejarlo todo atrás, un vistazo a los precios del hotel. La habitación doble más económica ronda los 225 euros por noche. Ni quiero imaginar lo que debió pagar papá por el picoteo.Ya saben, mucha espuma de sashimi y texturas imposibles. En fin, la Barcelona que estamos construyendo todos. Un burdel apto sólo para enfermos de las últimas tendencias.

jueves, 12 de abril de 2007

Alan Mulally, el hombre que salvo a Bush de una muete ridícula


Según informa la Agencia Efe:


Simplemente quería gastar una broma", lamenta Alan Mulally, consejero delegado de Ford. Este hombre ha tenido que pedir disculpas por "exagerar" la anécdota en la que 'salvó' la vida de Bush, una 'heroica' acción en la que evitó que el presidente conectase un cable al tanque de hidrógeno de un coche.


La historia cuenta que Mulally se saltó el protocolo para evitar esta fatalidad. El consejero delegado desveló la anécdota hace una semana durante el Salón Internacional del Automóvil de Nueva York y poco a poco el asunto ha trascendido hasta el punto que el directivo de Ford ha tenido que emitir un comunicado en el que afirmó que nunca pensó que sería tomada en serio.


"Simplemente pensé, 'Dios mío'. Empecé a caminar más rápido, pero el presidente caminó más rápido y llegó al cordón antes que yo. Violé todos los protocolos. Toqué al presidente. Le agarre por el brazo y lo moví adelante. Quería asegurarme que lo enchufaba a la electricidad, no al hidrógeno", contaba Mulally, según el periódico The Detroit News.


El propio periódico optó por el tono humorístico y encabezó una información el pasado fin de semana diciendo que "Alan Mulally salvó al líder del mundo libre de su sacrificio". Poco después, internet era un hervidero de comentarios sobre la anécdota. Mulally ha reconocido que su comentario humorístico ante la prensa en Nueva York estuvo influido por una parodia en la cadena de televisión ABC que presentaba a Bush conectando un cable eléctrico al tanque de hidrógeno y provocando una explosión.


Ford se ha tenido que disculpar ante la Casa Blanca por el embrollo y aclarar que Mullaly contó la historia como una broma. Según el portavoz de Ford Tom Hoyt, Mullaly "simplemente quería gastar una broma, y exageró la cosa". El presidente "no estuvo en peligro en absoluto", agregó.

A vueltas con la Guerra Fría

El número de guerras en el mundo este año suma lo mismo que el pasado: veintiuna. A pesar de este aparente estancamiento, la tendencia va a la baja, según la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). No obstante, el gasto militar de los países ricos, sobre todo el de Estados Unidos, sube como la espuma de cerveza y se están alcanzando cotas que no se daban desde los años de la Guerra Fría.

¿La causa? Seguro que ya lo habrán adivinado. El terrorismo global, tal y como lo llaman los jefes de Estado implicados. "Esa definición del nuevo terrorismo, esas palabras que acompañan a la de terrorismo: global, internacional, etc. Le confieren un carácter etéreo, invisible. Peligroso, al fin y al cabo. Es la excusa perfecta para que ciertos países se armen sin límite alguno hasta los dientes para combatirlo", me cuenta uno de los profesores de la UAB especializado en conflictos internacionales y procesos de paz.

Otro de los motivos por el que ha aumentado la inversión castrense es la privatización de todo lo militar. Las empresas de logística, por ejemplo. Este factor es más notorio en aquellas situaciones como la de Irak, donde el ejército invasor, a menudo, el ejército del país rico, deja a un lado sus soldados entrenados entre algodones y echa mano de mercenarios surafricanos, israelíes o albanokosovares. Gente curtida en guerras y batallas de verdad, sin GPS y sin el Séptimo de Caballería siempre detrás por si la cosa se pone fea. Y claro, un soldado gringo puede costarte tres mil o cuatro mil dólares al mes; pero el precio de un mercenario ronda los quince mil mensuales. En fin, hasta en la guerra se externalizan funciones.

A todo esto, según Médicos Sin Fronteras, el presupuesto de Naciones Unidas para atender crisis humanitarias como la de Darfur, en Sudán, o la de Somalia, donde la semana pasada murieron más personas que en Irak en todo un mes y la prensa internacional no le concedió ni un maldito titular de página impar, ha bajado vergonzosamente. Ustedes mismos.

martes, 3 de abril de 2007

Viajeros superexperimentados

Hay un par de agencias de viajes a las que soy asiduo, no tanto como yo quisiera (y menos ahora con las compañías de bajo coste floreciendo como setas); pero a las que siempre acudo cuando planeo un viaje a otro continente. El viernes estuve en una de ellas. La que se encuentra ubicada en la Plaza Universidad de mi ciudad. Viatgi, se llama. Muy recomendable. Muy baratos, los billetes.

Allí me encontraba, como les decía. Apoyado en el mostrador a la espera de que el tipo amable y eficiente que me atendió encontrara el precio más bajo a un billete ajustado a las fechas que le señalé. Tardaba. Normal: el maldito mes de agosto. No había mucha gente en la agencia, con lo que fue inevitable escuchar la conversación. "Claro, tía, es como si tú vas a Marruecos y te obligan a despojarte de un crucifijo, ¿sabes?".

Eran dos chicas. Una de ellas estaba de espaldas a mí, la más callada; pero veía como asentía a las frases de la otra, que por el calado de éstas debía ser, nada menos, que doctora en sociología. "Es super injusto, ¡jo!", continuaba. Vestía un pantalón de pana verde y ancho, que resaltaba aún más su extrema delgadez, un suéter de punto multicolor y un pañuelo largo y granate al cuello. Además, portaba una mochila de cuero, unas gafas de metal de lentes pequeñas y redondas y lucía un pelo corto, despeinado y grasiento. Rojizo, de tinte barato. Hablaba con ese aire resabido de los intelectuales bohemios. De esa pandilla de gilipollas que tan bien supo retratar Cortázar a través de Oliveira. En Rayuela, ya saben. O no.

Mi prima continuaba su disertación sobre el diálogo de civilizaciones cuando el chico que les ultimaba sendos billetes la interrumpió. No escuché lo que el discreto joven les requería. Pero contestó, como no, la chica de Rayuela. Me enteré de que viajaban a Quito (Ecuador), que si todo iba como "ella había planeado" se darían un "vueltón" por las Galápagos, que si la situación en la frontera lo permitía, les gustaría cruzar a Colombia y que "no había que preocuparse por las vacunas porque estaba segurísima de que hay una especie de acuerdo con el sistema de salud ecuatoriano". Como sabe todo el mundo.

Guau, me dije. Es una de ellos. Esa bendita estirpe de los viajeros experimentados. Aquellos que se manejan en los aeropuertos como en la salita de estar de su casa. Esos tipos que encajan tanto leyendo a Dante en un café del Trastevere, como remando en los manglares de Utría. Esa clase de individuos que vayan donde vayan saben siempre cuál es el mejor plato del lugar, cómo comerlo y con qué aderezarlo. Y lo hacen con la naturalidad y el savoir faire de quien lo ha hecho toda la vida. Esas personas que no se alteran un ápice cuando los retiene, por cualquier estupidez, un policía mal encarado, porque eso, a ellos, "les ha sucedido cientos de veces, querido". Aquellos que conocen (y comparten) las costumbres de un país al segundo día de haber llegado a él y que a la semana miran a los demás mochileros con la misma cara que nosotros miramos (lo reconozco) a esa pandilla de borregos rojizos que invaden en verano la costa catalana. Riete tú de Leguineche o de De la Quadra Salcedo, me dije. Esta tía sabe bien de lo que habla. Aquí hay nivel, Maribel.

Pagaron el billete y se despidieron. "Que la vuelta al trabajo no les resulte demasiado dura", les dijo el tipo de la agencia en un tono más mecánico que conciliador. "No, no te preocupes (siempre hablan de tú, siempre)", dijo. "Si estamos en paro, por eso nos vamos de vacaciones". Podría seguir dándole a la tecla; pero, ya ven, aún me estoy recuperando del comentario y éste daría para otra columna. O para dos.

domingo, 1 de abril de 2007

Relojes, automóviles y el genio Cortázar

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

El texto es del excelente y breve libro Historias de Cronopios y Famas, de Julio Cortázar. Me apuntan que la voz que recita estas líneas en el anuncio es la del propio excritor.