jueves, 1 de septiembre de 2011

Te hablo desde la prisión

Hace tiempo hice algunos reportajes sobre prisiones y me sorprendieron no pocas cosas: un guripa distribuyendo heroína en las celdas, presas cuyas cabezas tenían un precio que se quedaban en estado sólo para pasar a mejor vida en los módulos especiales para embarazadas y reclusos con verdaderos problemas metales que estaban allí porque no hay hospitales psiquiátricos penitenciarios suficientes en mi país. También leí historias entrañables, como la del boxeador que hacía pesas con palos de escoba y garrafas de lejía y saltaba a la comba con las sábanas enrolladas de su catre. Aquel que iba esposado a las peleas. Benito Eufemia, ya les conté una vez aquí y les dije que tenía nombre de personaje de novela. De novela de Marsé.  

Pero hace unas semanas la historia que escuché en la W Radio supera con creces a las que les indicaba en esta líneas. Los responsables de la prisión de Hermosillo, en el estado fronterizo de Sonora, habían puesto fin a la rifa de una celda de lujo. Me explico. La (diminuta) estancia en cuestión contaba con pantalla plana y conexión satélite, cocina con nevera, baño privado, calefacción, acabados en madera, piso de azulejo y su exterior simulaba una vivienda al uso. Las papeletas del sorteo costaban 200 pesos (unos 12 euros) y el fulano que lo organizaba tenía dos celdas más listas para el mejor postor... o el más afortunado. 




"En los últimos seis meses hemos tenido que derivar de varios centros a 100 reclusos y destruido 200 estructuras que no formaban parte originalmente de las prisiones", decía el director general del Sistema Penitenciario de Sonora, Ricardo Ornelas. La corrupción y permisividad de los funcionarios de prisiones se refleja en este caso. O en el que se dió en el estado de Chihuahua, donde en una de sus cárceles encontraron instalado un bar de copas con botellas de vodka y tequila a decenas. No obstante, no es de extrañar, pues en muchas prisiones latinoamericanas la superpoblación hace que las galerías devengan en pequeñas ciudades donde en cada esquina hay un bar, un puesto de tacos, otro de fríjoles y hasta quien te remienda los zapatos tiene un chiringuito. Hay que buscarse la vida. Lo curioso del caso de Chihuahua es que junto a las botellas también encontraron dos enormes mesas de billar.

Hay más: la piscina montable que contraron en otra prisión de Sinaloa.

Manejando los hilos desde dentro
Santa Fe es una  de las zonas más exclusivas del Distrito Federal: edificios altos, automóviles caros y mujeres maduras que parecen sacadas de un anuncio de L' Oréal. Todo en su sitio. Al menos hasta la semana pasada cuando hallaron el cadáver decapitado de un hombre de unos 30 años, descalzo y desnudo de cintura para arriba. Sin ningún otra señal de agresión salvo la evidente. Junto al cuerpo había una nota atribuida a Óscar Osvaldo García, alias "La mano con ojos", el capo de una organización que movía, mueve, cocaína en parte del D.F. y varias ciudades colindantes.

Hasta ahí, todo más o menos normal dado el rumbo que está tomando este país desde hace algunos años. Pero es que García fue detenido antes del homicidio. Según la Procuradoría, el narco dejó ordenados seis asesinatos si lo agarraba la Federal, el de Santa Fe fue el primero. Antes de prometerles que la siguiente entrada nada va a tener que ver con la violencia y el narco, les dejo con el vídeo de la confesión de García. Si quieren, pueden ir directamente al minuto 7.53 donde le cuenta al procurador (fiscal) Alfredo Castillo que cada vez que salía en la tele, le mentaba la madre y que tenía pensado matarlo. Si continúan escucharan como mató y decapitó con cuchillos y sierras a unas 300 personas cuando, tras militar en Infantería Marina, decidió meterse con el narco. No hay desperdicio.

Imágenes: Excélsior