domingo, 30 de diciembre de 2007

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The Wall











The first checkpoint of the trip...





... and they've not let us get in... (us usual).
It was a bad day to take pictures. The children are on holydays and yesterday, sunday, was the worker's free day. Tomorrow begin (I hope so) the work.













martes, 25 de diciembre de 2007

Órale

Medicina de otro tiempo


Una treintena de críos espera paciente y en silencio al equipo médico de la ONG española Bibir, en la escuela de Ouattigué, en la región de Yatenga, al norte de Burkina Faso. La escuela consiste en una pequeña estancia de unos veinte metros cuadrados, con paredes de adobe –una mezcla de barro, paja y pequeñas piedras-, techo de paja y suelo sin pavimentar.

Emé, uno de los dos enfermeros de la organización, retira un sucio vendaje de tela del tobillo de una cría de apenas cinco años. Aparece una herida de feo aspecto y mal cicatrizada. Sus padres han intentado curarla con polvo de corteza de baobab y hojas del mismo árbol molidas. Un remedio tradicional. “Son ungüentos que se han usado siempre en los poblados rurales; sin embargo, en algunos casos, no curan nada. Mira esta herida, está seca en la superficie; pero debajo sigue fresca y llena de pus”, dice este enfermero que estudió en Cuba a finales de los años ochenta.

El 80% de la población de Burkina Faso no acude al médico cuando tiene alguna dolencia, sino que recurre a los remedios tradicionales. “Tienen más confianza en el médico de su poblado. Además, a éste pueden pagarle con un pollo o con trigo, mientras que la visita a un hospital debe abonarse en francos”, explica Ben, un médico irlandés que trabaja desde hace unos años para Bibir.

Tanto el enfermero que como el médico consideran que ambas medicinas son necesarias y además complementarias. De hecho, el Gobierno burkinabe lleva unos meses sopesando la posibilidad de que ambas cohabiten en el sistema sanitario público del país. “Sería lo mejor, pues hay muchos de esos remedios que realmente funcionan. No son de ninguna manera pocimas o conjuros propios, sino pomadas o brevajes elaborados con hierbas y plantas naturales”, esclarece Emé.

La regulación de este tipo de prácticas evitaría historias como la de un joven de Ouahigouya que fue atropellado y sufrió una fractura en una de sus piernas. Lo llevaron a un médico tradicional que trató la rotura con masajes. Seguramente, el hueso partido afectaría a un músculo o al sistema nervioso, dice Emé, pues ahora el chico se encuentra en el hospital de esa ciudad a la espera de que su pierna sea amputada.

El caso de Bukina Faso no es el primero en África, Camerún o Ghana han pasado por el mismo proceso, dice el enfermero. “Sería ideal, sí. Que visitaras a un médico de cabecera y te derivara a uno tradicional, y vicerversa. Pero eso es muy complicado. Pues hay muchas clases de médicos tradicionales: masajistas, especializados en hierbas, etc. Y tanto estos como los modernos intentarían proteger su coto profesional, por decirlo así, y terminarían por no derivar a ningún paciente”, asegura el director de la ONG, Chema Rodríguez.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Mis chicas









A veces, en la sección del diario para el que escribo, me siento como Charlie, el de los ángeles. Las imágenes, el cumpleaños de Julia.

lunes, 17 de diciembre de 2007

De farolas y libros

Sitúense, por favor, en la avenida principal de Ouahigouya, la segunda ciudad de Burkina Faso, sobre las seis de la tarde. A esas alturas: noche cerrada. A cada diez o quince pasos, unas enormes farolas arrojan luz a los numerosos carritos de venta de frutas, agua en bolsas, cigarrillos o pescado seco y desmenuzado. A pesar de la magnitud de las luces, éstas son insuficientes y la oscuridad lo cubre todo. El tendido eléctrico es casi inexistente, por ello, la mayoría de hogares no dispone de electricidad. Los generadores la suplen, cuando hay francos.

A los pies de cada farol se sientan cada tarde durante varias horas tres o cuatro críos, a menudo, siempre los mismos en cada fanal, rellenando sus cuadernos escolares o leyendo libros de poetas o novelistas africanos sacados de la única biblioteca del la ciudad. Callados, quietos y siguiendo las líneas con sus pequeños dedos los imagino imaginar un lugar y una vida mejor. Con agua, electricidad en casa para poder leer, por ejemplo, y tres comidas al día.

Mientras, en Europa, se presenta el informe PISA. Los chavales españoles no leen, viene a decir, y cuando lo hace, a la mayoría le cuesta entender aquello que lee. Supongo que la culpa no es sólo de las infames reformas educativas de los gobiernos de los últimos quince años, sino que la era de Internet, la imagen y las consolas también juega un papel importante. Pero estaría haciendo demasiada demagogia si no les explicara lo siguiente: una tarde, en la biblioteca de Ouahigouya, repleta de chicos entre los nueve y los catorce años, le comenté a Chema Rodríguez, director de Bibir y responsable último de la biblioteca, que me sorprendía verla tan llena. Que en España, eso era casi imposible porque todos los enanos están enganchados a la Wii, a la Play o como diablos se llamen esos aparatejos. Chema sonrió resignado y me dijo: "Aquí, si las tuvieran, tampoco leerían".

jueves, 13 de diciembre de 2007

Burkina en femenino



Decía Ryszard Kapuscinski en su libro Ébano que África no existe. Que "los grandes antropólogos jamás han hablado de cultura africana o de religión africana; sabían que tales cosas no existen, que la esencia de África consiste en su infinita diferenciación".

La cita encaja como anillo al dedo en el caso de Burkina Faso. Un país con más de cuarenta lenguas, aunadas paradójicamente por una europea: el francés. Con étnias antagónicas como los beul o los mossi, a las que se han sumado en los últimos años, debido al comercio y a la emigración, los libaneses y los chinos. No obstante, nada de ello ha servido para sacar a este plano y caliente país del tercer lugar en la lista de la ONU de los países más pobres del mundo. Y el último en acceso a la educación: el 50% de los jóvenes es analfabeto, según las estadísticas de la Administración.
Burkina Faso es un país eminentemente rural, las riendas del cual parece llevarlas, en la sombra, la mujer. Mientras que los hombres se levantan al alba para cultivar el mijo y el maiz, ellas lo han hecho antes para calentarles el agua del aseo y prepararles el desayuno. Luego, se encargan de los pequeños. Los bañan, los visten y los dejan listos para la escuela, si es que los padres pueden pagarla.
"Ellas tienen también su propio huerto en el que cultivan hortalizas y legumbres. Y algunas recolectan cacahuetes para sacar un dinero extra para la casa", explica Mamombou S. Tambouro, uno de los responsables de Producción de la ONG española Bibir. La organización monitoriza, entre otros, varios proyectos de agrarios en la región de Yatenga, al norte del país.
El trabajo no finaliza ahí. Tras cultivar su pequeño huerto, se dirigen a las plantaciones de maíz y mijo donde han trabajado sus esposos por la mañana. Allí escudriñan entre los restos de las plantas para conseguir algo más de grano. "Además, de camino a casa deberán recoger madera. Y agua, si es que no lo han hecho ya por la mañana", añade. Los pozos están entre a 500 y un kilómetro de distancia de los poblados. Al llegar a casa, la mujer finaliza su jornada poniéndola en orden, además de hacer la cena para la familia y la limpieza las jaulas de los animales.
La base de la dieta burkinabe consiste en una pasta de maíz o mijo aderezada con una salsa de hortalizas y legumbres. "La base como tal, no es demasiado rica, son los carbohidratos y uno no puede vivir de ellos toda la vida. Lo que aporta las vitaminas y las proteínas es la salsa. Salsa preparda por las mujeres y elaborada a partir de las legumbres y hortalizas que cultivan y recolectan esas mismas mujeres en su pequeño huerto", afirma Heleen, agrónoma belga que trabaja para la ONG española.
Ivonne tiene 17 años y es de etnia beul: alta, esbelta, de facciones suaves y con unos ojos enormes, oscuros y vivarachos. A pesar de las 12 horas que pasa en la escuela, de seis de la mañana a seis de la tarde, al salir, acude rauda a su casa a ayudar a su madre en la cocina. "Siempre lo he hecho", asegura mientras tuerce el gesto en una mueca de resignación.
Pero no es el peor caso. La escolarización de las niñas brilla, en muchas zonas del país, por su ausencia. Por ello, Bibir ha decidido hacerse cargo del coste del curso de las crías en las escuelas que esta ONG gestiona. "El porcentaje de chicos y chicas se va igualando; pero va lento. No se puede cambiar la mentalidad de esta gente ni en tres meses ni en tres años", asegura el director de la organización, el ex misionero, Chema Rodríguez.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Una del oeste



Hace un par de días saldé una cuenta (cinematográfica) pendiente. Sábado por la tarde, café caliente, sofá y Centauros del desierto, de Ford, John Ford, en el deuvedé. Una del oeste. Un magnífico western que tenía aún por ver.

El Duque, -ya saben lo de "feo, fuerte y formal" y todo aquello-, magnífico como el veterano confederado Ethan Edwards. Solitario, callado y con aversión por los comanches dice más con los silencios que con las escasas frases de un estudiado guión. Recuerden la escena en el desfiladero, cuando vuelve sin su capa, etc.
O quizá me gustó porque siempre me gustaron las películas de indios y vaqueros, como las de romanos y las de piratas. Me traen buenos recuerdos de hace ya algunos años. Sábados de frío, por la tarde, frente al televisor de mis abuelos con la única preocupación de si el vaquero besaría al final a la chica rubia y guapa. Y eso antes siempre sucedía.

martes, 4 de diciembre de 2007

Maltés


Soy el océano Pacífico. El mayor de todos. Me llaman así desde hace mucho. Pero no es cierto que esté siempre así. A veces me enfado y la emprendo con todo y con todos. Hoy mismo acabo de calmarme de la última rabieta. Creo que barrí tres o cuatro islas y destrocé otras tantas cáscaras de nuez, de esas que los hombres llaman barcos...

lunes, 3 de diciembre de 2007

Heat de Michael Mann

Me gusta esta escena. La película también, mucho. Sé que no es una obra de arte; pero ahí les dejo este corte del film. También sé que podría haber colgado perfectamente cualquier otro en el que apareciera Ashley Judd; pero eso son palabras mayores...

lunes, 26 de noviembre de 2007

Burkina


He estado una semana en el norte de Burkina Faso realizando un reportaje para el diario en el que escribo. Como ven, también hago fotos, a veces. Dos en uno, en un solo sueldo. En fin, que si alguien sigue esta página, pues nada, que no he abandonado (todavía) y que prometo historias del lugar.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Joder, Espartaco, ¿tú también...?



John Travolta sorprendió anoche al anciano Kirk Douglas al plantarle un beso en la boca, durante el festival internacional de cine de Santa Bárbara. Douglas iba a entregar al actor de Fiebre del sábado noche el premio a la excelencia que lleva su nombre, durante una gala en su honor, cuando éste le besó inesperadamente, ante la mirada atónita de los presentes. Fue el beso de dos mitos del cine. El País, 16 de noviembre de 2007

jueves, 15 de noviembre de 2007

¡Por allí resopla!


Anoche muy tarde despaché la última página de la edición de Anaya de Moby Dick. Y digo despaché porque esta edición, más que la novela que todos recordamos, es una compilación
-espléndida, por otra parte- de las normas y usos de la antigua caza de ballenas. Les juro que sé al dedillo cómo despellejar a un cachalote amarrado al estribor de un buque ballenero.

Tiene poco de novela y más de texto costumbrista o histórico. Además, el libró está coronado con un apéndice brillante de Juan Tébar. En éste se explica cómo y porque se fraguó la novela, la vida de Melville, el autor, y su más que sospechada homosexualidad. Las páginas en que Ismael y Queequeg comparten catre son bastante explícitas.

A pesar de la densidad del libro, tanto que viajó con un servidor ida y vuelta a Colombia sin ser finalizado, echaré de menos a los marinos del Pequod: Starbuck, Stubb... hasta al viejo Ahab (cuánto por aprender de su obcecada búsqueda) y su vaivén, las olas y la sal.

Prometo el doblón de oro de Ahab para el siguiente que la lea.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

No, no puedo decirlo sin insultar...

...no, no puedo. Ni quiero. A veces, incluso es necesario. Como lo de romperle la cara a alguien. A veces, hay que hacerlo. Lo de los buenos modales, la otra mejilla y toda esa murga no es para mí. Se lo dejo a beatos sin remedio o a Zapatero. Y tampoco pretendo que ese payaso viaje en turista, simplemente que vaya asumiendo en lo que ha devenido su rebeldía inicial... ya nos basta con un solo Manu Chao...

martes, 13 de noviembre de 2007

Un avión a México regresa tras un altercado de Melendi a bordo




Ni macarra, ni outsider, ni rebelde, ni, mucho menos, un pirata simpático. Melendi es imbécil, absolutamente imbécil. Por cierto, el fulano, según cuenta El País, con toda su pinta de punk extraviado en las calles de Gracia, viajaba en primera. Claro, es una estrella.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Territorio Wayu'u



Ingrid tiene doce años, estudia por las mañanas en la escuela del pequeño pueblo del Cabo de la Vela, en el departamento de La Guajira (Colombia), y vende pulseras hechas a mano por las mujeres de su tribu –los wayu'u– por las tardes. Quiere ser maestra y, más tarde, alcaldesa de ese lugar.

Pero Ingrid, a pesar de su temprana vocación política y de su prometedora locuacidad, desconoce la cruda y complicada realidad que azota la región en la que vive.
La Guajira, situada al norte del país y fronteriza con Venezuela, es en su mayoría un vasto desierto que se funde con el mar Caribe. Una zona rica en minas de carbón, salinas y yacimientos de gas.

“Esas mismas riquezas son las que nos están matando. Sufrimos asesinatos y desplazamientos forzados por parte de los paramilitares. Es algo que beneficia al Gobierno, que quiere ceder esas tierras y esos recursos a multinacionales extranjeras”, señala la representante de los pueblos indígenas en la Cámara del Congreso de Colombia por el Polo Democrático Alternativo (PDA), Orsinia Patricia Polanco. Polanco es la primera congresista de etnia wayu'u, la tribu originaria de las tierras de La Guajira.

La organización Fuerza de Mujeres Wayu'u (SJW, en sus siglas en idioma wayuunaiki), denuncia en su reciente informe Desde el desierto. Notas sobre paramilitares y violencia en territorio wayu'u de la Media Guajira que en los últimos cinco años las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) han sido responsables de más de 200 asesinatos de indígenas guajiros. “También hay un elevadísimo número de desplazados internos; pero no podemos hablar ni denunciar nada allá. Luego, siempre hay asesinatos, desapariciones o casos de tortura de wayu'us”, añade Polanco.

Los paramilitares llegaron a La Guajira a finales de la década de los 90. El gobierno de Álvaro Uribe, tras entablar con esta organización un proceso de paz, finalizó en 2006 el desarme de la misma. No obstante, numerosas ONG denuncian que el desarme no fue tal y que las AUC continúan operando bajo el nombre de Águilas Negras. “El control en la zona sigue siendo paramilitar” concluye el director del programa de televisión Contravía, el periodista independiente Hollman Morris.

La Guajira sirvió en la década de los 80 como puerto de salida de la cocaína hacia Estados Unidos. Los narcotraficantes embarcaban los fardos de coca en lanchas de pescadores que zarpaban hacia Panamá o México y desde allí se introducía en Norteamérica. “Esas mismas rutas se utilizaron primero para transportar marihuana. Muchos wayu'us participaron en este tráfico y se enriquecieron. Lamentablemente, de manera paralela se generó una ola de asesinatos producto del dinero fácil”, explica.
El endurecimiento de la lucha contra el narcotráfico y la entrada del paramilitarismo en La Guajira han hecho menguar esta actividad (excepto cuando la practican estos últimos).
Así, muchos indígenas que estaban implicados en el comercio ilícito de coca han vuelto a las labores típicas de la zona que, por otro lado, no reportan demasiados ingresos. Entre ellas el pastoreo de cabras, la pesca o la fabricación y venta de artesanías, textiles, collares y pulseras. Como las que vende la pequeña Ingrid.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Cosa nostra



"Estéticamente, Los Soprano es arte. Técnicamente, es correcta. La serie nos revela algo turbador, desconcertante; pero verdadero. Nos dice: mirad a estos tipos, a estos criminales que son como vosostros, con los mismos problemas y preocupaciones. Tony Soprano, por ejemplo, es un auténtico cabrón; pero al mismo tiempo cae simpático. Eso es terrible".

Jean-Françoise Gayraud autor de "El G9 de las mafias en el mundo" (Tendencias)

lunes, 22 de octubre de 2007

Demagogia, populismo... imbecilidad

El presidente del PP y candidato de este partido a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, ha restado hoy importancia al cambio climático aludiendo a un primo suyo, catedrático de Física de la Universidad de Sevilla. "Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: 'Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla'. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?", se ha preguntado el líder de la oposición. Por ello, ha aseverado, no podemos convertir esta cuestión "en el gran problema mundial". (El País, lunes, 22 de octubre de 2007)

This mortal coil

Song to the siren

domingo, 21 de octubre de 2007

Se nos fue Cebrian


El sábado por la tarde murió el periodista Juan Luís Cebrian. Cuarenta y un años. De un infarto. Zas. De repente. No lo conocerán, no salía en la tele. Pero tenía uno de los mejores programas de radio de este país: La rosa de los vientos. El horario, de una a cuatro de la madrugada, tampoco ayudaba o, tal vez, sí. Su hora de programación -a principio, toda la semana, luego sólo sábado y domingo- era o es, no sé si seguirá emitiéndose, un excelente filtro de oyentes.

Cebrian llevaba diez años dirigiendo y presentando un programa donde convergían excelentes bandas sonoras, literatura e historia. A través de las ondas, uno podía verse peleando del lado de los Almogávares, pasando fatigas remando en galeras, formando parte de una expedición para descubrir los secretos de Tutankamon, besar a la bella Cleopatra (ese mismo programa desmontaría también el mito), navegando con Barba Azul o asistir al asedio de Europa con los Tercios Viejos de Flandes. Ese programa era pura historia. Ojalá pueda seguir siéndolo en este país estúpidamente olvidadizo.

Me equivoqué...



... claro que todavía quedan mujeres como las de antes...

sábado, 29 de septiembre de 2007

Haka

La Haka es la danza de guerra maorí. Los All Blacks, el duro equipo nacional de Nueva Zelanda, la baila ante su rival en cada partido para minar tanto su moral, como su concentración. En el vídeo, un encuentro entre la selección francesa y los neozelandeses.

martes, 11 de septiembre de 2007

Wild is the wind

Lola, su labrador de pelo negro, se rebozaba en la arena, a la orilla del mar. "¡Lola!", gritó. Pero la perra corría desobediente tras tres gaviotas. Sonrió, negó con la cabeza y volteó su rostro hacia el viejo faro. Entonces la vio.

Tenía el cabello castaño, corto y revuelto. Ojos grandes y color almendra, labios gruesos y una nariz diminuta y puntiaguda. "Tiene cara de ratón travieso", se dijo y esbozó de nuevo una sonrisa. Esta vez, debida a su ocurrencia.

La veía cada mañana cuando sacaba a Lola a pasear por la pequeña caleta que había junto a su estudio. Vestía ropa deportiva blanca que hacía que su piel morena lo pareciera aún más. Se fijó en que el cuello de su camiseta, ajustada y sin mangas, estaba húmedo. "Sale a correr. Corre cada mañana", pensó. Tenía aspecto de atleta. Piernas contorneadas y hombros y espalda bien formados.

Ella miraba al horizonte erguida, en la orilla, con las piernas arqueadas. Descalza, dejaba que el agua acariciara sus pies. A veces, cuando la ola volvía al mar, sujetaba pequeñas conchas con el pulgar de su pie derecho. Se agachaba, mojaba las manos y humedecía después su rostro con ellas. Con los ojos cerrados, giraba su cara al viento y sacudía levemente la cabeza hasta que su frente quedaba despejada de mechones de pelo.

Lola seguía sin atrapar a ninguna de las gaviotas. "¡Lola!", volvió a llamarla. No hizo caso. Miró hacia otro lado y sus ojos azules se cruzaron con los de la corredora, que en ese instante sonreía por la desobediencia de la perra.

La vio desnuda a su lado, dormida y con el torso descubierto, mientras el sol entraba como un ladrón por las hendiduras de la persiana. Se imaginó besándole el cuello, ella riendo de algo sin concretar, en un café cercano al puerto una tarde de otoño. Pensó en como sería doblar con ella de la mano todas las esquinas y recovecos infinitos del Trastevere o atravesar, entre risas y miradas cómplices, la jungla del mercado chino de las calles de Quiapo, junto a la iglesia del Cristo Negro.

Dibujó en su cabeza escenas cotidianas junto a ella. Comidas familiares, un plato de pasta recién cocinado sobre la mesa cuando volviera tarde y cansada de su trabajo, cualquiera que fuera. Hacer el amor al regreso de una cena en casa de una pareja amiga. Saboreando su piel, oliendo su cuello y humedeciendo cada pliegue de su cuerpo hasta que cayera desfallecida. Imaginó una boda, hijos. Y también una vejez eterna y confortable a su lado. Imaginó tanto en un sólo instante que llegó a ruborizarse por ello y debió dejar de mirarla. "¡Lola!", gritó por enésima vez.

La corredora había dejado ya de atrapar conchas marinas y se alejaba inexorablemente un día más. Lola había vuelto. Le acarició la cabeza. "Perra, mala", le dijo al oído y rió quedamente. "¿Por qué no me haces caso...? Me has dejado fatal delante de esa chica, ¿eh?. Eso no se hace, Lola. Entre nosotras, nos tenemos que echar un cable de vez en cuando, ¿no crees?". Le besó de nuevo la cabeza, enganchó la correa a su collarín y deshizo sus pasos por la arena hasta su hogar.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Gilda


Si yo fuera un rancho, me llamaría Tierra de Nadie. Le dijo Gilda, Rita Hayworth, a Glenn Ford, el chico de moda en Hollywood. Él se quedó allí parado, de pie. Muy quieto y con cara de idiota. Como todos nos quedaríamos ante mujeres así, si aún hoy existieran...

martes, 21 de agosto de 2007

Perdido en el desierto


Mi sentido de la ubicación es nefasto, a pesar de que llevo ya cierto tiempo con la mochila al hombro. Esa falta de ubicación me pasó factura hace unos días. Les cuento, si quieren. El departamento de La Guajira es en su mayoría un amplio desierto que finaliza en el mar Caribe. Pues bien, me perdí en ese desierto anteayer.

Fue a la vuelta de la playa de El Pilón de Azúcar hacia nuestras hamacas. Diez minutos a pie por carretera y cincuenta cortando camino por el desierto de El Cabo de la Vela. Carlos, las chicas y yo volvíamos en 4X4; pero me despegué del grupo para fotografiar un cementerio wayuu medio abandonado y rodeado de cactus, arena y un cielo increíblemente cercano y azul.

No se si me desvié de la carretera antes o después de lo debido; pero, indudablemente, lo hice por donde no era. Anduve entre encinas, zarzales y cactus durante cerca de dos horas. Una de la tarde, sol perpendicular, un café solo como único líquido ingerido ese día y ni un rancho a kilómetros a la redonda. Mi cabeza empezaba a parecer la caldera de una vieja locomotora y mi boca estaba tan seca como la suela de mis botas. "Me perdí", me dije. Pensé en volver hacia la playa, pues una pequeña montaña situada al lado de ésta me serviría como referencia. De esa manera, podría descansar de nuevo en el cementerio, reubicarme y retomar el camino o, con suerte, montarme en uno de los coches que vinieran de la playa, si es que todavía quedaba alguno.

Busqué la montaña y vi que me había desviado muchísimo del camino. Me asusté. Me asusté mucho. "Me temo que en mi estado no la alcanzo", me dije. No obstante, me tapé la cabeza con la camiseta y encaminé mis pasos hacia el monte. Caminé maldiciendo y avergonzado. "Hay que joderse, Ivancho, que sea así, después de lo que llevas a cuestas, como termine todo este tinglado. Inconsciente y seco como la mojama en el desierto. Por despistado y por gilipollas".

Llegué al cementerio de nuevo. Descansé a la sombra de un techo de paja sobre cuatro troncos, junto a los restos de una hoguera, tras unas lápidas y rodeado de chivos que pastaban allí. Me sentí como Sean Penn en el final de U-turn, un perfecto imbécil. Al rato, con el aliento recuperado, volví a la carretera con la intención de no desviarme de ella y llegar a cualquier parte, a esas alturas daba igual, donde beber agua y coger un coche hasta mis cabañas. Pero la carretera parecía no tener fin y temí que me cogiera la noche en el camino. Así que volví al cementerio (hogar, dulce hogar) a esperar a que notaran mi ausencia en el estadero y que salieran a buscarme.

Empecé a tomar fotos de nuevo, sólo por no desesperarme del todo y fue cuando, a lo lejos, vi moverse algo. Era una persona, o así me lo parecía. Corrí hacia ella haciendo aspavientos y exagerando teatralmente mi fatiga. Como les decía, un auténtico memo. Llegué hasta ella. "Estoy perdido", dije antes de percatarme de que tenía ante mí un niño moreno, wayuu, mal vestido y con unos grandes ojos oscuros que me observaban extrañados y divertidos. Sostenía una botella grande de Coca-cola repleta de sal gruesa. El crío la estaba limpiando y recogiendo de una enorme salina cercana a la playa de la que les hablé antes.

"Estoy perdido", repetí. "Me estoy quedando donde la Nena Gómez. Allá, en El Cabo. ¿Sabes dónde te digo?". Asintió. Le pregunté si él vivía allí.
No- dijo. En otro pueblo.
Vaya. ¿Y podrías acompañarme?. Llevo horas dando vueltas sin dar con el camino- dije.
¿Ha almorzado algo?- me preguntó sin mirarme.
Nada- contesté extrañado. Y tampoco he bebido nada en toda la mañana. Bueno, sí -rectifiqué- un café a las seis y media.
Soltó una carcajada divertida y sonora. Guasón.

Estoy muy cansado. ¿Crees que podrías acompañarme?- inquirí de nuevo.
¿Ahora?- preguntó.
Si es ahora, me harías un gran favor, amigo- le espeté.
Pues entonces vamos- dijo solícito mientras cogía de nuevo su botella.

Caminamos en silencio. Le pregunté que si cada día iba a recoger sal. "Sí. Y también voy a la escuela", contestó. "¿De verdad estás sin almorzar?"preguntaba continuamente y negaba quedamente con la cabeza sin esperar respuesta alguna. Anduvimos y me llevó por caminos y claros que no recordaba. "No puedo ser tan estúpido de no acordarme de este lugar", pensé. Justo después, el crío se paró en seco y gritó "mira, una de tus huellas, de tu ida a la playa". En efecto, era la suela de mis botas.

Divisamos el estadero de la Nena Gómez. Le devolví la botella y un cubo de agua que me había ofrecido a llevarle y le pregunté su nombre. "Francisco", dijo. "Yo me llamo Ivan". Le estreché la mano y deslicé en ella un billete de 20.000 pesos. "Gracias, muchas gracias", le dije. "Y esto es para que invites a tu chica a una gaseosa". El rió de nuevo, agradeció el gesto y se fue caminando a pasos cortos y decididos.

Qué quieren que les diga. En ocasiones, me siento afortunado de resultar desubicado y de perdeme mil y una veces en lugares desconocidos.

Tejiendo la hamaca

Días de pesca

El beso

La Guajira

lunes, 20 de agosto de 2007

Historias Guajiras


Gino es un argentino sesentón que recorre América Latina -desde Usuaia a Maracaibo- sobre las dos ruedas de su Africa Twin. Su viaje empezó en la Patagonia argentina hace unos meses y finalizará cuando el cáncer de pulmón que padece le diga "che, hasta acá llegamos, viejo".

Apareció en nuestras hamacas hace unos días. Apenas un metro sesenta y cinco de altura, barriga prominente, pelo blanco y barba cana. Con mirada glauca, sonrisa franca y los ademanes suaves y educados de la buena gente. En seguida, lo apodamos Papá Noel.

"Fuma usted con muchas ganas, che. Me da envidia. Pero tenga cuidado, ¿sí?", le dijo a Carlos mientras engrasaba la maquinaria de su motocicleta. Más tarde también le diría que él dejo de fumar hace ahora una década, tras el diagnóstico del cáncer. Que llegó un momento en que los médicos le dieron cuatro meses de vida y que fue entonces cuando ensilló su Honda para realizar el último y mejor viaje de su vida.

Gino lleva ya seis meses en ruta. Apurando sus días entre emociones, sentimientos y experiencias que todos deberíamos experimentar al menos una vez en la vida. Viajando "hasta el día del campanazo final", como él nos confesó antes de partir de nuevo hacia Venezuela.

* * * *

Luci perdió su ojo izquierdo cuando era una cría. "Me cayó mugre", dice. Luego se infectó y tuvieron que sustituírselo por una prótesis. Luci tiene diecisiete años, aunque aparenta diez más. A los quince su madre hizo que abandonara la escuela en Uribia para mandarla a El Cabo de la Vela, a limpiar, cocinar y atender a los turistas en las cabañas que regenta su pérfida abuela.

El trabajo de Luci es excelente. Son las cabañas más limpias y lindas de todo el pueblo y jamás comí una sierra o un pargo tan bien cocinado y con unos patacones tan sabrosos. A pesar de ello, su abuela no le asigna ni un peso a fin de mes y, si alguien ofrece a Luci unos billetes de propina, se los arrebata con avaricia. También le riñe y le golpea con cualquier escusa, o eso dice la joven.

Luci, india wayuu con la única cultura de su tradición -que no es poca-, planea en silencio su fuga a la inmensa ciudad de Bogotá el próximo diciembre para labrarse una nueva vida.

La famosa Ingrid de El Cabo de la Vela


Ingrid tiene doce años, estudia por las mañanas en la escuela del pequeño pueblo de El Cabo de la Vela y vende pulseras hechas a mano por las tardes. Quiere ser maestra y, más tarde, alcaldesa de ese lugar, o eso dice. Jamás, nadie me sopló viruta con tanta facilidad como esta cría.

Taxi


Trayecto de Uribia a El Cabo de la Vela, en La Guajira.

martes, 14 de agosto de 2007

Tayrona


El Tayrona es una reserva natural, antiguo asentamiento indígena -de los kogi, entre otros-, y donde se funden la Sierra Nevada de Santa Marta y el mar Caribe. El turismo en la reserva ha aumentado y, por consiguiente, el precio de los pescados con arroz de coco y patacones o el alquiler de una hamaca. Si en 2001, la noche en "chinchorro" costaba 2.000 pesos (poco menos de un euro) hoy la están pagando a 12.000. Calculen. Pero tampoco es tanto, para que nos vamos a engañar. Como les digo el turismo ha aumentado, en parte, por una buena campaña publicitaria de la zona y, en parte, por la política de seguridad democrática (¿democrática?) del presidente colombiano, Álvaro Uribe.


Los israelíes son los visitantes más numerosos. Viajeros de verdad. Experimentados, se nota en sus mochilas, calzado y maneras. Gente que sabe lo que se hace, tengo buenos amigos judíos, sé de lo que hablo. Llegan al parque en grupos de diez o doce chicos. Jóvenes, esbeltas ellas, resultones ellos. Afortunadamente, hemos dejado la reserva antes de que levantaran un muro y pusieran un checkpoint en la entrada.


Me encontré con Franky Rey, el guía que en 2001 me llevó desde Calabazo a Arrecifes, atravesando todo el parque Tayrona en cinco horas de caminata. Por aquel entonces él tendría unos 64 años. Hoy con setenta sigue en ruta. "El parque está más caro, sí. Hay más seguridad. Aunque el que le da mala imagen al país es el propio colombiano", me decía mientras se pasaba su mano por su cara arrugada y curtida por el sol. "Cada día tengo que discutir con alguno. Vea, usted es Español y es la segunda vez que nos visita. Mientras que muchos colombianos vienen por primera vez y alegan que esto está muy peligroso y que nadie está seguro en el parque". Luego, se alejó negando con la cabeza gacha y caminando lentamente con sus piernas ligeramente arqueadas.


Me hago mayor inevitablemente. Nos quedamos sin dinero en el parque. Un mal cálculo y unos precios que no esperábamos. La primera noche no cenamos y la segunda encontramos, escudriñando en nuestras mochilas, algunos pesos que nos permitieron, tras el feliz hallazgo de otros 2.000 pesos en el suelo del bar, comprarnos unas bolsas diminutas de patatas fritas que nos supieron a gloria. Con 29, aguantar hambre ya no es un reto, es una putada.


Homenaje


Traducción: Carmenchu y Jainor también (tb.) estuvieron aquí. Un guiño a mis dos coleguitas del currele, porque molan lo suyo y más, tsssee... Carmenchu, si es que es nombrarte y volver al macarrismo, coño... No obstante, prometo repertirte lo del "aire acondicionado prendido".

Ventanuco


Las vistas desde mi hamaca, ubicada en un torreón de madera, sobre una roca bañada por el mar caribe.

La edad de la inocencia


La hija de nuestro "hamaquero". El tipo que nos alquilaba las hamacas.

LOST


Mamá, tranquila. Sigo vivo, a mí no me quiere ni la guerrilla...

domingo, 12 de agosto de 2007

La Costeña

Un autobús de la flota de la compañía La Costeña nos ha llevado hoy desde Cartagena de Indias al Tayrona, una reserva natural donde la Sierra Nevada de Santa Marta se une con el mar Caribe. El vehículo era pequeño, viejo, con asientos a medio atornillar y oscuro. Luz tenue y cortinas corridas. La cabina del conductor estaba separada del espacio para el pasaje por una puerta negra. Al abrirla he escuchado las notas estridentes de un comercial que emitía en ese momento Caracol TV en la tele del vehículo. "Coño, un after", le espeté a Carlos, aún "enguayabado" por la noche de ayer. (No logro entender la inevitable relación entre el funcionamiento de los autobuses y la necesidad de tener prendido durante todo el viaje -que más da si son las cinco de la mañana y al otro lado del cristal llueve- el aire acondicionado. Joder, qué frío).

Días antes comprobé que Medellín sigue radiante. Fajardo, su alcalde, ha hecho (está haciendo) un gran trabajo. Más zonas verdes, más bibliotecas, más urbanismo útil. A nivel nacional, la cosa no anda igual de bien. Once senadores procesados por relaciones con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupo paramilitar de extremísma derecha, el jefe de la policía secreta encarcelado por el mismo motivo, las conversaciones con los elenos no avanzan y las FARC no se bajan del burro. Tampoco lo hace el presidente, Álvaro Uribe, quien jura y vuelve a jurar que él nada tiene que ver con el paramilitarismo y la parapolítica. Qué risa. No obstante, uno pregunta y la gente está contenta con él. "Ahora se puede viajar por carretera en Colombia", dicen algunos. "Son todos la misma porquería, mejor que el presidente esté vinculado a los paracos que a los guerrillos, que son los que nos secuestran", sostienen otros.

Saben que su Gobierno no está limpio. Pocos lo han estado en este país, así que tampoco les extraña. Además, medio siglo sufriendo a las FARC hacen mella. Uribe, eso sí es cierto, es el que más duro le ha dado a la guerrilla, y eso el pueblo lo sabe. Así que prefieren mirar hacia otro lado cada vez que se demuestra el vínculo entre política y paramilitarismo. Pero así tampoco se avanza.

sábado, 11 de agosto de 2007

Kalamary


Kalamary significa o, mejor dicho, significaba en el idioma mocanés cangrejo. Los indios mocanaes bautizaron así a lo que hoy es la ciudad vieja de Cartagena de Indias hace unos pocos años. Al parecer, los crustáceos abundaban por aquí.

Fue un poblado al uso. Un caserío circular con bohíos de palma y barenque, rodeado por troncos de árboles terminados en punta y coronados por las calaveras de los enemigos muertos en batalla. Luego, en 1.500, la bravura indígena empezó a menguar con la conquista (eran otros tiempos, no me jodan) española. Y, en 1.533, Pedro de Heredia fundó Cartagena de Indias, una de las ciudades más hermosas del mundo si uno se limita a pasear por su casco histórico.

La fotografía no es representativa en absoluto; pero me gusta. Amargura, a decir verdad, hay poca aquí. El color sí. Es el mismo, junto a los celestes, rojos y burdeos, con los que están pintadas las casas coloniales que El Maestro metió en El amor en los tiempos del cólera. Es una ciudad bellísima, sin duda. Historia pura. Las murallas, la India Catalina (un zorrón de la misma calaña que Malinche), el castillo de San Felipe o los restos de la trata de esclavos negros. Imprescindible a pesar de un incipiente y despistado turismo gringo (ellos, en eso de la historia, están empezando) y de una creciente prostitución. Muchachas demasiado jóvenes y bonitas como que para que la mayoría lleven grabadas en su rostro las siglas VIH.


jueves, 26 de julio de 2007

Lengua

"El español es un hermoso viaje en el que las palabras tienen alma y destino marinero"
Belisario Betancur

miércoles, 25 de julio de 2007

Un dragón en un tuk tuk

en Taxis del Mundo

El dragón dorado se balanceaba bruscamente colgado del retrovistor. Al ritmo de los socavones de la calzada iba de un lado a otro, zis, zas, sin detenerse. A veces, con la velocidad adecuada y si el bache era lo suficientemente hondo, la figurita se elevaba y se golpeaba contra el techo de lona del tuk tuk. Afortunadamente, era de lona, mi cabeza corría igual suerte que el pequeño dragón.

Empezaba a sospechar que aquel triciclo motorizado y con una frágil cabina anexionada había sido la peor alternativa para regresar al hotel desde el barrio de Patpong, en Bangkok. No obstante, también había sido la única. Patpong es el caos y encontrar allí un taxi resulta poco menos que imposible. Es el barrio nocturno de la ciudad: clubes, bares musicales, garitos sin oficio ni beneficio, mercadillos callejeros y carritos de comida donde encontrar desde bolas de pescado fritas en aceite recalentado a ristras de grillos asados.

Un silbido bastó para llamar la atención del conductor. “Voy a Khaosan road”, dije. “¡300 baths!”, dijo él, unos tres euros. Igual que con los taxis convencionales, el regateo resulta inevitable. Tras los cinco minutos de rigor, acordamos 150 baths La mitad del precio inicial. Los destellos de las luces se sucedían uno tras otro a una velocidad vertiginosa, el chofer zigzagueaba entre los automóviles y yo temía que la cabina saliera disparada de un momento a otro.

El conductor, a pesar de chapurrear a duras penas el inglés, mantenía su cabeza girada permanentemente para charlar conmigo. “¿Qué tal la ciudad? ¿Guapas chicas, verdad?”. Únicamente, miraba al frente cuando el estruendo de un claxon lo exigía. La peor opción para mi integridad física, pensé, la mejor para esquivar el intenso tráfico de Bangkok.

Llegué al hostal a los pocos minutos con media sonrisa esbozándose en mi rostro. En el fondo, todo aquello había resultado divertido. Aboné el importe y me despedí. “¡Ey!”, me gritó el chofer cuando me disponía a entrar en el motel. Me acerqué. “¿Quieres algo de opio?”, preguntó con voz queda. Descubrí a los pocos días que esa especie de pluriempleo era tan usual entre los conductores de tuk tuk, como los socavones en las calzadas de Bangkok.

martes, 24 de julio de 2007

Esto no es China


Esto no es China, señores. Ni Cuba ni Marruecos, afortunadamente, en lo que a libertad de expresión se refiere. O, al menos, no debería.


Nadie, absolutamente nadie deber tener el poder de secuestrar un medio de comunicación a las primeras de cambio. Y menos por una portada como la que arriba les muestro. Portada, por otro lado, que se me antoja burda y, de verdad, sin gracia ni enjundia alguna. Y ahora no me jodan, cuando me mamo suelo cantar el Himno de Riego y lanzar vítores a la II República en plena calle, que ya me dirán....


Como les digo, nadie debería tener esa facilidad para prohibir la venta de un medio escrito y censurar, además, su página en la red. La libertad de expresión tiene unos límites, me enseñaron en la facultad. Cuando se emplea para injuriar o levantar falsos testimonios, por ejemplo. En esos casos, y no entro si el de El Jueves es uno de ellos, la Justicia está para sancionar y condenar a los responsables de la pieza periodística o del medio. Jamás se debería mandar a los cuerpos policiales a requisar los ejemplares de un medio escrito a los quioscos. Esos tiempos ya pasaron y, sobre todo como periodista, me siento afortunado de no haberlos vivido.

martes, 17 de julio de 2007

Nuestro hombre en Laos

La operación Penalty, coordinada por el Cuerpo Nacional de Policía e Interpol, culminó hace unos días con 66 detenidos y con 48 millones de imágenes requisadas, entre vídeos y fotografías, de pornografía infantil. Leo en la prensa declaraciones del director general de la Policía española, Joan Mesquida. Dice que la colaboración ciudadana, la de usuarios de internet, es fundamental para que este tipo de operativos lleguen a buen puerto. En este caso, además de las denuncias de varias ONG que luchan contra los abusos sexuales a menores de edad, también recibieron las de gente anónima. Internautas al acecho de descargas procaces como las 5.000 que se registraron en nuestro país relacionadas con esta investigación.

Irremediablemente me he acordado de Quique. Un viejo amigo que murió igual que vivió, sin molestar a nadie. Se lo llevó hace unos años un cáncer, aunque nunca supimos muy bien qué tipo de cáncer. El muy cabrón se largó a Granada en cuanto lo supo. A morir en su tierra, a quedarse con los suyos.

Trabajaba en el Instituto Anatómico Forense de Barcelona. Las jornadas maratonianas, diez o doce horas sin comer, las culminaba a las ocho de la tarde en el último escabel de nuestro bar del Paseo del Borne, cuando el barrio valía aún la pena y no había sido tomado por la marabunta de gilipollas que hoy pululan por allí. Bebía cerveza a raudales y fumaba como lavandera mueca. No comía o, si lo hacía, era una única vez al día. Sospechamos de que, en realidad, no lo mató el cáncer, sino la quimioterapia. Demasiado escuálido y endeble para soportar tanto químico concentrado.

Alto, flaco y con cara de viejo lobo guasón mantenía que era forense; pero todos sabíamos que eso ano era así, que era auxiliar de laboratorio y que, en lugar de realizar autopsias de esas que salen hoy en la tele, analizaba pequeñas muestras de tejidos en los anticuados microscopios del Instituto. Pero Quique era mitómano, o casi. Mentía con una facilidad pasmosa, hasta divertida, si me apuran, cuando uno ya sabía de qué iba el cuento. Según Nuño, su apellido, él investigó el triple crimen de Alcásser, estuvo de copas con el Príncipe de Asturias cuando éste estudiaba en la Academia Militar de Zaragoza, analizó muestras de seres extraterrestres y participó en no sé qué Olimpiadas en el equipo español de aikido. Cuando el aikido, creo, jamás ha sido deporte olímpico.

Te soltaba una de esas mentiras como un latigazo. De golpe y sin avisar, el muy cabrón. Y lo mirabas con cara de gilipollas, con un esbozo de sonrisa confusa y preguntándote que cómo es posible que te estuviera contando semejante payasada. Él te mantenía la mirada, serio. Muy serio. Quieto. Para luego asentir lentamente con la cabeza, mientras sonreía con la boca torcida. Optabas por creerle. Adicto a la red, mantenía su ordenador encendido 24 horas al día descargando archivos de abusos a menores porque así se investigaba sobre nuevos enlaces y sitios en internet de pornografía infantil, y también así se daban los primeros pasos para capturar a los que estaban detrás de todas esa mafias. También quisimos creerle.

La creías porque siempre estuvo ahí, poniendo oreja cuando era necesario o prestándote unos billetes cuando andabas tieso de viruta, a pesar del mísero sueldo que le pagaba Interior. La puerta de su casa siempre estuvo abierta para nosotros. De hecho, se convirtió en la mía cuando abandoné mi primer hogar fuera del paterno un mes antes de viajar a Colombia. Él estaba de vacaciones y me confió las llaves sin mayores palabras que "no hace falta que la limpies cuando te vayas, ya contrataré a alguien cuando vuelva". Nos reíamos con él. Además, siempre daba la cara por uno, sin importarle demasiado si uno tenía razón o no, o si había metido la pata hasta las cejas. Se la jugaba por ti por el simple hecho de considerarse un amigo. Lo era. Por eso quiero creer que Quique no murió, que nos volvió a engañar a todos y que ahora pasa los días en antros y burdeles de Vientiane investigando para los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior.

lunes, 9 de julio de 2007

Olores


Los olores me permiten recordar mejor las cosas. Un olor, un aroma, me trae recuerdos de una manera mucho más intensa que una imagen o una canción. Tengo una fotografía sobre uno de los muebles de mi estudio en la que aparezco remando de pie en la Ensenada de Utría, en el Chocó. Pero lo que realmente me transporta de nuevo allí es el olor a gasolina. La misma que usaban los motores de las barcazas de madera que empleábamos para desplazarnos de un sitio a otro.

El intenso olor a combustible lo tengo ligado al día en que Emiro y Tulungo pararon el motor del viejo bote en mitad del Pacífico esperando a que un ballenato emergiera para expulsar un chorro de agua. Y yo, que quieren que les diga, me sentí Ismael por un segundo.

En unas semanas vuelvo a Colombia. Y quiero volver a oler el aceite recalentado de las empanadas de la 10 de Medallo, el humo de los carros en los aledaños de El Hueco, la gasolina en la costa de La Guajira y, por supuesto, también el olor del que te impregna el Antioqueño y el de los cigarrillos de marihuana de Barrrio Antioquia. Además de sentir el aroma de la brisa del mar Caribe, cuando estemos sentados sobre la muralla de la ciudad vieja de Cartagena de Indias descorchando una botella de vino tinto. Esta vez, español.