miércoles, 27 de agosto de 2008

El paso fronterizo de Beni Enzar

Sábado 16 agosto, 11 A.M., frontera de Beni Enzar, entre Melilla y Nador (Marruecos). Les pongo en contexto: un sol de justicia, los tripulantes de uno de los ferrys de la Operación Paso del Estrecho recién llegados a la aduana y el recuerdo de la noche anterior como mosca detrás de la oreja: avalancha desde el monte Gurugú de un centenar de subsaharianos hambrientos y cansados deseando entrar en Europa.

-Soy periodista... journalist. Reporter... Le digo en un francés nefasto al policía de la garita aduanera, ya en el lado marroquí.
- Periodista, masculla en un español peor que mi francés. Periodista, añade, uhm, uhm...

El fulano agarra mi pasaporte, se incorpora y se va a hablar con alguien a quien no logro ver desde la minúscula ventanilla a través de la cual el agente me pasa revista. Se demora. Demasiado, joder, pienso. Siempre lo mismo: esas patillas, esas gafas de narco... El tipo tarda y el sol aprieta. De pronto, escucho detrás, en la cola: "pero qué pasa con ese, nen, qué pasa... que es japonés o qué???". Españoles, pienso, uhm, uhm...

El policía regresa con semblante serio, pensativo y murmurando qué se yo para sí. Me viene a la cabeza que en un país donde encarcelan a periodistas y embargan a menudo publicaciones podría haber dicho que me dedicaba a otra cosa. Pero no. Mis viejos se dejaron mucha viruta en mis estudios como para ir diciendo que aprieto tuercas en la Seat, por ejemplo. Menos en Israel, donde aseguro siempre en el aeropuerto Ben Gurion, en Tel Aviv, que me dedico a afinar pianos. Como oyen.

-Escriba aquí el nombre del diario para el que escribe, me espeta el policía. Cojo el bolígrafo que me ofrece y escribo en la tarjeta de entrada al país "ADN".
-¿Y esto qué es?, dice poco cordial.
- El nombre de mi diario, le respondo sonriendo y, a esas alturas, con un ápice de sorna en los ojos.
-Eso ya lo veo, apunta, pero qué es lo que significa...

Sonrío de nuevo; pero esta vez les aseguro que algo incómodo. Ni yo mismo lo tengo del todo claro. Verá, le digo, tiene algo que ver con nuestro código genético... el código genético único de cada ser humano... continúo sin creerme demasiado mis palabras. Compruebo que el tipo me mira con el ceño fruncido intentando encontrar el significado de las palabras código y genético en su cabeza. Ya sabe, continúo sin ningún tipo de esperanzas, todo está conectado... everything's connected... y sonrío de nuevo.

El fulano enarca una ceja y mira de nuevo al papel con las letras A, D y N escritas, que sujeta con el índice y pulgar de su mano derecha. Lo mira fijamente, tuerce el gesto, suspira, y me mira de nuevo con intención de levantarse. ¿Sabe qué?, me adelanto, olvídelo, en realidad trabajo en la Seat.

I love this guy...



lunes, 25 de agosto de 2008

Melilla y el águila




Si mis datos son correctos, Melilla es la única ciudad española que conserva monumentos erigidos en la dictadura franquista y que se refieren explícitamente a ésta. En concreto dos. Uno de ellos es una estatuta del general Franco, junto al puesto de inspección fronteriza del puerto melillense (les confesaré que me pasó completamente inadvertida cuando llegué hace unos días, aquel cabrón tampoco era muy alto).


El otro es el de la imagen, en pleno centro de la ciudad, la Plaza de los Héroes se llama. Imaginen. Me comentan que varias oenegés y un sinfín de asociaciones han pedido al gobierno de la ciudad autónoma que retire ambos monumentos. Pero ahí siguen. "Ya sabe usted como son los políticos", me dice el botones del hotel donde me alojo. No en vano, pienso por pensar en algo sin demasiada enjundia, fue aquí, en Melilla, donde aquel tipejo se hizo fuerte y fraguó, en parte, el golpe de estado a la República.