miércoles, 23 de julio de 2008

Los muchachos del bus









Les conocí hace unos años y les debía una entrada a este blog. Se la debía porque me brindaron uno de los mejores viajes que he hecho jamás. Son los muchachos de la ONG Conductors Solidaris de Catalunya (CSC), tipos corrientes ( o casi), conductores de autobuses urbanos que montaron hace unos años este tinglado.

Fue en el convoy a Albania, al norte del país balcánico. Ya saben, reparto de ropa, de cuadernos para la escuela, de lápices, de juguetes y de instrumental sanitario en aldeas remotas y encorsetadas entre enormes montañas que se perdían en la niebla.

Embarcamos en Barcelona hasta Civitavecchia, en Roma. Cruzamos Italia sin la documentación de la carga (alguno de ellos la olvidó en la sede de la ONG en Barcelona) hasta llegar a Bari, donde recogimos los albaranes en una oficina perdida de DHL. Bari es hermosa. Al menos su casco antiguo, calles empedradas, recovecos, olor a orégano y pomodoro y ropa blanca colgada en los balcones.

Luego fueron diez días recorriendo pueblecitos en el norte de Albania. Carreteras sin asfaltar, acantilados, barcos oxidados navegando ríos eternos, rakia, críos de mirada triste y franca, cargas y descargas de los dos camiones y de la UVI móvil que componían el convoy, jornadas de 12 y 14 horas, amenazas con revólveres, obligados sobornos en las aduanas, la desconfianza de los mayores, la siniestra ley de la montaña y esas dos petardas de TV3 acompañándonos en un tramo de la caravana y queriendo grabar una crónica a las cinco de la mañana, a pie de camión, cuando nos dirigíamos con la hora pegada al culo y resbalando por las carreteras heladas hacia el puerto de donde nuestro transbordador estaba a punto de zarpar.

Ya devuelta, en el buque de Grimaldi y con un Barça - Milan de Champions en juego, pensé que esos fulanos debían estar en su casa, zampándose unos tacos de queso con una cerveza mientras veían el partido. Con sus hijos y esposas, si es que éstas aún les aguantaban. Pero no, estaban allí embarcados. Sin afeitar, sucios y cansados. Pero felices al fin y al cabo, a pesar de saber (lucidamente) que no van a cambiar el mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo mio, que recuerdos, ahhhhhh,te acuerdas la cara que se nos quedó al salir del puerto de BCN cuando nos dimos cuenta de falta de las documentaciones. ¿Y tu pensarias: Dios mio, donde cojones me he metido?
¿Y en Tropoja ?, con Sor Cristiana.
La habitación con 4 literas y cinco personas, ¿la broma del Santi gay?. ¿Y en la furgo mientras conducia aquel hombre con su copiloto por el acantilado, al ritmo de aquella musica mirando para atrás, cantando y bailando buscando vuestras miradas y bailes complices?.
Si yo tambien pienso que ha sido uno de mis mejores viajes, por lo aprendido, por lo compartido y por lo vivido.
Te quiero mucho, Ivancho.