
Ingrid tiene doce años, estudia por las mañanas en la escuela del pequeño pueblo del Cabo de la Vela, en el departamento de La Guajira (Colombia), y vende pulseras hechas a mano por las mujeres de su tribu –los wayu'u– por las tardes. Quiere ser maestra y, más tarde, alcaldesa de ese lugar.
Pero Ingrid, a pesar de su temprana vocación política y de su prometedora locuacidad, desconoce la cruda y complicada realidad que azota la región en la que vive.
La Guajira, situada al norte del país y fronteriza con Venezuela, es en su mayoría un vasto desierto que se funde con el mar Caribe. Una zona rica en minas de carbón, salinas y yacimientos de gas.
“Esas mismas riquezas son las que nos están matando. Sufrimos asesinatos y desplazamientos forzados por parte de los paramilitares. Es algo que beneficia al Gobierno, que quiere ceder esas tierras y esos recursos a multinacionales extranjeras”, señala la representante de los pueblos indígenas en la Cámara del Congreso de Colombia por el Polo Democrático Alternativo (PDA), Orsinia Patricia Polanco. Polanco es la primera congresista de etnia wayu'u, la tribu originaria de las tierras de La Guajira.
La organización Fuerza de Mujeres Wayu'u (SJW, en sus siglas en idioma wayuunaiki), denuncia en su reciente informe Desde el desierto. Notas sobre paramilitares y violencia en territorio wayu'u de la Media Guajira que en los últimos cinco años las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) han sido responsables de más de 200 asesinatos de indígenas guajiros. “También hay un elevadísimo número de desplazados internos; pero no podemos hablar ni denunciar nada allá. Luego, siempre hay asesinatos, desapariciones o casos de tortura de wayu'us”, añade Polanco.
Los paramilitares llegaron a La Guajira a finales de la década de los 90. El gobierno de Álvaro Uribe, tras entablar con esta organización un proceso de paz, finalizó en 2006 el desarme de la misma. No obstante, numerosas ONG denuncian que el desarme no fue tal y que las AUC continúan operando bajo el nombre de Águilas Negras. “El control en la zona sigue siendo paramilitar” concluye el director del programa de televisión Contravía, el periodista independiente Hollman Morris.
La Guajira sirvió en la década de los 80 como puerto de salida de la cocaína hacia Estados Unidos. Los narcotraficantes embarcaban los fardos de coca en lanchas de pescadores que zarpaban hacia Panamá o México y desde allí se introducía en Norteamérica. “Esas mismas rutas se utilizaron primero para transportar marihuana. Muchos wayu'us participaron en este tráfico y se enriquecieron. Lamentablemente, de manera paralela se generó una ola de asesinatos producto del dinero fácil”, explica.
El endurecimiento de la lucha contra el narcotráfico y la entrada del paramilitarismo en La Guajira han hecho menguar esta actividad (excepto cuando la practican estos últimos).
Así, muchos indígenas que estaban implicados en el comercio ilícito de coca han vuelto a las labores típicas de la zona que, por otro lado, no reportan demasiados ingresos. Entre ellas el pastoreo de cabras, la pesca o la fabricación y venta de artesanías, textiles, collares y pulseras. Como las que vende la pequeña Ingrid.
Así, muchos indígenas que estaban implicados en el comercio ilícito de coca han vuelto a las labores típicas de la zona que, por otro lado, no reportan demasiados ingresos. Entre ellas el pastoreo de cabras, la pesca o la fabricación y venta de artesanías, textiles, collares y pulseras. Como las que vende la pequeña Ingrid.
1 comentario:
ei lindo, bueno el post y precioa la foto... pronto subiré historias sobre los mapuche, yeahhhh en chile a los "gallegos" nos llaman los coños, te envie la foto verdad? estoy de copete ahora, portándome mal, para variar, os recuerdo mucho... lo sabes? dale un beso a karym y dame su mail, que me reboto la ultima vez, creo que lo tengo mal...dile que guardo sus palabras en la libreta que carlos me regaló, y eso, tambine es un regalo. un beso
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