
Leo en el blog de mi amiga de la posguerra que ya no come pollo, que es insípido, soso. Un coñazo de comida. Ni con ajos, ni con papas (porque ella es ya medio chilena), ni sin ellos. Que pasa. No más pollo y eso, dice Emma,que es guapa, guapa, guapa, la "jodía". Aventuro que, tal vez, también piense en esas granjas donde los embuten de grano. En esas leyendas urbanas de Kentucky Fried Chicken y esos engendros de pollo que son todo pechuga. Sin patas, sin alas, sin plumas. Sólo una gran bola de pechuga y un enorme pico con el que engullir el alimento. Sin ojos. ¡Puaj!.
Por mi parte, casi abandono el salmón. Dicen que ya no se come el que se comía antes; pero con qué alimento ocurre eso, no fastidien. La razón es otra. Sitúense: almuerzo de trabajo en uno de los restaurantes claves de mi ciudad. Mi jefa, mi directora y yo, por un lado. Por el otro, directivos de Greenpeace. Llega la carta. El menú. Joder. Segundos: atún y salmón. Joder. Joder. Joder. ¿Puedo tomar dos primeros?, dije.
Entre bocado y reivindicación ecologista, la directiva que se sentaba a mi lado me iba explicando lo que hacen las piscifactorías con los peces. ¿Sabes lo que es un catálogo de Pantone?. Claro, le digo. Un catálogo con infinidad de colores. Lo usan los diseñadores y los pintores de brocha gorda caros. Me mira satisfecha y suelta casi distraída: pues ocurre lo mismo con los salmones. Me atraganto con el vino y digo, ¿cómorrr?.
Pues eso. Resulta que en las piscifactorías tienen un catálogo con un millón y más de tonos rosados. Con tonos de color salmón. Al parecer, quienes comercializan con este pescado pueden escoger el color con que éste luzca en sus mostradores sobre impoluto hielo escamado. Más rosa, menos rosa, un rosa pálido, un rosa chillón, un rosa salmón, etc. Eligen el color y luego la piscifactoría se encarga de darle ese tono al pez por medio de colorantes en su alimentación. Hay que joderse.
"En realidad, el salmón de río es más bien blanquecino, el rosa viene de fábrica", me dice ella. En fin, yo la creí. Palabra de experto, ya saben. De todos modos, hoy compré salmón, casi fucsia, para una amiga que viene a cenar a casa. Qué cachondo.
2 comentarios:
Me encanta el salmón, y no dejaré de comerlo de todos los colores... dichosa la jaca que invitaste y que se lo trincó fucsia, o magenta... Ivancho seguro que de lo que menos se acuerda es del salmón... Ñam ñam ñam... "Llamame Eva" debió decirte entre bocado y bocado...
Acabareu sent tots vegetarians! Si és que resultarà que sóc una noia avançada als meus temps...
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