
Vaya por delante que no soy un experto en el conflicto entre Israel y Palestina. Y si me apuran, ¿quién puede serlo a estas alturas? (Carlos Mendo no me vale). Como les digo no soy erudito en la materia y tampoco lo pretendo; pero aún así les hablaré del tema. Creo que tengo aval para ello, trabajo en una ONG encargándome de la comunicación de nuestros proyectos humanitarios allí (los que nos deja llevar a cabo el Tsahal, claro), así pues engullo informes y noticias del tema por un tubo, tengo buenos amigos judíos y otros tantos musulmanes, he estado un par de veces trabajando cámara en mano en la zona y hace unos años casi me dan matarile en Nablús, mientras intentaba conciliar el sueño en un hospital de la Media Luna Roja ubicado en medio de un fuego cruzado entre milicianos palestinos y tanques hebreos. No se imaginan lo que puede llegar a temblar una pared, o sí.
Así que creo que tengo derecho a opinar del tema. Además la opinión es escueta y ni siquiera es mía. Es de una vieja amiga de la que alguna vez ya les hablé aquí. Tomábamos un par de cervezas acompañando un hummus con setas delicioso en un pequeño establecimiento tras el ayuntamiento de Jerusalén. El camarero era un judío alto, de ojos azules y pelo castaño, corto y algo ondulado. Me recordó a Paul Newman. O sea, era un tipo guapo de verdad, como los de antes. De verdad.
- Son guapos estos tipos, le dije. Al menos de eso no puedes quejarte, añadí medio bromeando.
Bebió un sorbo de su cerveza. Me miró, torció el gesto y dijo. Son guapísimos; sí, pero están locos de remate. Mira, Ivan, añadió, esta gente siempre está en lucha contra algo. Me da la impresión de que necesitan un rival delante para existir y para que esa existencia tenga sentido. Ahora son los palestinos los que están en su punto de mira. ¿Pero si no hubiera palestinos, sabes lo que creo yo que pasaría?.
Dejó caer la rebanada de pan que sujetaba con su índice y pulgar derecho con desdén en la mesa, sacudió las migas de sus dedos y bebió otro sorbo de cerveza sin dejar de mirarme. Pues que estos cabrones se estarían dando candela y de la buena entre ellos. Los judíos de ascendencia europea no pueden ver a los de ascendencia árabe, que los hay, y los tienen confinados en barrios de tercera y relegados a trabajos infames, como la vigilancia en los checkpoints. Y qué decir de los ultraortodoxos y anticuados de Mea Sharim, para éstos cualquier tipo de progreso es perjudicial para la religión, huyen de lo moderno y del avance. En definitiva, que no pueden ver a ningún judío sin levita hasta los tobillos, y mucho menos tan aficionados al sexo y a la cocaína como los jóvenes de Israel. Luego están los judíos etiopes, esos negros esbeltos y hermosos que puedes ver cerca de las murallas. A esos sí que no los quieren ver en ninguna parte. Hay mucho racismo entre ellos, tanto que no sé qué pasaría si no tuvieran el objetivo militar común de los palestinos.
Como les decía esta opinión ni siquiera es mía, es de una persona que estuvo algunos años trabajando en la zona en una ONG de ámbito sanitario. Lo único que yo digo es lo que diría el propio Obelix: "están locos estos judíos".
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