sábado, 23 de enero de 2010

Crónicas desde el epicentro del desastre (II): Sábanas blancas

Una extraña y psicodélica versión de The house of the rising sun se escapaba por los orificios de la cubierta de los altavoces del vehículo mientras el sol se ponía sobre Haití y Puerto Príncipe al fondo se tornaba inexorablemente rojo. El coche se internaba en la ciudad por una larga carretera de dos carriles pero tres hileras de vehículos circulando sin orden aparente. Entre ruido de frenazos y pitidos de claxon veía pasar los peculiares taxis de la capital haitiana. Automóviles tipo pick up en cuyo remolque se habilitan dos banquetas y un techo de metal y madera soldado al chasis mediante barrotes de hierro. Todos ellos pintados de azules, amarillos, rojos. Dibujos imposibles y verdades insondables rotuladas en el capó. Los “I love you”, “Man says, God makes”, “Wait for me, baby” y “O’ mondieu” se sucedían al otro lado de la ventanilla mientras pensaba que la pobreza se asemeja demasiado en todas partes. Los mismos niños vendiendo en el arcen que en la República Democrática del Congo, la misma humareda de los tubos de escape que en Bangkok y los mismos estanquillos de tapias frágiles y colores chillones que en la Guajira colombiana.

El equipo de Intermón Oxfam del que formo parte había dejado atrás la frontera con República Dominicana hacía un par de horas. Una frontera peculiar, sí. Pero no más que el paso de Beni Ansar entre Melilla y Nador, por citar una de muchas. Un gran portón de metal, como si de una finca se tratase, abre y cierra el paso en la parte dominicana. Al otro lado, una solitaria caseta de inmigración. En medio: camiones, vehículos 4X4, ciclomotores, policías, peatones y vendedoras de todo tipo de enseres domésticos exhibiéndolos en grandes cubas negras y mostradores de madera. A pesar del bullicio la situación era calma. Nada de caos. Nada de regueros de haitianos huyendo de los efectos del terremoto que el pasado día doce zarandeó y sepultó los barrios más pobres de Puerto Príncipe. Además, en ese aspecto, el equipo de mi organización que nos precedió el día anterior, reportó que no habían percibido movimientos importantes de desplazados haitianos dispuestos a cruzar la frontera. No obstante, parte de la misión de Intermón Oxfam es poner en marcha un sistema de observación desde la oficina en Santo Domingo por si esa situación cambia. Es decir, en una emergencia humanitaria como la que vive Haití pueden haber mil y un motivos para que un flujo importante de la población decida resguardarse al otro lado del puesto fronterizo. Si así fuera, Intermón Oxfam se encargaría de garantizarles el cubrimiento de las necesidades básicas en agua, saneamiento y refugio.

El tejado en forma de cono de una de las dos torretas de una casa con ínfulas de palacete permanece en medio de una de las calles de Puerto Príncipe. Íntegro en inamovible dificulta enormemente con sus cuatro metros de diámetro y otros tanto de alto el paso de los vehículos. Viviendas sin apenas una grieta permanecen íntegras junto a las ruinas de otras. Hogares convertidos en un amasijo de pedruscos, polvo, jirones de ropa y hierros que nacen de los escombros como las raíces desgarradas de un árbol caído. Llevo apenas un día en Puerto Príncipe y he visto poco. Sumido en reuniones y gestiones con los enviados especiales que cubren esta tragedia, sé que aún no me he topado con lo más duro, quizá sean estos los daños menos considerables; pero conforman por si solos un drama. Llegando a la oficina una familia se agolpa en los escombros de su casa. Apenas unos tabiques maltrechos en pie. Sobre ellos cuelga una sabana blanca. “We need help”, reza.

Esa es la otra parte de nuestra misión. Ayudar a la población afectada. La primera necesidad: el agua potable. Las dos siguientes: asistencia médica y refugio, pues hay un millón de personas que han quedado sin un techo bajo el que resguardarse. Los destrozos en las carreteras tras el terremoto, la imposibilidad de comunicarse con la capital haitiana, la inoperatividad del aeropuerto, el cierre del puerto, incluso los daños en las oficinas e infraestructuras de las ONG que tenían base en Puerto Príncipe y la afectación personal de los cooperantes que en ellas trabajan enlentecieron irremediablemente la distribución de ayuda humanitaria. No obstante, las circunstancias mejoran, las comunicaciones se reestablecen y las vías se despejan. Prueba de ello son los cinco puntos en que Oxfam Internacional, Intermón Oxfam en España, está distribuyendo agua potable para 80.000 personas diarias en los barrios de Petionville y Carrefour, dos de las zonas más afectadas por el seísmo.

Además, los trabajadores de la organización están entregado kits de higiene y material de refugio como lonas y plásticos. Refugio provisional, evidentemente. Pero no debemos quedarnos ahí. Intermón Oxfam inició su trabajo en Haití en 1994 y continuará en este país cuando termine esta respuesta de inicial de emergencia. Serán necesarias entonces labores de rehabilitación y reconstrucción para que nadie más deba afrontar un paraje desolador como el de Puerto Príncipe hoy. Para que nadie más cuelgue una sábana blanca pidiendo ayuda.

1 comentario:

Subcomandante Cinta dijo...

Ánimos company! Seguro que sabrás sacar el máximo de esta experiencia! Besos con envidia