miércoles, 27 de diciembre de 2006

Cayucos

Aníbal Carrillo es el director de Salvamento Marítimo en Las Palmas.

¿Qué es lo peor de un rescate?
Que los que vienen en el cayuco no saben nada de la mar. Te acercas con la lancha, te abarloas a la barcaza y esperas que no se mueva nadie para que el cayuco permanezca quieto y no vuelque. Quieres que el desembarco sea tranquilo.

Pero no siempre es así.
Nunca es así. Están nerviosos y desesperados por salir de la patera. El mar es duro. Se levantan, se mueven y muchos caen al agua. Es lo más peligroso, pues llevan horas en la misma posición y están agarrotados, con lo que cuando caen al mar no pueden moverse y se hunden irremediablemnte si no actúas con celeridad. La mayoría no sabe nadar.

¿Y una vez abordo?
Casi todos llegan siempre con hipotermia. Se les tapa con mantas y se les ofrece agua, mucha agua, y galletas nutritivas. No es mucho tiempo el que transcurre hasta llegar a la costa, que es donde reciben los primeros auxilios. No obstante, si algún caso es grave se llama de inmediato al helicóptero de Salvamento Marítimo para el traslado a un hospital.

Un auténtico drama.
Lo más duro es cuando ves que viajan con algún recién nacido o cuando te orillas a la barca y ves que ha fallecido algún pasajero. Hace tres años, con la oleada de inmigrantes procedentes de Marruecos, detectamos una patera. La alcanzamos. La mitad había muerto de frío. A bordo estaban los catorce cadáveres empapados. Se habían desorientado. Dos días perdidos en el mar para una travesía que se realiza en quince horas. Era la víspera de Nochebuena.

Ivan M. García

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