Kalamary significa o, mejor dicho, significaba en el idioma mocanés cangrejo. Los indios mocanaes bautizaron así a lo que hoy es la ciudad vieja de Cartagena de Indias hace unos pocos años. Al parecer, los crustáceos abundaban por aquí.
Fue un poblado al uso. Un caserío circular con bohíos de palma y barenque, rodeado por troncos de árboles terminados en punta y coronados por las calaveras de los enemigos muertos en batalla. Luego, en 1.500, la bravura indígena empezó a menguar con la conquista (eran otros tiempos, no me jodan) española. Y, en 1.533, Pedro de Heredia fundó Cartagena de Indias, una de las ciudades más hermosas del mundo si uno se limita a pasear por su casco histórico.
La fotografía no es representativa en absoluto; pero me gusta. Amargura, a decir verdad, hay poca aquí. El color sí. Es el mismo, junto a los celestes, rojos y burdeos, con los que están pintadas las casas coloniales que El Maestro metió en El amor en los tiempos del cólera. Es una ciudad bellísima, sin duda. Historia pura. Las murallas, la India Catalina (un zorrón de la misma calaña que Malinche), el castillo de San Felipe o los restos de la trata de esclavos negros. Imprescindible a pesar de un incipiente y despistado turismo gringo (ellos, en eso de la historia, están empezando) y de una creciente prostitución. Muchachas demasiado jóvenes y bonitas como que para que la mayoría lleven grabadas en su rostro las siglas VIH.
1 comentario:
Linda descripción. Amargura, siga la flecha... Bueno, sarna con gusto no pica, dicen. Y te lo digo yo tb...
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