martes, 25 de diciembre de 2007

Medicina de otro tiempo


Una treintena de críos espera paciente y en silencio al equipo médico de la ONG española Bibir, en la escuela de Ouattigué, en la región de Yatenga, al norte de Burkina Faso. La escuela consiste en una pequeña estancia de unos veinte metros cuadrados, con paredes de adobe –una mezcla de barro, paja y pequeñas piedras-, techo de paja y suelo sin pavimentar.

Emé, uno de los dos enfermeros de la organización, retira un sucio vendaje de tela del tobillo de una cría de apenas cinco años. Aparece una herida de feo aspecto y mal cicatrizada. Sus padres han intentado curarla con polvo de corteza de baobab y hojas del mismo árbol molidas. Un remedio tradicional. “Son ungüentos que se han usado siempre en los poblados rurales; sin embargo, en algunos casos, no curan nada. Mira esta herida, está seca en la superficie; pero debajo sigue fresca y llena de pus”, dice este enfermero que estudió en Cuba a finales de los años ochenta.

El 80% de la población de Burkina Faso no acude al médico cuando tiene alguna dolencia, sino que recurre a los remedios tradicionales. “Tienen más confianza en el médico de su poblado. Además, a éste pueden pagarle con un pollo o con trigo, mientras que la visita a un hospital debe abonarse en francos”, explica Ben, un médico irlandés que trabaja desde hace unos años para Bibir.

Tanto el enfermero que como el médico consideran que ambas medicinas son necesarias y además complementarias. De hecho, el Gobierno burkinabe lleva unos meses sopesando la posibilidad de que ambas cohabiten en el sistema sanitario público del país. “Sería lo mejor, pues hay muchos de esos remedios que realmente funcionan. No son de ninguna manera pocimas o conjuros propios, sino pomadas o brevajes elaborados con hierbas y plantas naturales”, esclarece Emé.

La regulación de este tipo de prácticas evitaría historias como la de un joven de Ouahigouya que fue atropellado y sufrió una fractura en una de sus piernas. Lo llevaron a un médico tradicional que trató la rotura con masajes. Seguramente, el hueso partido afectaría a un músculo o al sistema nervioso, dice Emé, pues ahora el chico se encuentra en el hospital de esa ciudad a la espera de que su pierna sea amputada.

El caso de Bukina Faso no es el primero en África, Camerún o Ghana han pasado por el mismo proceso, dice el enfermero. “Sería ideal, sí. Que visitaras a un médico de cabecera y te derivara a uno tradicional, y vicerversa. Pero eso es muy complicado. Pues hay muchas clases de médicos tradicionales: masajistas, especializados en hierbas, etc. Y tanto estos como los modernos intentarían proteger su coto profesional, por decirlo así, y terminarían por no derivar a ningún paciente”, asegura el director de la ONG, Chema Rodríguez.

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