jueves, 16 de octubre de 2008

El sacerdote 'cazapederastas'

María, apenas 13 años, poco sospechaba que aquel tipo alto, de pelo cano y acento irlandés que se fotografiaba con ella en la barra del burdel donde trabajaba en Iba (Filipinas) era en realidad un sacerdote. Ni mucho menos que a los pocos días volvería de nuevo al local para sacarla de allí por siempre. “Pero ya no estaba. Habían dado el aviso. Al menos, las fotos me sirvieron para demostrar que allí había menores prostituyéndose” , decía Shay Cullen hace unos días en Barcelona antes de recoger el Premio Internacional a la Solidaridad.

Cullen, dos veces nominado al Nobel de la Paz, dirige la Fundación Preda en el país de las 7.107 islas. “Trabajamos con niños abusados por familiares, a críos que han sido violados en la cárcel -piense que hasta hace poco la edad penal en Filipinas era de nueve años- y con niñas captadas por redes de prostitución”, explica con tono y gesto afables. Preda se hace cargo de la recuperación y reinserción de unos 1.000 menores al año. Entre un 80 y un 90% se recuperan totalmente. “En primer lugar hay que crear el entorno para que se sientan a salvo. Luego, hay que hacer que hablen, hablen y hablen. Sólo es cuestión de eso, de que cuenten lo ocurrido, de que golpeen el suelo de rabia, de que lloren. Sé que suena extraño; pero me alegro cuando lloran. Quiere decir que se desahogan, que se recuperan”, dice.

Pero ¿por qué hay tanta prostitución infantil en el sudeste asiático?. Cullen, responde. “No crea, Latinoamérica es otro de los destinos preferidos de los pederastas”, dice. “Y sobre todo para los pederastas españoles”, continua. “El idioma, la laxitud de los policías y un cambio de moneda favorable hacen que los pedófilos españoles se prodiguen cada vez más en países como Nicaragua y El Salvador”, concluye. Sobre las causas concretas de que esta práctica infame sea norma, o casi, en Filipinas, puede decirse que se concentran en una: pobreza extrema. “El 70% de las riquezas de Filipinas se encuentran en las manos del 2% de la población. ¡Estamos como estaba España hace siglos! Hay hambre y en ese contexto los niños terminan en las calles y caen en estas redes de pedofilia”, explica el sacerdote.

Amenazas de muerte
Todos en Filipinas están implicados en la prostitución infantil. “El Gobierno por dar las licencias de los locales, los propietarios por alquilarlos, los inversores europeos y estadounidenses por financiarlos y la policía porque los proxenetas siempre saben cuando va a ser la redada y, entonces, sólo quedan las prostitutas mayores en el local”. Así, no es extraño que en los más 30 años que lleva en Filipinas, Cullen haya recibido tres amenazas de muerte y le hayan llevado 52 veces a los tribunales por difamación. “Pero no han podido conmigo, ellos no tienen pruebas y yo tengo la verdad”.

La historia de Mary Anne
Con todo, entre las muchas historias que acumula Cullen en su memoria hay también sitio para los finales felices. El de Mary Anne Salo de 18 años, hija de un australiano y una filipina, es uno de ellos. El padre de Mary Anne murió de manera trágica. Tiempo después su madre formó pareja con otro hombre que la arrastró al alcohol y las drogas. La madre de Mary Anne vendió la casa y se fue, nadie sabe donde, con su pareja dejando a Mary Anne, que entonces contaba con 12 años, sola en Angeles City. “La cría terminó en las calles y finalmente en un club, el G Club, regentado por un ex marine de los EE UU que se hacía llamar Big Daddy... Esta gente crea una especie de falsa familia alrededor de los menores para terminar de lavarles el cerebro y crear un mayor desarraigo de allá de donde vengan”, explica Cullen.

Preda pudo hacerse cargo de la chica y hoy Mary Anne está a punto de cursar su primer año de universidad. “Quieres ser educadora social”, apunta Cullen. Además, es una de las actrices principales de una compañía de teatro local con la que ya ha pisado Europa de gira. “Y no sólo eso. Es consciente del problema de la pedofilia, así que no se avergüenza de su historia y no repara en contarla si con eso puede ayudar a luchar contra esta práctica. De hecho, realizó un discurso narrando su experiencia ante una delegación de UNICEF en Canadá” cuenta con orgullo el sacerdote. Y todo con tan sólo 18 años.

(En http://www.adn.es/pdf/ADN-2008-10-14-BCN.pdf)

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