Daza, me acordé de tu comentario al escuchar la conversación esta mañana, así que para vos, quienquiera que seas, aunque me lo huelo. Abrazo.
Situense, playa de Montgat (les juro que pensé que no hallaría esa fauna amante del piercing y el tatuaje facilón), viernes mediodía. Él: bañador ancho y blanco, con la pernera bajo la rodilla, tachuela en la ceja izquierda y cabello a lo CR9. Ella, rubia oxigenada, ojos claros, clarísimos, moreno de UVA y un minúsculo tanga (tipo seda dental, lo llaman) rojo con topos blancos. Veintipocos los dos.
- Bueno, cari, tu tampoco es que seas tan de buen paladar, ¿saes?, dice ella. Quiero decir que tus comidas, las que te comes, ¿saes?, no son tan, tan... tan elaboradas. Añade, como explicándose, ¿saen?, y marcando cada una de las sílabas de "elaboradas".
Él asiente. Sentado sobre una toalla de Ron Bacardí y mirando fijamente a la arena de la playa.
- A ver, ¿qué es lo que te gusta?, contraataca la pájara. ¿La pasta? La pasta te gusta, ¿no?
- Sssí, la pasta me gusta. Responde él.
- Pues guay, ¡porque a mi la pasta me sale de puta madre, cari!
Ríen los dos. El ambiente se distensiona y el chavón se arranca.
- Saej que pasa, que a mi lo que me gustan son las comidas que no den complicaciones... Un frankfurt por ejemplo. Un frankfurt me gusta... Dice antes de quedarse pensando en sus debilidades culinarias.
- Los frankfurt, dice ella mirando fijamente a la línea del horizonte. Los frankfurt...
- ¡Y los sanjacobo!, remata el tipo. Pero los sanjacobo los pillo congelados, claro.
Repito: qué país, qué gente. Impagable.
1 comentario:
Sanjacobos congelaos.... Delicatessen, saes?! Gracias por la dedicatoria, todo un lujo!
Daza
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