martes, 19 de enero de 2010

Crónicas desde el epicentro del desastre (I): La burbuja de las ocho horas

(Las opiniones expresadas en esta serie de entradas quedan totalmente desvinculadas de la organización para la que trabajo)

Los copos de nieve caían al otro lado del ventanal limpio y diáfano del cálido local del Madrid canalla donde la otra tarde compartía vino, tapa y charla con una chica joven, guapa y lúcida. Me hablaba de la productora donde trabaja, de sus contratos con cadenas importantes y yo le replicaba con viajes y fotografías. La gente entraba y salía. Reían. Se tiraban bolas de nieve y se cogían de la mano para calentarse.

Tres días después, me encontraba a cuatro horas de Haití, contando para RNE como los cadáveres se agolpaban en las calles de Puerto Príncipe, su capital, tras el terremoto que sacudió a ésta el día antes. Los heridos a las puertas de los hospitales. Polvo, negrura y llantos ahogados de niños entre los escombros. Nuestra gente en Haití y la angustia atrincherada en lo más hondo de la garganta.

Leía luego a Pablo Ordaz –impecable, brillante, preciso y afilado como una daga, como siempre- en El País. Como un hombre transportaba a su hijo pequeño, muerto, en un pupitre vuelto del revés. El hombre, con hojas de menta en las fosas nasales para fintar el hedor que desprende la muerte, dispuesto a cavar con las manos la sepultura de su vástago sin vida.

A media tarde las galerías fotográficas en las ediciones digitales de los principales diarios eran una letanía de escorzos inmóviles y polvorientos, de cadáveres agolpados por las palas de las excavadoras que restaban en posturas grotescas e imposibles, de rostros desvalidos y mudos de pura impotencia y terror.

Ultimo ahora la mochila. Cuerpo de cámara, varios objetivos, baterías, cables, tarjetas y cinta americana. Una pequeña cámara de vídeo, libretas y bolígrafos. Mientras repaso el resto del equipaje, botas, teléfono satélite, unos viejos vaqueros y un libro que me acaban de regalar sobre las desgracias del país más bello del mundo, pienso en la periodista que tenía dos personas más allá en la cinta del equipaje, en el aeropuerto de Las Américas de Santo Domingo hace unos días. “Espero que me garanticen la seguridad del equipo que llevo. Es supercaro… Y la mía, claro”, decía una y otra vez mientras acompañaba cada “claro” con una risa nerviosa.

Tenía acento británico. Sofisticada, rubia y madura. Atractiva. La adiviné comiéndose el mundo. Recibiendo y dando puyazos en la carrera de fondo llena de obstáculos que es el periodismo. Sentada ahora en lo más alto sin querer dejar de tocar de pies en tierra. O intentándolo, me dije. ¿Garantizar la seguridad? Me pregunté. ¿La seguridad? ¿La seguridad de qué? ¿La seguridad de que no te disparen tras robarte tu Nikon, de que solamente te desvalijen, te roben tus Timberland y te manden descalza y desorientada a la casa que alquiló tu periódico sin que te violen cinco tipos borrachos y drogados hasta las cejas? ¿Seguridad tras un terremoto de grado 7,3 Richter en el país más pobre de América Latina? No, aquí no hay seguridad. En la vida real nada es seguro. Acá se mata, se roba, se viola y, por su puesto, uno se muere sin que el mundo deje de girar. Aquí no hay airbags ni semana de 35 horas. Ni seguridad social, ni vacaciones pagadas. No hay garajes ni dos autos aparcados en éste.

Aquí hay niños de diez años que trabajan cada jornada de sol a sol. Hay malaria, sida y tuberculosis. Y si uno viene aquí, es a esto a lo que se expone. El escudo del pasaporte no vale nada y la burbuja de las ocho horas diarias, de la posterior cañita, del pincho de tortilla y del cómodo sofá de casa no te aisla de nada en la vida real. Por eso siempre se nos queda cara de imbécil cuando nos descerrajan un tiro en un callejón oscuro de Puerto Príncipe.

6 comentarios:

Ensaimadette dijo...

Muy bueno Ivan. Suerte por ahí. Un saludo. Júlia

Anónimo dijo...

Lo dicho, "my best wishes" en la tierra en la que también se fue el gran Ricardo Ortega.

Unknown dijo...

Ivanchu!!! Acabo de enterarme de otro seismo en Haití. Espero que estes muy bien, y muchísimos ánimos y fuerza para este trabajo nada fácil. Un beso muy gordo y espero podamos vernos muuuuuy pronto. Núria

Na na dijo...

Yo cambiaba encantado mi puta burbuja anodina de.. 8h? más quisiera...

Como tu bien decías no hace mucho, tenemos la suerte de vivir (o mal vivir) en las páginas de "Internacional" de nuestro mundo y nuestra época.

La seguridad del sofá de casa... que se la quede otr@!

Un saludo.

Anónimo dijo...

tu tía angie y tu madre te pedimos que te cuides mucho. estamos en casa de ángeles y te manda un beso. hasta pronto. Besos

David García S. dijo...

Aaaayyyyyy xulooooo:
Primo cuidate mucho. Eres un fenómeno, un genio y figura!!!!
Desde que de pequeño salías conmigo con un folio en la espalde que ponía.... Michel.
Besos