La casa estudio donde vivieron Diego Rivera y Frida Kahlo en San Ángel (México D.F.), en realidad, dos viviendas independientes unidas por un puente (no veo mejor formar para vivir en pareja), se halla ahora junto a una cafetería Starbucks y una galería comercial en la que destacan las vitrinas de Hugo Boss y Carolina Herrera.
Abundan y revolotean por allá señoras estupendas de cutis moreno y bien maquillado. De las de mucho "o sea" y "papi". De un cuidado aspecto deportivos, unas, y de casual ejecutivo, otras. Divinas, si empleamos su jerga. Mientras apuraba mi capuccino (reconozco que embriagado por el ambiente caímos en la tentación de un café Starbucks) pensaba en qué diría la vieja Frida si levantase la cabeza y retirase el manto con la hoz y el martillo con el que fue cubierto su féretro por uno de sus estudiantes.
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Una vez le preguntaron a Frida si se sufría mucho siendo la mujer de un hombre como Diego Rivera. Ella contestó algo así como: "no veo que los márgenes de un río deban sufrir por dejar a éste correr".
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