viernes, 17 de septiembre de 2010

Que Tonantzín nos ampare (III): Otras visiones del bicentenario

La iglesia de Santo Domingo de San Cristóbal de las Casas en el estado mexicano de Chiapas es austera. El suelo está compuesto por largos tablones de madera que se estremecen a cada pisada, un altar sin más ornamento que varios centros de flores que acompañan al santo y dorados en parte de los muros laterales. Sin pinturas, ni frescos se erige junto al mercado municipal del pueblo. Un templo sin más pretensiones que la de ser un lugar de encuentro de feligreses, lo que deberían ser todos.

Mientras caminaba esta mañana por el mercadillo de artesanías, telas y cueros aledaño a la iglesia me alegré de estar en este lugar hoy, fiesta nacional, día después de El Grito de la independencia mexicana. Doscientos años después de aquel "viva México, cabrones", o así. No me gusta juzgar con los ojos del presente los episodios históricos; pero no quita que comulgue con ciertas independencias y que me consuele pensando que no todos mis "antepasados" actuaron como Cortés o como el zorrón aquel de Malinche. Lo digo por Bartolomé de las Casas, sevillano y obispo dominico de Chiapas a partir de 1543.

Sé que es un modo algo sui generis de celebrar el bicentenario, más con mi nula fe, pero tengo mis razones. De las casas llegó a las Indias en 1502, se ordenó sacerdote en La Española en 1512, el primero que lo hizo en el nuevo mundo. Fue luego capellán en Cuba e ingresó más tarde, en 1523, en la orden de los Dominicos, que siempre pelearon, a diferencia de los Franciscanos, por garantizar a los indios de América los derechos humanos.

El religioso abogó por la supresión de la llamada encomienda como forma de premiar a los colonos en favor de comunidades agrícolas mixtas formadas por campesinos españoles e indígenas. Como toda historia y cualquier personas también aquí hay claroscuros: de las Casas, viendo como menguaba el número de indios por los malos tratos recibidos, entre otras razones, apostó por el tráfico de esclavos negros procedentes de África para las labores más arduas en el terreno agrícola. Además, defendió la colonización española siempre y cuando está tuviera lugar bajo la bandera de la evangelización.

Bartolomé de las Casas llegó como obispo a Chiapas en 1543 y debió salir del país sólo cuatro años más tarde por no estar en absoluto en línea con las cotas de alta moralidad de sus feligreses. No obstante, hasta su muerte, de las Casas siguió peleando por los derechos indígenas como procurador de indios. Su función era la de transmitir a las autoridades las quejas de la población indígena de las colonias españolas en América.

Publicó "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" en 1522, donde denunció los abusos de la colonización española con un descaro sin precedentes para más quebraderos de cabeza para los Habsburgo. No en vano, San Cristobal añadió el de las Casas a su nombre en honor al religioso.

Como les digo, un modo algo diferente de celebrar el bicentenario. Un recordatorio para los indígenas mexicanos, los menos visibles, los más desfavorecidos.

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Conducía el taxista veloz hacia la estación de autobuses del Distrito Federal mientras que, entre volantazo y volantazo para esquivar al resto de vehículos que sí circulaban a la velocidad adecuada, giraba su rostro para intercambiar impresiones sobre política y fútbol con el sufrido pasaje: Muñoz y Muñoz Jr.

- Pues sí, acá estamos de celebración. La del bicentenario... Doscientos años de independencia... ¡Tseee! Pero vaya independencia... No, ¡la berga! Vean las tasas de pobreza, de analfabetismo, de falta de escolarización... ¿Pero que pinche vamos a celebrar? Y es que si me pregunta, patrón, mejor con ustedes, con los españoles. Al menos seríamos ahora campeones del mundo en fútbol... Pues, pa' que le digo que no, si sí. Mire nuestro presidente... el del trabajo, decía. El presidente del trabajo decía que iba a ser... Y lo fue, sí, pero pa' perder trabajo, cabrón. No es que... Y es que tenemos unos políticos rebuenos... rebuenos pa' robar, claro. Órale, llegamos. Treinta pesitos, patrón, que hoy estamos de promoción.

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