jueves, 5 de julio de 2012

El pariente de Cortés


Sucedió hace un par de noches en un garito -antros los llaman aquí- de la colonia Roma, en la Ciudad de México. El lugar, un bar musical con aspiraciones de club berlinés, estaba repleto de tipos y tipas flacos, flaquísimos, con el pelo corto a la altura de la nuca y el flequillo cayéndoles a un lado. La mayoría con pantalones vaquero tipo pitillo, mocasines y gafas de pasta tipo años cincuenta. Ideales y superchingones; pero idénticos. Híbridos total.  

En la mitad de una de las barras del local había un fulano que me resultó familiar. Pantalón beige y camisa blanca -mangas a medio antebrazo- recién planchada. Se acodaba en el mostrador y miraba al frente, hacia la la pista, pero sin mirar nada en realidad. Pelo negro, bajito y moreno. Chuleta. Español de infantería, me dije. Y sí. En efecto, lo era. 

Se giró y pidió otro trago a la camarera. Ron en las rocas y botellín de agua a parte. De pronto, un tipo alto, flaco y rubio lo abordó. "¿Eres español, verdad?", le dijo. "Sí, lo soy, ¿por qué?" contestó cortés.  El otro sonrió torciendo el gesto, satisfecho. "Ya sabía", apuntó. "Mi papá tenía el pasaporte español ¿Y sabes qué? Lo rompió. Lo rompió y lo tiró. Lo tiró a la basura porque no quiere viajar con ese pasaporte. Por lo que ustedes hicieron aquí. Ya sabe, Cortés y esos pinches pendejos que vinieron a rompernos la madre y a chingarnos. A chingarnos a todos", soltó a bocajarro el mexicano. 

Nuestro hombre permanecía tranquilo, callado. Asintiendo con la cabeza de lado mientras el güero proseguía. "Porque para mi no se acabó nada", decía, "ustedes no pueden venir aquí como si todo estuviera bien". El gachupín bebió un sorbo de su copa y tras mirar por encima del vaso y ver que el otro había acabado su retahíla de resentimientos y permanecía frente a él, orgulloso y a la expectativa, dejó el trago en la barra, se enderezó con parsimonia y tomando el brazo del otro le dijo: "vamos a ver hombre, trae aquí." 

"¿Ves? Tu eres alto, rubio y flaco y yo soy bajito, con el pelo negro y un rato largo más moreno que tu", dijo mientras señalaba con su mentón los dos antebrazos.  "Así que, amigo, mal que te pese, soy más indio que tu, si me apuras" y soltó un esbozo de carcajada para sí. "Y te voy a decir algo, chaval, mi tatarabuelo se quedó en España, y seguramente chingó a mucha gente, pero te aseguro que no a tu abuela. A tu abuela, a juzgar por tu pinta, se la chingó algún marino vasco o vete tu a saber, a lo mejor hasta se la chingó Cortés. Pero mira, hasta que lo averigües, deja de tocarme los huevos que quiero acabarme la copa tranquilito. ¿Estamos güey?". 

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