
Gbessie tiene una cicatriz en su espalda, a la altura de la cintura. Una marca de unos veinte centímetros de largo, uno de ancho y con aspecto de no haberse cerrado como debiera. “La herida me la hizo uno de los comandantes de la guerrilla tras alcanzarme en la selva cuando intentaba escapar”, dice este muchacho de diecinueve años y de mirada franca y perdida. Las secuelas que el Frente Unido Revolucionario (RUF) dejó en los niños soldados de Sierra Leona no son sólo físicas.
La guerrilla contó con el apoyo del ex presidente de Liberia, Charles Taylor. Hoy, Taylor espera en La Haya a ser juzgado por el Tribunal Especial de Sierra Leona. “A pesar de todo, tuve suerte. Aunque me secuestraran a los 9 años. Al menos, no tuve que matar a mi familia a machetazos para desvincularme de todo lo que me rodeaba, como sí sucedió con otros chicos”, añade Gbessie mientras caminamos por Kissy Road, en el centro de Freetown, acosados por vendedores ambulantes surtidos de pilas, pequeños ventiladores y relojes. Todo de fabricación china.
La guerra de Sierra Leona (1991-2002) se caracterizó, en parte, por una significativa ausencia de armas de fuego y por el empleo de machetes. Si uno se fija, en Freetown, la capital del país, no hay agujeros de balas en los edificios. "Eso es porque los rebeldes empleaban mayormente armas blancas en lugar de AK-47, así que cuando ocuparon a la ciudad no tenían con qué disparar", dice el misionero javeriano Chema Caballero. El RUF no necesitaba armas de fuego. Les bastaba con drogas y machetes para que "sus chicos" sembraran el pánico allá por donde pasaran. La amputación de miembros -manos, brazos y piernas- fue práctica común en la toma de villas y aldeas.
Gbessie es uno de los 3.000 niños soldados que se rehabilitaron gracias al programa que Caballero llevó a cabo en el centro de Saint Michael (Freetown), un antiguo complejo hotelero cedido por Naciones Unidas.
“Antes de la guerra, estudiaba mecánica. El RUF me raptó cuando era muy pequeño, siete u ocho años. Terminé en Saint Michael y cuando salí del hueco, el padre Chema me obligó a continuar estudiando. Ahora trabajo de mecánico para una ONG y he podido comprar mi propio taxi. Lo alquilo a uno de mis amigos para que él se gane la vida”, cuenta orgulloso Abu, inseparable camarada del otro.
Por su parte, Gbessie finalizó sus estudios de carpintería y hace muebles para todo aquel que lo reclama. Pero el poder adquisitivo medio en Sierra Leona es ínfimo, así que la demanda es escasa. También hace las veces de “guía de todos los amigos que vienen de Europa a ver a Chema”, dice. El misionero finalizó su etapa en Saint Michael en abril de 2002. Nueve meses después regresó a Sierra Leona y empezó de nuevo en Madina, una aldea fronteriza con Guinea Conakry y rodeada de selva. Bush, como la llaman los muchachos. Caballero asegura que “aquí me he dado cuenta de que las raíces de los problemas que llevaron a este país a la guerra persisten. La pobreza y corrupción siguen en alza y si no estalla el conflicto es porque aún no hay un líder como lo fuera Foday Sankoh, el vicario de Taylor. Sin embargo, hago hincapié en el ‘aún’, pues los muchachos ven movimientos extraños en la frontera. The bush’s moving, dicen”. El bosque se mueve.
Según Save The Children, en 2003, se habían recuperado unos 7.000 niños, de los que tan sólo el 4,2% eran niñas. Para Caballero, ellas son la asignatura pendiente. “Casi todas fueron esclavas sexuales en el RUF. Sus mandos las abandonaron tras el desarme. Muchas han perdido a su familia y otras no quieren volver porque les da vergüenza hacerlo con hijos fruto de violaciones. Por otro lado, jamás confiesan haber estado en la guerrilla y así es difícil dar con ellas”, lamenta.
La mayoría pasa las noches en las infames discotecas de Freetown, antiguos bares de moda para el turismo inglés, ejerciendo la prostitución que, junto al VIH, conforma la plagla que azota hoy a Sierra Leona.
1 comentario:
Joder, que puto desastre.
Vi un reportaje, La Pesadilla de Darwin, en el que se retrataba el comercio de pescado desde un pueblo africano (disculpa mi memoria) hacia Europa. Los autóctonos se conformaban con las espinas, pieles y cabezas. A Europa viajaban los lomos limpitos. Lo que más me sorprendió fue el testimonio de un habitante que trabajaba como vigilante de seguridad. Decía que la guerra es buena. Si hay guerra, llegan los aviones de occidente a tirar cajas con alimentos.
Ahora me acuerdo del nuevo tema de U2 con Green Day, The Saints are Coming.
http://www.youtube.com/watch?v=4dCTCh1kbis
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