martes, 12 de junio de 2007

La primera y última misión de Elsa Serfass

Elsa Serfass tenía 27 años y toda ilusión del mundo puesta en su trabajo el día en que la mataron. Cumplía su primera misión como logista para Médicos Sin Fronteras (MSF) en Paoua, noroeste de la República Centroafricana (RCA), cuando recibió un balazo.

Paoua se encuentra inmersa en un conflicto entre guerrillas rebeldes y las Fuerzas Armadas del país. Además, los actos de bandidaje y pillaje son frecuentes debido a la inestabilidad del lugar. MSF había tenido noticias de la deplorable situación sanitaria de la zona y había decidido enviar un convoy para evaluar el área. Durante el reconocimiento, el vehículo de la organización recibió una serie de disparos de los que Serfass resultó mortalmente herida.

No soy de los que encumbra, martiriza e idolatra a humanitarios, reporteros de guerra o misioneros que mueren mientras realizan su trabajo. Conocen cuál es su profesión y qué riesgos comporta. Los asumen y saben que algún día pueden caer en acto de servicio. Hacen su trabajo a sabiendas de que no cambiarán las cosas, que la objetividad es un camelo o que dios, a lo mejor -después de ver tanta mierda- , es un maldito cuento chino. Realizan su labor en las zonas más cruentas del globo porque saben que el civil es siempre el más perjudicado, porque quieren estar en primera línea de las páginas de internacional que marcarán la historia o porque les satisface sobremanera ayudar al prójimo. Y les importa un carajo que se les recuerde o no cuando palmen.

No obstante, cuando los ataques a humanitarios, en concreto, y a ONG, en general, vienen generados por la injerencia en su labor de los ejércitos de países supuestamente democráticos y que interpretan el papel del "séptimo de caballería" en un conflicto determinado, la cosa cambia. Los ejércitos, y, en eso, el de nuestro país -qué quieren que les diga- se lleva la palma, están enarbolando, ahora mas que nunca, la bandera del humanitarismo para ocupar el territorio que las ONG han ido ganando.

Ejércitos de Estados Unidos, España, Inglaterra o Australia califican de misiones humanitarias lo que en realidad son incursiones en territorio hostil. "Es mucho más fácil asentarse en una zona controlada por milicias rebeldes entrando repartiendo mantas, que dando tiros", me decía hace un par de días una compañera de Serfass. Lo peor es que, al cabo del tiempo, las mantas dejan de repartirse para repartir metralla a diestro y siniestro.

"Sucede que en los países en conflicto, a menudo en Oriente, nos engloban a todos los occidentales en el mismo saco, y llegas en el convoy humanitario y te reciben a balazos", corrobora la presidenta de MSF, Paula Farias. En este sentido, el director de la misma organización, Aitor Zabalgogeazkoa, explicaba como los habitantes de un pequeño poblado al norte de Afganistán huyeron despavoridos cuando entró en el pueblo la caravana de MSF. "Es que vuestros coches son iguales que los de las UN (los inconfundibles 4X4 que emplean los Cascos Azules de las Naciones Unidas)", dijeron los moradores del lugar una vez aclarada la confusión.

Así, no es extraño que los ataques a las organizaciones humanitarias aumenten cada vez más y muchas de ellas dejen de actuar en las zonas que más se necesita porque no hay manera de garantizar mínimamente la vida de los trabajadores. "Nos fuimos de Irak, en parte, porque el ejército de Estados Unidos no nos dejaba trabajar como se debe", dice la directora general de Intermon Oxfam, Ariane Arpa. Pero eso, me temo, merece un texto a parte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No entendi tu interrogación ivanchu... por si acaso lo elimine, que hacer tu, que no trabajas?! jejejej
besote

Ivan M. García dijo...

better, mylady, better...
estoy en el diario!!
esta noche bajo al barrio, por si estáis por allí!
besotes

Anónimo dijo...

que esta pasando con tu flogs... esta muerto...