martes, 17 de julio de 2007

Nuestro hombre en Laos

La operación Penalty, coordinada por el Cuerpo Nacional de Policía e Interpol, culminó hace unos días con 66 detenidos y con 48 millones de imágenes requisadas, entre vídeos y fotografías, de pornografía infantil. Leo en la prensa declaraciones del director general de la Policía española, Joan Mesquida. Dice que la colaboración ciudadana, la de usuarios de internet, es fundamental para que este tipo de operativos lleguen a buen puerto. En este caso, además de las denuncias de varias ONG que luchan contra los abusos sexuales a menores de edad, también recibieron las de gente anónima. Internautas al acecho de descargas procaces como las 5.000 que se registraron en nuestro país relacionadas con esta investigación.

Irremediablemente me he acordado de Quique. Un viejo amigo que murió igual que vivió, sin molestar a nadie. Se lo llevó hace unos años un cáncer, aunque nunca supimos muy bien qué tipo de cáncer. El muy cabrón se largó a Granada en cuanto lo supo. A morir en su tierra, a quedarse con los suyos.

Trabajaba en el Instituto Anatómico Forense de Barcelona. Las jornadas maratonianas, diez o doce horas sin comer, las culminaba a las ocho de la tarde en el último escabel de nuestro bar del Paseo del Borne, cuando el barrio valía aún la pena y no había sido tomado por la marabunta de gilipollas que hoy pululan por allí. Bebía cerveza a raudales y fumaba como lavandera mueca. No comía o, si lo hacía, era una única vez al día. Sospechamos de que, en realidad, no lo mató el cáncer, sino la quimioterapia. Demasiado escuálido y endeble para soportar tanto químico concentrado.

Alto, flaco y con cara de viejo lobo guasón mantenía que era forense; pero todos sabíamos que eso ano era así, que era auxiliar de laboratorio y que, en lugar de realizar autopsias de esas que salen hoy en la tele, analizaba pequeñas muestras de tejidos en los anticuados microscopios del Instituto. Pero Quique era mitómano, o casi. Mentía con una facilidad pasmosa, hasta divertida, si me apuran, cuando uno ya sabía de qué iba el cuento. Según Nuño, su apellido, él investigó el triple crimen de Alcásser, estuvo de copas con el Príncipe de Asturias cuando éste estudiaba en la Academia Militar de Zaragoza, analizó muestras de seres extraterrestres y participó en no sé qué Olimpiadas en el equipo español de aikido. Cuando el aikido, creo, jamás ha sido deporte olímpico.

Te soltaba una de esas mentiras como un latigazo. De golpe y sin avisar, el muy cabrón. Y lo mirabas con cara de gilipollas, con un esbozo de sonrisa confusa y preguntándote que cómo es posible que te estuviera contando semejante payasada. Él te mantenía la mirada, serio. Muy serio. Quieto. Para luego asentir lentamente con la cabeza, mientras sonreía con la boca torcida. Optabas por creerle. Adicto a la red, mantenía su ordenador encendido 24 horas al día descargando archivos de abusos a menores porque así se investigaba sobre nuevos enlaces y sitios en internet de pornografía infantil, y también así se daban los primeros pasos para capturar a los que estaban detrás de todas esa mafias. También quisimos creerle.

La creías porque siempre estuvo ahí, poniendo oreja cuando era necesario o prestándote unos billetes cuando andabas tieso de viruta, a pesar del mísero sueldo que le pagaba Interior. La puerta de su casa siempre estuvo abierta para nosotros. De hecho, se convirtió en la mía cuando abandoné mi primer hogar fuera del paterno un mes antes de viajar a Colombia. Él estaba de vacaciones y me confió las llaves sin mayores palabras que "no hace falta que la limpies cuando te vayas, ya contrataré a alguien cuando vuelva". Nos reíamos con él. Además, siempre daba la cara por uno, sin importarle demasiado si uno tenía razón o no, o si había metido la pata hasta las cejas. Se la jugaba por ti por el simple hecho de considerarse un amigo. Lo era. Por eso quiero creer que Quique no murió, que nos volvió a engañar a todos y que ahora pasa los días en antros y burdeles de Vientiane investigando para los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sin duda Quique fue de lo mejor que nos paso en esta vida... y no puedo dejar de reír con lágrimas en los ojos cada vez que lo recordamos. Estoy seguro que estas lineas le hubieran emocionado allí donde este... va por ti, amigo.