Por alusiones.
Ahí tienes, chaval, las fotografías de la tumba de Jim Morrison en el cementerio de Père Lachaise que me pediste por teléfono. Y ya ves, poquilla cosa, ¿no?. Desde los catorce, cuando escuché por primera vez Riders on the storm, imaginando algo solemne. Mármol, muchas velas, pintadas y escritos con algo más de enjundia que los garabatos de ahí arriba. Con gente fumando canutos, melenas y muy buen rollito, o algo así. Pero claro, tío, eso es París, Francia -un lugar civilizado- y no Woodstock. Así que es lo que hay. Una lápida al uso, de infantería, sin grandes ornamentos, salvo cuatro flores secas y velas baratas a medio apagar. Casi triste. O sin el casi.
Sí, decepciona. Como también la de Delacroix y el resto de lápidas eternas. Pero ahí está y, dicen, que es de los lugares más visitados de París. La valla está por algo. También me cuentan que a primera y última hora del día ronda por la tumba de James Douglas Morrison un guardia de seguridad. La dirección tomó la decisión harta de que parejas de jóvenes, y no tan jóvenes, tuvieran sexo sobre la lápida, hasta las cejas de whisky y LSD. Y es que el viejo Jim sentó cátedra. (Amy Winehouse, esa petarda de voz de oro, no ha inventado nada.)
1 comentario:
¡Hasta muerto tiene que seguir dando por culo...!Guardia de seguridad, vallas...
Ya me habian dicho que la tumba no era gran cosa y también que era uno de los sitios mas visitados, pero bueno, es lo que queda del viejo Jim, y les guste o no a los parisinos, seguro que esa tumba le da otro toque al cementerio...
¡VIVA EL REY LAGARTO!
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