Disuclpen la contrariedad: Congo y Kigali. Kigali es la capital de Ruanda y yo, durante algo más de un mes, les hablaré de la República Democrática del Congo, antes Zaire. Aquí acabo de llegar, vía Ruanda (de ahí la incongruencia), con el fotógrafo Guillem Valle para realizar un reportaje sobre coltán, casiterita, tráfico ilícito, menores trabajando en minas, desplazados internos y mujeres violadas por miembros de las diferentes guerrillas y también del ejército congoleño.
No obstante, en esta bitácora no quisiera hablar sólo de eso. Por un lado, arruinaría la venta del reportaje y, por otro, permítanme que esto sea una vía de escape al mismo tiempo que les cuento y les dibujo escenas del día a día de la regiones de Kivu norte y Kivu sur. Aún así, empezaré con Ruanda.
Imagino que se acuerdan de Ruanda. Año 1994, casi un millón de tutsis y hutus pasados por el machete por la milicia hutu interhamwe tras el accidente o derribo del avión presidencial y las arengas de Radio Mil Colinas. Hombres, niños, mujeres, ancianos. Ruanda vio morir a mucha gente mientras la Comunidad Internacional miraba a quién sabe dónde. Todo eso lo recordé de golpe hace dos días en el Kigali Memorial Center.
La exposición permanente que alberga (ellos tienen claro que este tipo de episodios, en lugar de enterrase, deben permanecer en el recuerdo, al menos, para que no sucedan de nuevo) da un repaso a la historia de Ruanda. A como la colonia belga buscó y estableció diferencias físicas entre hutus y tutsis con medios que recordaban a la manera nazi de medir la fisionomía aria y hebrea, como Bélgica dio un trato de favor a una minoría perteneciente a la etnia tutsi, como les inculcó un catolicismo extremo y como defendió en ocasiones principios radicales y racistas que fueron usados más tarde por los hutus frente a los tutsis.
La exposición continuó. Llegamos a los paneles y fotografías del 94. Cuerpos macheteados, hinchados en ríos, quemados en las cunetas, mutilados en las morgues, etc. Y una fotografía de una iglesia, la de la Sainte Famille. Me resultó familiar. Se lo comenté a Guillem y caímos los dos en cuenta en que era la misma iglesia que está al lado del pequeño hostal donde nos hospedábamos en Kigali por cinco dólares la noche.
Leímos el texto que la acompañaba. Decía algo así como que los tutsis, aterrados por la crueldad de los interhamwe y por lo que creían ya inevitable decidían a menudo como última esperanza refugiarse en las iglesias. La de la Sainte Famille fue una de ellas. Su párroco, el Padre Wenceslao, de etnia hutu, abrió una mañana las puertas del recinto para un centenar de tutsis. Pero murieron allí quemados y macheteados después de que el propio cura diera la voz de aviso a la milicia hutu. No fue un episodio aislado.
Al salir del centro me fijé en la placa de agradecimientos por el apoyo a la construcción del edificio. Entre las instituciones que había destacaban la Fundación William Jefferson Clinton y el Gobierno de Bélgica. Recordé entonces el excelente reportaje de la PBS sobre el genocidio y las imágenes del General Romeo Dallaire, el responsable en terreno de la misión militar de la ONU para Ruanda, la UNAMIR, pidiendo unos pocos de miles de hombres más para detener aquello.
No hubo respuesta de la ONU, tampoco del ejército más poderoso del planeta, el de los Estados Unidos cuyo presidente era entonces Clinton. Su gobierno reconoció más tarde que no lo hizo porque tenía miedo de asistir un episodio similar al sucedido en Somalia hacía relativamente poco tiempo: el Black Hawk derribado y, luego, el cuerpo carbonizado de un marine arrastrado por una muchedumbre encolerizada por las calles de Mogadiscio. El gobierno belga también se mantuvo al margen.
Finalmente, la UNAMIR recibió 5.000 hombres más, pero su única misión allí fue evacuar al personal humanitario y diplomático, tanto europeo como norteamericano, y a parte del anterior gobierno hutu, incluso a algunos de los que idearon de la matanza. Si la ONU y su secretario general en aquellos días, Kofi Annan (el secretario teflón, le llamaban, porque todo le resbalaba), hubieran enviado ese contingente días antes, el genocidio se hubiera evitado, ha apuntado alguna vez Dallaire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario