jueves, 10 de septiembre de 2009

Ivancho en el Congo (XII): Las gemelas Chito y Chikuro

“Los hombres que vienen aquí no deberían tener entrañas”
Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas

Las gemelas Chito y Chikuro tienen seis años. Son congoleñas, despiertas, de risa fácil y además guapísimas. A simple vista nadie diría que recuerdan a menudo a su madre, quien las abandonó hace algo más de un año porque ellas, Chito y Chikuro, nacieron nueve meses después de una violación.

Un soldado de las Fuerzas Armadas de la RDC violó a Nindja, la madre de las pequeñas, cuando ésta tenía poco más de 14 años. Cómo sucedió todo pueden imaginarlo si leen unas cuantas entradas más abajo. El sistema siempre es el mismo, independientemente de quien cometa la violación, si un soldado, un guerrillero de las FDLR o un militante desmovilizado del CNDP. Noche cerrada, aldea en el monte, patada en la puerta, golpes, gritos ahogados y todo lo demás.

Violada y además embarazada, ahí empezaba el verdadero drama para Nindja. “La sociedad, la comunidad en la que vives y hasta tu familia te estigmatiza en este país si te han violado. En lugar de verte como a una víctima, te señalan, te acusan… ¿Qué por qué? Porque si te violan, como mujer, ya no vales para nada, ya nadie se quiere acostar contigo, nadie quiere casarse contigo, ni mucho menos tener descendencia contigo… y claro, eso implica que tu familia, entre otras cosas, se queda sin la dote que iba a ofrecer por ti tu futuro pretendiente. Son muchos los años de machismo en este país”, me decía hace unos días la coordinadora de los programas de género de una ONG internacional.

Los padres de Nindja la echaron de casa. Acudió entonces al militar que la había agredido y tampoco éste quiso saber nada de ella. Así que decidió viajar hasta la capital de Kivu sur, Bukavu. “Tras una violación, muchas mujeres se quedan solas, indefensas sin círculo social ni familiar. La mayoría de las veces terminan prostituyéndose o vuelven a ser agredidas sexualmente precisamente por eso, por esa falta de protección que te ofrece la familia y la comunidad en la que vives”, apuntan varios cooperantes de MSF.

Desconozco si a Nindja le sucedió algo así en Bukavu. Lo que sí sé es que nueve meses después llegó el parto y fueron gemelas. Que Nindja se las arregló durante cinco años para alimentar dos bocas más que la suya en una ciudad sucia, corrupta, agresiva e ingrata hasta que el año pasado tomó la decisión. “Las trajo una mañana. No podía hacerse cargo más tiempo de ellas, no en esas condiciones, me dijo. Así que nos cedió la custodia y firmó un documento legal conforme jamás regresaría a buscarlas”, confesaba la otra mañana el Padre Adrien, uno de los javerianos responsables de la casa de acogida Tumzi de Bukavu, mientras Chito o Chikuro, me resultó imposible distinguirlas, me tiraba sorprendida y concienzudamente del bello de mi antebrazo derecho mientras fruncía su pequeña nariz.

Tumzi: tumaini ni uzima. Esperanza es igual a vida, en swahili.

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