El patio de la Escuela Nacional República de Perú está rodeado por un muro de piedra con dibujos y pintadas a favor del diálogo, la no violencia y el progreso. En uno de sus costados hay una pequeña puerta de metal que abre el paso al contiguo Centro de Formación de Profesionales de la Educación, otra escuela que, a pesar del que el 75% de las ubicadas en Puerto Príncipe han quedado bajo los escombros, estaría perfectamente operativa si no fuera por los 2.500 desplazados que alberga en sus jardines.
Las imágenes son casi idénticas al colegio vecino: niños y colchones viejos por todas partes. Resguardada a la sombra en uno de los soportales descansa Ketsia Domany, de 32 años. La vida para ella en el campo es aún más difícil que para los demás debido a que por su parálisis debe vivir sobre una silla de ruedas. "Dependo totalmente de la gente para moverme y eso es muy incómodo. Y cuando no estoy en la silla, cuando estoy tumbada o sentada en el suelo, es horrible, las piedras se me clavan por todo el cuerpo", dice.
Con su mano derecha sostiene un pequeño libro con aspecto de folletín. Ki sa labib anseye tout bonvre? es el título en criollo. Significa ¿Qué es lo que realmente nos enseña la Biblia?. "A mí, lo que me ha enseñado es a tener esperanza. Hoy puedo estar aquí, en este campo, sin comida ni cobijo, sin apenas nada. Pero mañana, o dentro de una semana, un mes, no sé, puedo estar mejor. Con mi familia, amigos... bajo un techo", dice tímidamente la joven. "Y a compartir", añade. "Pero ya ve, aquí poco es lo que se puede compartir".
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